23 AOûT 2020 ARQUITECTURA Urbanismo táctico IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ Lo que no es edificio, aquello que no es una casa, un museo, una fábrica, un almacén, un edificio de oficinas… ¿es espacio público? Evidentemente no. A ese “vacío” urbano hay que restar una parte muy importante –en ocasiones la más importante– de espacio reservado a vialidad; carreteras, rotondas, aparcamientos, intersecciones, medianas, isletas, etc. En la ciudad moderna, el espacio para el peatón se relega a los despojos de los edificios y los vehículos. Como es mejor ser de carácter positivo y optimista, hay que reconocer que cuando los trazados de los ensanches modernos se crean, “todo” era para el vehículo, ya que ni la velocidad ni la densidad de tráfico hacían necesario segregar los pasos de coches y viandantes. A medida que la velocidad y el número de vehículos aumentaba, no obstante, se comenzaba a reservar zonas de paso de peatones, en aceras con anchos insuficientes en la mayoría de las ocasiones. Hoy en día, las aceras de las nuevas zonas de ciudad son más anchas, pero solo hay que hacer una pequeña tabla de cálculo con las superficies de calzadas y aceras para darnos cuenta hasta dónde se considera importante dar cuanta más superficie al coche. La situación de emergencia sanitaria producida por la covid-19 ha provocado que numerosos Ayuntamientos hayan improvisado soluciones para ordenar, de mejor o peor manera, los usos de los espacios públicos. Una constante en estas modificaciones ha sido el ensanchamiento de las aceras. Al haberse reducido el tránsito en coche, durante la desescalada se producía la paradoja de tener que invadir la calzada obligatoriamente para poder mantener el distanciamiento social. Ante eso, los Ayuntamientos han recurrido a un gran catálogo de conos, cintas, carteles, marcas horizontales pintadas en el suelo o vallado de distinta índole para ordenar los flujos peatonales. En ese sentido, el término “urbanismo táctico” ha saltado a la palestra con fuerza, aunque estuviera en foros más especializados desde hace una década. Se quiere dar a entender un uso de técnicas efímeras, económicas y de efecto inmediato, para la transformación de la ciudad. Estas técnicas pueden pasar por la ocupación de espacios de forma reivindicativa, como el Park(ing) Day, celebración que una vez al año invita a los ciudadanos a ocupar plazas de aparcamiento transformándolas en zonas de parque improvisado, o el cambio de uso de un espacio, como por ejemplo el cierre del céntrico Paseo de la Reforma de México DF al tráfico rodado cada domingo, dejando la avenida solo para uso ciclista por unas horas. Sin duda, el ejemplo más vistoso de este tipo de intervenciones tiene que ver con el muralismo horizontal, es decir, el pintado de calles para la segregación de usos. Un ejemplo notable de esto se ha llevado a cabo en Logroño, dentro del programa de “Calles Conscientes”, que planteó una serie de estrategias de pacificación, como zonas de 30 km/h, modificación de las calzadas en zigzag para reducir la vialidad, aumento de las calzadas mediante el pintado de marcas en el suelo… El ejemplo que traemos a colación, que finalizó su “construcción” meses antes del desencadenamiento de la pandemia, es el proyecto de “Calle Consciente” en la localidad de Rionegro, en Antioquía (Colombia). Promovido por el Banco Internacional de Desarrollo y con el estudio Arquiurbano Taller como directores, la obra ha sido seleccionada para la Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo, aunque ejemplos como este se han podido ver por otros puntos de América Latina, como México, Venezuela o Chile. La obra toma como objeto de transformación la intersección de la Calle 59 y la Carrera 48, un punto de vialidad complicada adyacente al Hospital San Juan de Dios. Los responsables del hospital pusieron de manifiesto la carencia de zonas de aproximación peatonal, y aparcamiento para personas con movilidad reducida y ambulancias. La táctica para transformar la zona plantea la eliminación de una de las vías, el estrechamiento de las calzadas –dejando un ancho adecuado para una velocidad reducida–, dando el espacio remanente a la zona peatonal. El pintado se realizó con unas plantillas hexagonales, y se convocó a un nutrido grupo de vecinos del barrio –incluyendo personal sanitario del hospital–, para realizar una sesión de pintado comunitario, reforzando de esa manera el sentimiento de pertenencia y haciendo pedagogía sobre el verdadero destinatario de este tipo de actuaciones: las personas.