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GASTROTEKA

La cáscara del huevo se come


Pienso, luego existo” y “Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas”. Esto es lo mejor que aprendí en filosofía en el instituto. ¿Algún valiente se anima a decirme de quién son estas palabras? Sus palabras siguen teniendo peso y hoy, más sentido que nunca. Para los que lo habíais olvidado, os vuelvo a presentar al mismísimo René Descartes, gran filósofo, mejor persona. Bueno, esto último no lo sabemos, pero soy de los que confían en las buenas intenciones de la gente. Que os presente a René, realmente no tiene nada que ver con la cocina, no sé si en casa cocinaba bien, mal o no cocinaba, pero su vida es lo primero que encontraréis en Google si tecleáis “descartes”. ¿Os va oliendo a algo ya el tema de hoy?

Digo yo que podrían los héroes de Google estar un poco más concienciados con el tema y dar prioridad a un problema que nos concierne a toda la población habida y por haber sobre el planeta. Sólo pido que cualquier palabra clave que haga referencia a un problema que nos afecte a todos esté a la orden del día. Familia, vamos a hablar sobre los descartes, las sobras o el desperdicio que generamos en nuestras casas y cocinas. No sobre el problema de la sobreproducción, sino de lo que nos sobra cuando ya hemos utilizado un producto. La diferencia entre los dos rangos de acción es qué en el segundo, en el que vamos a tratar, todos podemos hacer un poco más desde nuestras casas, sin mayor esfuerzo.

Os dejo algunos datos para ir sensibilizándonos con el tema. Se estima que alrededor del 42% del total de los alimentos desperdiciados provienen del ámbito doméstico. Es decir, de todo lo que sobra, casi la mitad, es comida que hemos comprado y no hemos utilizado por el motivo que sea. De media, se tiran 38 kg de comida por segundo en los hogares. Son datos que facilitan desde “To god to go”, la app (aplicación móvil) que se dedica a dar salida a la comida de los bares y restaurantes antes de que se tire a un precio reducido. Saben de lo que hablan. Por haceros un resumen, por hogar, en el Estado español, al año se desperdician 66 kg de comida. Da que pensar y también podría dar que comer. Ahora mismo, tendríamos que haber iniciado ya un mini ejercicio de introspección o intro-inspección para ver cual es nuestra situación frente a este problema.

Se que la gestión del “residuo” no es fácil, por ello, no vengo con la solución absoluta, pero sí con alguna que otra pista para mejorar un poquito, si quiera, la gestión del residuo de cada uno. Os dejo un par:

Primera pista: Pensar en eso que tiramos, en el residuo cómo un ingrediente del que partir de cero.

Segunda pista: Pesar el orgánico que tiramos y calcular cuanto supone en euros. Esto nos dolerá en el bolsillo. Y, aunque sea triste, sirve para darse cuenta de que estamos tirando el dinero.

La importancia de los descartes. Muchos de vosotros seguro que tenéis algún que otro producto controlado para no generar desperdicio, pero todos nos relajamos y tiramos de comodidad algunas veces. Para estos casos, lo mejor es guardar estos “descartes” en la nevera o congelador y pensar en frío, al día siguiente, que hacer con ellos. Como poco, sacaréis un caldo o una crema. No os desmotivéis o perdáis la fe por que a la primera que hagáis una receta con descartes no os convenza el resultado. Nadie nace sabiendo aprovechar las partes que no utilizamos de los alimentos y, además, las recetas que podamos encontrar para inspirarnos en ellas todavía escasean. Cada vez hay más, pero todavía son pocas. Que mejor manera para combatir este problema que sumando nuevas recetas y usos con los descartes que producimos a diario. Lo dicho, empezar por tomaros las dos pistas que os he dado como un reto y, seguido, aplicar los consejos de este parrafillo para arrancaros con el tema.

Me gustaría compartiros algunas de las tendencias culinarias más recientes que están abriendo vías para dar cada vez más salida a los descartes y generar así, cada vez menos desperdicio alimentario. En primer lugar están las fermentaciones, las hay de varios tipos, siendo las kombuchas algunas de las más populares. Estas se pueden elaborar, por ejemplo, partiendo de pieles de frutas con las que hacer una infusión que posteriormente se fermenta con la ayuda del hongo “kombucha” para lograr así la bebida carbonatada que tan de moda está.

En segundo lugar, las cremas y salsas. Poco hay que explicar aquí. Cada vez somos más partidarios a probar y a aceptar que la palabra “sobras” es parte de nuestra cultura gastronómica y nuestro recetario. Realmente, siempre lo ha sido, pero hoy hacer frente a un problema que habíamos descuidado. Con un robot de cocina que triture bien y un poco de imaginación, podéis crear infinidad de recetas que ni os habríais imaginado. ¡Animaros a probar! No tenéis nada que perder.

Son dos ejemplos con los que se puede combatir el desperdicio, la primera más técnica y la segunda mucho más accesible a nivel doméstico. Podríamos estar dando vueltas a este tema día y noche sin avanzar, pero, en definitiva, lo que tenemos que hacer es cambiar la forma de pensar. Si queremos un mundo más sostenible tenemos que empezar por casa. Podéis incluso proponeros retos como el de comprar cinco ingredientes y elaborar con ellos cinco platos distintos. Os dejo un ejemplo, imaginaros que compramos calabacín, un pollo, patata, pasta y huevos.

Cinco elaboraciones para estos cinco ingredientes:

1- Pollo asado con pieles de patata fritas.

2- Sopa de caldo de las sobras del pollo y huevo cocido.

3- Pasta con calabacín, desmigado de sobras de pollo y cáscara de huevo. Sí, cáscara de huevo. Lávala bien, hornéala a 90 grados media hora, tritúrala, cuélala y añádela a la pasta cocida con un chorrito de aceite. Es una fuente de calcio brutal.

4- Crema de sobras de calabacín y sobras de patata.

5- Huevos rotos con patatas.

Podéis añadir a estas propuestas todo lo que queráis. La intención es que penséis y terminéis creyendo que de verdad podéis plantear un menú generando el menor desperdicio posible.

Familia, espero que no os haya sonado a sermón. Yo solo he vuelto a plantear este problema, el cual no es nada nuevo. Si tenéis dudas sobre cómo gestionar la nevera para aprovechar todo lo que podáis y más, preguntar a vuestros padres, madres, abuelas y abuelos. Ahí quedarán las croquetas de sobras o los huevos “lukiai” (lo que hay). Terminaréis disfrutando de la cocina de igual manera, descubriendo nuevos sabores y, lo que es más importante, educando a los que vienen por detrás.

¡Ah! Mandarme las recetas que se os ocurran y os prometo compartirlas con vosotros en futuros artículos. Buscarme por ahí…

On egin!