03 AVR. 2022 Amaiur, quinientos años de un símbolo de resistencia rescatado para el presente El próximo mes de julio se cumplirán quinientos años de la defensa y caída del castillo de Amaiur, símbolo de la resistencia navarra frente a la conquista española que ha sido rescatado para el presente gracias a las campañas arqueológicas realizadas por la Sociedad de Ciencias Aranzadi con el impulso del Ayuntamiento de la localidad. Pello Guerra Hace cinco siglos, la primavera anunciaba la llegada de un nuevo período de hostilidades en Nafarroa, después de un año 1521 muy marcado por la lucha por la independencia del reino pirenaico. En mayo, el rey navarro Enrique II de Albret, con el apoyo del monarca francés Francisco I, había lanzado un nuevo intento de recuperación del reino, tras los dos protagonizados por sus padres, los soberanos Juan de Albret y Catalina de Foix, en 1512 y 1516. Un ejército franco-navarro llegó a liberar en pocas semanas todo el territorio conquistado nueve años antes por Fernando el Católico, con Iruñea sublevándose contra los ocupantes. Pero la reacción de las tropas de Carlos V hizo que los españoles reconquistaran el reino pirenaico tras imponerse en la batalla de Noain, librada el 30 de junio y que se saldó con una sangrienta victoria de las armas imperiales. Sin embargo, a pesar del desastre de Noain, los navarros legitimistas se tomaron su desquite en setiembre, con una nueva ofensiva conjunta con Francia que consiguió liberar Nafarroa Beherea, el norte de la ocupada Alta Nafarroa e incluso se hizo con la plaza de Hondarribia. Recreación de época de batallas del siglo XVI. La llegada del mal tiempo impidió nuevos movimientos de tropas de los dos bandos, pero con la primavera de 1522 asomando, los españoles iniciaron los preparativos para lanzar el asalto contra las posiciones liberadas el año anterior. A principios de marzo, las tropas imperiales, dirigidas por el capitán Pizarro, padre del futuro conquistador de Perú, se presentaron en el monasterio de Orreaga y lo ocuparon, derribando parte de la colegiata y fortificándola militarmente. El siguiente paso consistió en la ocupación de Doneztebe, que Miguel de Xabier, hermano del futuro San Francisco y que gobernaba sobre la zona legitimista desde su cuartel general de Elizondo, intentó atajar sin éxito a causa de la superioridad numérica española. Esa pérdida obligó a los navarros fieles a Enrique II a retirarse en torno a la fortaleza de Amaiur, contra la que el virrey español, el conde de Miranda, había empezado a formar un ejército para conquistarla. Recreación de época de batallas del siglo XVI. A primeros de julio, el virrey había concentrado en Iruñea a unos 6.200 hombres, a los que se irían incorporando más efectivos durante su ruta hacia Amaiur. Como apoyo al ataque, se sumaría un tren de artillería integrado por piezas de diferentes tamaños. Todos estos movimientos eran conocidos en Amaiur, donde 200 navarros debían tomar una decisión: abandonar la fortaleza y cruzar los cercanos Pirineos para ponerse a salvo, o protagonizar una resistencia contra toda lógica, ya que los españoles también estaban atacando Hondarribia y no se podía garantizar la llegada de refuerzos. Incluso las tropas francesas de apoyo a la guarnición se habían retirado. En su memoria estaba muy presente lo sucedido apenas un año antes en Donibane Garazi, donde el asalto de las tropas imperiales terminó en una carnicería de sus defensores legitimistas, con dos de cada tres de ellos muertos en el ataque. Pero, a pesar de todo, decidieron defender el castillo de Amaiur. Grabado del derribo de una torre empleando una mina. Se trataba de 200 navarros de alta y baja condición. Entre los nobles figuraban el alcaide de la fortaleza, Jaime Vélaz de Medrano, su hijo Luis, Miguel de Xabier, su hermano el capitán Juan de Azpilicueta, Víctor de Mauleón (señor de Aguinaga), su hermano Luis y Juan de Olloqui (señor de Azcona). Junto a ellos se encontraban, entre otros, Juan de Desojo, prior de Belate; Martín de Munarriz, Mateo de Iturmendi, Charles de Sarasa y Juan de Arizala, alias “Buruleun”, y sus tres hijos. Incluso un esclavo negro capturado en Doneztebe y que actuaba como verdugo en la fortaleza. «La mayoría eran simples navarros de a pie. Casi todos los defensores de Amaiur no eran caballeros, sino artesanos, campesinos y modestos hidalgos de pueblo», detalla el historiador Peio Monteano. Esa temeraria actitud despertó una oleada de admiración que Sancho de Yesa, tesorero de la Nafarroa independiente, condensó en una carta escrita a Miguel de Xabier en la siguiente frase: «Creed y sed cierto, que el señor Jaime Vélaz y vuestra merced, y todos esos señores y gentiles hombres de nuestra nación y linaje ganaréis tanta honra cuanto jamás nación ganó». El 4 de julio partió de Iruñea el ejército del virrey destinado a conquistar Amaiur. Cuando llegó a mediados de mes a Baztan, en primer lugar, las tropas imperiales ocuparon y quemaron la abadía de Urdax para estrechar el cerco sobre la fortaleza rojiza y para castigar el decidido apoyo de su responsable, Juan de Orbara, a la causa legitimista. Los navarros leales a Enrique II protagonizaron varias escaramuzas para intentar impedir que los españoles consumaran el sitio, pero la abrumadora superioridad numérica del enemigo hizo que finalmente se tuvieran que encerrar en el castillo. Aunque se apuntaron una victoria moral importante al dar muerte al capitán Pizarro. Imagen de los restos rescatados del castillo de Amaiur. Seis días de feroz resistencia. Con el campo libre, el 13 de julio, el virrey y el conde de Lerín plantaron ante los muros del castillo de Amaiur el campamento de su ejército, integrado ya por entre 8.000 y 10.000 hombres, y donde figuraban navarros beaumonteses y los que habían sido llamados al apellido con amenaza de fuertes condenas si no obedecían y se resistían a combatir contra las tropas de su legítimo rey. Una vez instalada la artillería, el virrey ordenó abrir fuego contra la fortaleza. Tras batir sus defensas, la tropa del emperador se lanzó contra las murallas, desde las que los navarros les recibían con disparos de arcabuz, virotes de ballesta y hasta piedras, para llegar al cuerpo a cuerpo con espadas, alabardas y hachas. Así se fueron sucediendo los días, con los defensores resistiendo y los atacantes sufriendo muchas bajas, incluyendo a Antón Alguacil, antiguo alcaide español de la fortaleza, que resultó herido, y el mismo virrey, quien, desesperado por los sucesivos fracasos, dirigió personalmente un asalto en el que recibió una pedrada en la boca que le hizo perder varios dientes y caer al suelo aturdido hasta ser rescatado por los suyos. Uno de los proyectiles empleados por el ejército de Carlos V en el cerco de 1522. A mitades de la tercera semana de julio, las cosas se les complicaron a los atacantes. El fuego artillero había sido tan intenso que provocó que reventaran los tres grandes cañones trasladados desde Iruñea y el resto de piezas eran pequeñas para doblegar a los navarros encerrados en el castillo. Además, algunas tropas legitimistas dirigidas por Pedro de Navarra, hijo del encarcelado mariscal, y otros capitanes como Valentín de Jaso, se estaban concentrando en los alrededores. En vista de la situación y de la sangría que estaba sufriendo, el conde de Miranda decidió cambiar de táctica. Llamó al maestro Jacobet y le ordenó que minara el cubo grande que defendía el flanco sur del castillo, que curiosamente había sido construido por los españoles una vez que la fortaleza había caído en su poder en 1512. Los soldados imperiales empezaron a cavar un túnel que llegara hasta sus cimientos y, cuando los alcanzaron, colocaron un montón de barriles de pólvora. A continuación, fueron dejando un reguero de pólvora para que sirviera de mecha y le prendieron fuego. El 19 de julio de 1522, una gran explosión resonó en el valle de Baztan. La mina había convertido la defensa sur del castillo en un montón de escombros y en esas condiciones, resultaba imposible defender lo que quedaba en pie de la fortaleza. El alcaide Vélaz de Medrano solicitó parlamentar y se alcanzó un acuerdo de rendición por el que los 50 supervivientes de la heroica resistencia entregaban sus armas y, a cambio, el virrey se comprometía a garantizar sus vidas. Con los navarros ya prisioneros, las tropas de Carlos V se hicieron con el control del castillo ante la desesperación de los 700 legitimistas que se encontraban en los alrededores, muy pocos como para poder socorrer a los sitiados. Piezas recuperadas en las campañas de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, incluyendo una pelota. El grueso del ejército que había tomado Amaiur se retiró de la zona el 25 de julio, quedando la maltrecha fortaleza a las órdenes de Antón Alguacil. Sin haber terminado de limpiar los escombros, el 30 de julio, el alcaide español recibió la orden de Carlos V de destruir el castillo «sin dejar piedra sobre piedra». Tras la exhibición de valor de los navarros, el emperador no quería que la fortaleza rojiza volviera a generarle quebraderos de cabeza. La destrucción del castillo se realizó de dentro hacia fuera. Primero se demolió la maltrecha torre del homenaje y el recinto medieval. Después les tocó a las defensas que habían sido añadidas en los últimos diez años. El 12 de agosto se procedió a suprimir el recinto exterior de la fortaleza. Tras colocar tres minas, una nueva deflagración resonó en la zona, mientras las torres y los muros de la fortaleza se desplomaban. El último alcaide navarro de Amaiur no llegó a conocer la suerte del castillo que había defendido contra toda lógica. Pocos días después de ser encerrado junto al resto de nobles en el castillo de Iruñea, Jaime Vélaz de Medrano apareció muerto en su celda, al igual que su hijo Luis. Todo apunta a que fueron ejecutados por orden del emperador, incumpliendo la promesa dada por el virrey de respetar sus vidas. Mejor suerte tuvo Miguel de Xabier, que consiguió escapar, mientras que el resto de navarros hechos prisioneros terminaron siendo ejecutados, desterrados y varios, trasladados a la cárcel de Atienza. Con el castillo de Amaiur ya convertido en símbolo de la defensa de la independencia de Nafarroa, en la colina donde se levantaba, la hierba empezó a cubrir sus restos, convertidos en improvisada cantera. Más adelante, otros inmuebles fueron edificados en el lugar, como una ermita y un fuerte, hasta que el espacio volvió a quedar libre de estructuras. Pero el recuerdo de lo sucedido en 1522 seguía muy presente y ya en el siglo XX se decidió honrar la memoria de los defensores del castillo de Amaiur. El 17 de junio de 1922 fue inaugurado un monolito conmemorativo, que fue volado con dinamita el 27 de julio de 1931 por gentes de la derecha navarra. Cincuenta años más tarde, concretamente el 10 de octubre de 1982, fue inaugurado un nuevo monolito con la misma filosofía del anterior en la colina de Amaiur, donde sigue cuatro décadas después. Cubo localizado en el aljibe y otros enseres de la vida cotidiana de la guarnición. El castillo vuelve a salir a la luz. Durante años, ese monolito fue el único recuerdo de la gesta de Amaiur, pero todo cambió en 2006. A instancias del Ayuntamiento de Amaiur, ese año, la Sociedad de Ciencias Aranzadi inició una serie de campañas arqueológicas que han sacado a la luz los restos del castillo, rescatándolo para el presente. A base de tesón, trabajo voluntario y gracias a las donaciones de particulares y de Udalbide, las campañas realizadas durante los últimos 15 años han hecho emerger de la tierra buena parte de la estructura de la fortaleza, integrada por una torre exenta, en cuyo emplazamiento se levanta el monolito, rodeada de una muralla con cinco cubos y un segundo cinturón defensivo. Además de ofrecer la fortaleza en su verdadera dimensión, las excavaciones han permitido recuperar restos relacionados con los 800 años de historia del castillo y aflorar las huellas del cerco español de 1522. Todos estos hallazgos integran la rica colección que muestra al visitante el Centro Arqueológico de Amaiur. Inaugurado en 2020, se encuentra ubicado en la planta baja de una casa solariega de la calle principal de la localidad. En las vitrinas que ocupan sus 115 metros cuadrados destinados a espacio expositivo, se pueden contemplar numerosos proyectiles, grandes bolas macizas de hierro, de 14,15 kilos cada una, que han sido recuperadas en diferentes partes del castillo. También destaca la reproducción de una puerta blindada con planchas de hierro, ya que la original del castillo se la llevó Martín de Ursua como botín de guerra en pago por los servicios prestados a su señor español en la conquista. Se encuentra en el palacio Jauregizar de Arraiotz y en su blindaje todavía se aprecian 18 marcas de proyectiles, de las que seis la atraviesan totalmente. Son las huellas del feroz sitio español de 1522. Pero, sin duda, la pieza más espectacular de los fondos del Centro Arqueológico es la denominada “Espada de Amaiur”, que apareció junto con fragmentos de proyectiles y objetos de la época. Se trata de un arma de la segunda mitad del siglo XV. Otros hallazgos curiosos fueron realizados en el aljibe construido por los conquistadores españoles entre los años 1513 y 1520, y que también se localizó en las excavaciones. En el fondo de ese gran depósito de agua se encontraron los restos de una pelota sin el forro de cuero, pero con todo su interior en cordino de lino. Además, entre otros objetos, aparecieron un kaiku de madera y el cubo para sacar el agua, que conserva sus cellos de hierro y hasta la mitad de las piezas de madera. La colección que ofrece el museo se completa con monedas, cerámicas para preparar alimentos, utensilios de hierro para cocina, fragmentos de fauna doméstica y herramientas varias. Todos estos objetos del Centro Arqueológico nos aproximan la historia del castillo de Amaiur, cuyos cercanos restos sobrevivieron a la destrucción «sin dejar piedra sobre piedra» ordenada por el emperador Carlos V en un vano intento por hacer desaparecer el principal símbolo de la resistencia navarra frente a la conquista española. Dos puzzles de dos artistas para rememorar la resistencia y la vida En el contexto de iniciativas que tendrán lugar este año para recordar la defensa de la independencia del reino de Nafarroa en el castillo de Amaiur, GARA presenta una aportación original: dos puzzles (adulto e infantil) con imágenes creadas por dos artistas vascos: Xabier Morras y Eider Eibar. “Amaiur. Erresistentzia” es el título del puzzle para adultos sobre una imagen que el pintor Xabier Morras ha adaptado del lienzo gigante que creó en honor a los defensores del reino. El puzzle tiene 1.000 piezas y unas dimensiones de 68x48 cm. La resistencia, el coraje, el temor, el sufrimiento de la última batalla quedan recogidos en esta épica imagen con el castillo al fondo. La ilustradora Eider Eibar ha creado expresamente para esta iniciativa la imagen que da título al puzzle infantil (de 4 a 10 años), “Amaiur. Gaztelua”, de 100 piezas y 48x34 cm. Con la frescura y personalidad de su reconocido estilo, la creadora refleja el juego y la alegría de niños y niñas en la fortaleza. Un canto al disfrute por la vida y la libertad. Los puzzles se podrán adquirir con el diario GARA el próximo fin de semana, por separado o conjuntamente, en los puntos de venta habituales (adulto: 20 euros / infantil: 17 euros). Los/as suscriptores/as recibirán por email la oferta especial. También a la venta en Naiz Denda (denda.naiz.eus).