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ARQUITECTURA

Unidades del habitar


Se habla constantemente de la densidad y de la escala de las ciudades actuales y se ha dicho ya tantas veces que en unas décadas un tercio de la población mundial elegirá la ciudad como su lugar y manera de vivir, que los arquitectos ya únicamente parecen trabajar sobre lo urbano. Es cierto, por el contrario también, que publicaciones o teóricos como Rem Koolhaas o Carolyn Steel han girado su mirada y puesto el acento en el campo, advirtiendo que la ciudad necesita de ese territorio que llamamos rural para poder subsistir.

En cualquier caso, la habitación colectiva, y/o en un término más coloquial la vivienda, sigue siendo, más si cabe tras la crisis pandémica, el lugar de un amplio abanico de experimentos y ensayos. Las modificaciones o cambios que estos experimentos domésticos suponen no representan una ruptura contundente desde los excesos o la exageración arquitectónica, sino que más bien son pequeños cambios, que desde la discreción van manifestando una leve tendencia. Una línea que parece apuntar a una vivienda que amplía el sentido de ciudad y que apuesta por la vida comunitaria.

El proyecto UNITÉ(S) es una propuesta experimental desarrollada por Sophie Delhay en Dijon, Estado francés, que trabaja sobre estas claves. Este proyecto de vivienda colectiva urbana trata de repensar ese catálogo de ideas preconcebidas y estereotipos comunes sobre la vivienda. La propuesta aborda el tema de la vivienda desde el ángulo de la habitación y la des-asignación de espacios. Es decir, pensando la vivienda como un conjunto de habitaciones de idéntico tamaño, libremente conectadas en red, sin jerarquía y sin asignación, sin nombre que condicione su uso o función. Este mecanismo conduce a una visión emancipada del habitar y de las relaciones humanas, donde cada usuario en función de sus modos de habitar podrá organizar o transformar su espacio vital.

Según su tipología estudio, 1, 2, 3 o 4 espacios, los apartamentos se componen de varias habitaciones del mismo tamaño a las que no se ha asignado ninguna función a priori. Los habitantes son libres de disponer su vivienda a su gusto y adaptarla a su modo de vida, por otro lado, como bien sabemos, cambiante a lo largo de los años.

En conjunto, el edificio de apartamentos consta más que de viviendas de 240 habitaciones, que corresponden a 2 estudios, 12 de un dormitorio, 16 de dos dormitorios, 10 de tres dormitorios y una gran sala comunitaria. Una gran sala que articula la vida común de todos los vecinos del inmueble, que algunos usan para comer, otros para trabajar, o incluso otros simplemente para acabar con la soledad y conversar con alguien.

En esta radicalidad de la propuesta, se antoja prioritario acertar con el tamaño de la célula madre del proyecto, la habitación. En este caso, cada habitación mide 13 metros cuadrados, unos rigurosos 3,6 m x 3,6 m, una superficie estándar que da universalidad y flexibilidad a las viviendas. Esta unidad básica corresponde a la diferencia de superficie entre tipologías. Así, casi como en una tabla de contabilidad, las viviendas van creciendo al ritmo de esta dimensión estándar: El estudio, 32 m2; la de un dormitorio, 45 m2; la de dos dormitorios, 58 m2 y así sucesivamente.

Evidentemente, los cuartos húmedos, los aseos y la cocina, son los únicos espacios fijos, que junto a una sala central a la que se le asigna tácitamente la función abierta de comedor, vestíbulo o sala de trabajo, articulan el corazón de la casa. En función de la ubicación del salón, cada apartamento puede responder a tres esquemas diferentes: cruzado, diagonal o agrupado. La fluidez de este esquema es también posible gracias a un elemento clave: los pasillos sobredimensionados que van de una habitación a otra.

Ajustes. Todas las habitaciones se distribuyen desde ese corazón central. De este modo, los pasillos de 1,20 metros de ancho ponen en conexión visual y espacial todas las estancias del apartamento, mientras que las grandes puertas correderas de madera pueden cerrarse para separarlas, o por el contrario abrirse para generar un espacio flexible y diáfano.

Esta flexibilidad también requiere una serie de ajustes para que cada habitación pueda ofrecer una cierta calidad a cualquiera de los usos a los que sus habitantes puedan destinarla. Las persianas y contraventanas, por ejemplo, se han diseñado de forma que se pueda obtener un negro total en todas las habitaciones, como si fuesen dormitorios. Pero la superficie acristalada de las ventanas es generosa y similar en cada habitación, más próxima a salones, despachos o espacios de trabajo.

También se han instalado armarios a medida en todas las habitaciones, a veces roperos, a veces estanterías, o simplemente espacios de almacenaje. Del lado del jardín, la ventana se coloca en una alcoba rodeada de armarios de madera y un cofre –en el que es posible sentarse y disfrutar del patio– y que transforma la fachada en un espacio de tranquilidad. De cara a la calle, un sistema de cortinas móviles visible al exterior de la fachada crea un espacio de amortiguación entre la vivienda y la ciudad. Y además, cada apartamento dispone de una terraza exterior que, como no podía ser de otra manera, es de nuevo otra habitación de 13 metros cuadrados esta vez abierta a la ciudad.

En cualquier caso, por mucho que nos esforcemos en la narración o en la visita sensible de las imágenes de este edificio, siempre nos faltarán los olores, la temperatura y/o recomponer incluso las sensaciones táctiles de estos espacios, tan determinantes en la identificación de lo que cada uno de nosotros identificamos como nuestro espacio del habitar, nuestra casa.