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PSICOLOGÍA

La magia


Magia y ciencia se unen en nuestro intento de entender cómo funciona el mundo, de predecirlo, de controlarlo. El aprendizaje es un proceso de ensayo y error, de recompensas y castigos como resultado de nuestras pruebas. La experiencia directa nos lleva a sacar conclusiones y almacenarlas para ser utilizadas en la siguiente ocasión similar, pero nuestra capacidad para abarcar la realidad es bastante limitada, la posibilidad de realmente comprobarlo y medirlo todo es una utopía, así que recurrimos a otros mecanismos quizá un poco más obscuros, y extrapolamos la experiencia vivida al funcionamiento general del mundo. Es decir, hablamos de la feria según nos ha ido en ella, como dice el dicho.

Entonces, esa subjetividad trata de convertirse en objetividad cuando generalizamos e inducimos, pero también cuando simbolizamos e interpretamos que un hecho único nos ‘dice’ algo, que lleva un ‘mensaje’ más amplio. Podemos por tanto crear nuestras propias supersticiones cuando buscamos ávidamente conexiones en una coincidencia dichosa o no, que nos involucró intensamente; y luego olvidar los hechos concretos, pero guardar con celo las creencias resultantes. Frases como “no se puede confiar en la gente” o “si alguien me valora es que algo quiere”, son condensaciones de una experiencia -o muchas- reales, que se expanden a una guía de navegación social, que nos prepara para que no vuelva a pasar lo que una vez pasó. La magia está entonces muy cerca del deseo o del miedo y se expresa en esa especie de ‘adivinación’ sobre lo que va a suceder si uno confía en la gente o al escuchar una valoración.

A veces, el deseo -o necesidad- de control de las relaciones y las emociones, nos hace aferrarnos a esa magia como una forma sencilla de lidiar con lo complejo, lo incierto de no saber cómo va a reaccionar el otro, la otra. Incluso llegamos a definirnos a nosotros mismos, a nosotras mismas para lograrlo. Por ejemplo, podemos decirnos “no consigo que nadie se quede a mi lado” como una forma de controlar el porqué de que otros importantes no se hayan quedado, en un razonamiento mágico del estilo “si no se han quedado debo de haber hecho algo mal, o debe de haber algo malo en mí que ellos ven y yo no”.

Al fin y al cabo, si lo que no funciona en la relación es por culpa propia, la fantasía es que quizá con esfuerzo uno podría controlar que el otro, la otra, se quedara. Desafortunadamente, la ‘magia’ predictiva de conclusiones así funciona solo en el mundo de la mente, y por tanto es algo privado no sujeto a contraste que a menudo nos hace sufrir; ya que si saliéramos realmente a comprobar si es así, lo que nos encontraríamos es que a veces simplemente la gente hace lo que quiere, a veces se va o se queda, y nosotros estamos expuestos a que nos suceda, igual que sucede una catástrofe natural… Pero creer en la magia es intrínseco a ser humanos, incluso aunque duela.