21 JAN. 2024 GASTROTEKA Las lentejas, el tocino y la velocidad El chef de 7K establece en este artículo una curiosa relación entre los tres términos que utiliza en el titular, recordando una frase: «todo tiene que ver con todo», que en una ocasión le respondió un profesor. Y habla de la prisa, una constante en la sociedad actual. ¿Cómo influye en la vida y en la cocina? Javi Rivero Esta es la pregunta que le lancé una vez a un profesor en la carrera de gastronomía: «Perdona, pero, ¿qué tienen que ver las lentejas con la velocidad?». Había oído la misma pregunta alguna vez con el tocino como protagonista pero, no sé por qué, ese día el subconsciente me ofreció lentejas en la pregunta. El hambre y las ideas son caprichosas por naturaleza, amigos. A lo que voy. Esta pregunta se la lancé a una persona que nos estaba enseñando psicología. Y yo, que de verdad quería entender el por qué de aquella dirección instruida hacia lo divino y lo psicológico, no terminaba de ver el sentido de aquella clase. De ahí mí pregunta. Pudiera parecer una pregunta desafortunada, fuera de lugar o incluso una falta de respeto, pero nada más lejos de la realidad. Aquel señor, al que me refiero así porque no me acuerdo de su nombre, me respondió sutilmente con un «todo tiene que ver con todo». Hoy es el día en el que más convencido estoy de que esto es así. No podemos decir que hoy llueva o haga sol porque hayamos comido o cenado algo, pero sí podemos decidir qué comer o cenar en función del tiempo que haga. ¿Lo veis? Esta persona hizo que me replanteara la perspectiva de muchísimas cosas. Sobre todo, las del comer. Y es que habré dicho una y mil veces que todo lo relacionado con el comer depende de dónde estamos, con quién estamos y otros factores que tendrán que ver con cómo se cocina y, por supuesto, con cómo se come. El título abre un melón que en muchos años no podremos cerrar. El de la velocidad, que, volviendo a mí pregunta, me hubiera respondido yo mismo con un «la velocidad tiene la culpa de todo». La velocidad es sinónimo de evolución. Una evolución que no siempre tiene por qué ser buena, equilibrada y lógica. Con la velocidad en la cocina ocurre como con los decimales en las cuentas. Cuando toca redondear, siempre se hace a favor de la comodidad y la optimización en tiempo o recursos (a favor de la velocidad o el bolsillo). Y es aquí, en estos pequeños redondeos, donde se empiezan a perder los pequeños detalles. Estos pequeños detalles son los que marcan la diferencia. Es muy poquita la información que se pierde, pero suficiente para que los números no cuadren o una receta no sepa como siempre. Ay… amigos… la velocidad sí tiene que ver con las lentejas. Y tanto que tiene que ver. ¿Sabéis cómo aterrizo los pies, cuando me tocan semanas de trabajo, de esas que parece que nunca se acaban? Me paro en un bar, en una gasolinera, con un café, mirando la carretera, viendo la velocidad a la que todo pasa, la velocidad a la que vivimos y dejamos de apreciar los pequeños detalles. Ese café, que muchas veces se acompaña de un pincho de tortilla, es probablemente el que más aprecio de toda la semana. Es el café en el que más me concentro cuando me lo bebo. Por unos minutos consigo evadirme de la velocidad. Y un café solo, corto y muy caliente, goza de toda mí atención durante 10 minutos. Más de un minuto por sorbo. Pensadlo, ¿cuándo fue la última vez que dedicasteis más de un minuto a un trago o un bocado? Ay… familia… el café también tiene que ver con la velocidad. ¿Y el tocino? Obviamente, también tiene que ver con la velocidad. El tocino pudiera representar esa parte de ansia y suculencia por la que uno tira cuando la velocidad y el ritmo de vida se superponen a todo. Como os decía, prefiero verme mirando la vida pasar desde la terraza de una gasolinera, con un café, que conduciendo rápido porque no llego a la siguiente reunión. El tocino es eso que se le acumula a uno si no lleva una alimentación equilibrada y no hace algo de deporte. En mi caso, la velocidad y la carga de trabajo fuera del restaurante hacen que tenga días en los que mi alimentación sea un desastre. ¿Os suena? Seguro que más de uno está ahora mismo asintiendo con la cabeza, acordándose de que esta semana ha comido mal y tarde en más de una ocasión. Y, además, sin tocar cuchara. Catástrofe. OLLA EXPRÉS Y THERMOMIX La única velocidad a la que me rendiré es la que hace que una olla exprés sea realmente exprés y a la velocidad de las revoluciones de una Thermomix. Pocos guisan mejor que una olla exprés y nada tritura mejor, las cremas, que una Thermomix. No sé en qué momento se aceptó aquello de que «si eres cocinero, cuece o guisa en marmita y no en olla exprés». Ese complejo culinario que se vive y se palpa en el ambiente de muchas cocinas profesionales, también tienen que ver con la velocidad. Una olla no sustituirá nunca a un cocinero. Tampoco lo hará una Thermomix, pero sigo sin entender por qué parece que si se usa cualquiera de estos dos instrumentos de cocina parece que somos menos cocineros. Será culpa de la velocidad… La velocidad tiene la culpa de que muchas cosas no se hagan como nos gustaría que se hicieran. Estoy de acuerdo, pero nos está costando encontrar el equilibrio, nos cuesta pisar el freno cuando tenemos oportunidad de hacerlo. Y, aceptando esto, aceptamos ser cómplices de nuestra propia trampa. La velocidad tiene la culpa de que no guisemos tanto como nos gustaría, tiene la culpa de que aceptemos cualquier atajo o precocinado con tal de llevarnos algo a la boca, incluso cuando tenemos tiempo para cocinar. La velocidad tiene la culpa de que no valoremos los pequeños detalles de una compra y centralicemos todo en grandes superficies… Pero en el momento en el que tenemos la oportunidad de resarcirnos y de cumplir con nosotros mismos, no la aprovechamos. Creo, amigos, familia, que la velocidad es un ingrediente con el que tenemos que aprender a cocinar. Un ingrediente que es casi tan condicionante como la sal. Es un ingrediente que relaciona y, a la vez, condiciona todo. Pero también es un ingrediente que no hace falta que esté en todos y cada uno de los platos… Haced la prueba, parad, pedíos un café y mirad lo que pasa. Acordaos, no más de un sorbo por minuto. On egin! «La velocidad tiene la culpa de que no guisemos tanto como nos gustaría, tiene la culpa de que aceptemos cualquier atajo o precocinado con tal de llevarnos algo a la boca»