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REPASO A UNA VIDA EN LA ABOGACÍA Y EN LA POLÍTICA
Entrevue
JONE GOIRIZELAIA
ABOGADA

«Tantos años de abogacía me dejan un montón de sumarios, historias y vidas»

Más de cuatro décadas de dedicación a la abogacía. En gran parte en un contexto marcado por el conflicto político. Con todo ese bagaje acumulado, Jone Goirizelaia se retira para abrir una nueva fase en la que sin duda seguirá de cerca el devenir de este país. El cercano aniversario de la muerte de Iñigo Cabacas es el pretexto para citarnos con ella. Un caso que ha dejado huella.

(Marisol Ramírez FOKU)

Una enorme pila de carpetas y archivadores llenos de papeles ocupan parte del espacio en el despacho de Jone Goirizelaia (Bilbo, 1956). Papeles que contienen parte de la historia de este país. Mientras nos conduce por un largo pasillo hasta el despacho, nos explica que ahora está inmersa en la tarea de ordenar toda esa documentación que guarda «sumarios, historias y vidas», como ella relata. Su reciente jubilación y el aniversario de la muerte de Iñigo Cabacas, el próximo 9 de abril, nos introducen en una tranquila conversación en la que Goirizelaia repasa el caso del joven basauritarra, muerto por un pelotazo de la Ertzaintza en 2012. También hablamos de sus inicios como abogada, de política, de la iniciativa Ahotsak... Partes importantes de su trayectoria que también lo son en la historia de Euskal Herria y sirven de guía para el futuro.

Hace poco que se ha jubilado tras una larga trayectoria en la abogacía y la política. Nos ha citado en su antiguo despacho. ¿Cuesta dejar atrás un oficio al que le ha puesto tanta pasión y dedicación? La verdad es que no es fácil tomar la decisión porque siempre hay algo que tienes que terminar, algún juicio que prefieres hacer tú que dejárselo a alguien. A veces pensamos que somos insustituibles, cuando no es verdad. Una vez tomada la decisión, la segunda parte es mirar qué tiras y con qué te quedas y para qué. Todos estos años como abogada me dejan un montón de sumarios y de historias. Un montón de vidas y un montón de resultados judiciales. Ahora estoy en esa fase, en decidir qué se va y qué se queda.

He hecho ya una especie de entresaca, pero tengo que seguir porque he guardado casi todo (se ríe). Por ejemplo, de los últimos casos que he llevado ha sido el juicio que hice como acusación particular por el asesinato de Maguette. Al principio pensé en tirarlo y luego pensé que no. Porque habrá un momento en el que tendremos que mirar qué hicimos mal y por qué pasaban esas cosas. Es importante ver en esos sumarios dónde están los errores, porque al final aquí lo que pasó fue consecuencia de una serie de decisiones que la Administración tomó mal. Porque, al tomar esas decisiones, Maguette volvió a su casa y a los cuatro meses de volver a su casa su marido la asesinó.

Luego hay otra serie de asuntos que tienen que ver con los inicios. Yo empecé a ejercer en la calle Bailén en un momento en el que era una zona muy muy conflictiva. Está al lado de la calle San Francisco, cerca de Bilbao La Vieja, cerca de toda la parte de las Cortes... En aquella época, cuando yo empecé, en el año 80, existía una cosa de la que ahora nadie se acuerda: la Ley de vagos y maleantes. Esa ley permitía hacer redadas a la gente que ejercía la prostitución, a personas transexuales... Ahí defendí a mucha gente que tenía que ver con eso, pero también había otro tipo de delitos, porque es un barrio con mucha exclusión social, y en ese momento todavía más. Su vida era robar y vender lo robado. También hay muchas cosas de esa época que igual sirven para un análisis y para buscar soluciones, porque sigue existiendo exclusión y mucho recelo.

Y luego hay otra parte que tiene que ver con todos los juicios de la Audiencia Nacional. Hay procesos sobre torturas, hay procedimientos en los que nos personamos como acusación particular. Por ejemplo, el caso de Anuk. Y luego están todos los juicios de la AN desde el año 80 hasta ahora. Tenemos los procesos de legalización y de ilegalización... Hay cosas que merece la pena guardar porque tenemos que contar la historia y tenemos que contarla también desde este punto de vista. Porque la historia que nos cuentan normalmente la cuentan los que dicen que ganan o los que mandan, y desde una óptica.

Se acerca el aniversario de la muerte de Iñigo Cabacas. ¿Cómo comenzó su papel en el caso? ¿Qué huella ha dejado en usted? Cuando pasó aquello hubo una concentración en el callejón y estuvimos allí. Para mi sorpresa, una persona que yo había defendido en la Audiencia Nacional era su primo. Su compañera era una abogada que yo conocía. Me dijeron que eran familia, estuvimos en la concentración pero ni hablamos con los padres ni nada.

Hubo un segundo momento en el que coincidí con los padres de Iñigo. Fue en el juzgado, en la clínica médico forense. Ellos habían ido porque les habían llamado y yo había ido porque tenía unas diligencias que hacer. Cuando estábamos allí, aparecieron unos ertzainas que les llevaban un número de teléfono para que llamaran... Bueno, alguna cosa no muy entendible en ese momento. Yo me acerqué y les eché una mano en lo que había. Luego ellos empezaron a dar vueltas por diversos abogados de Bilbo con fama como penalistas y de repente aparecieron en el despacho. Estuvieron hablando conmigo y estuvieron analizando quién de los abogados a los que habían acudido les parecía que era la persona más adecuada para llevar el asunto. Al poco tiempo me llamaron y me dijeron que habían decidido que yo fuera su abogada. Es decir, terminé siendo su abogada por un proceso de reflexión que hicieron los padres y la verdad es que para mí fue un halago que ellos tuvieran esa confianza en mí y que pensasen que les podía ayudar.

A partir de ahí, la relación con ellos ha sido y es muy especial. La base de esa relación es la confianza mutua y el que ellos han creído siempre que era posible, a pesar de todas las dificultades, seguir adelante. Y yo también. Por lo menos hemos conseguido aclarar algo y llegar a un juicio que algunos de los abogados que visitaron antes les habían dicho que no iba a pasar.

Vayamos doce años atrás. Desde que se produjo el pelotazo contra Iñigo Cabacas la noche del 5 de abril hasta que falleció el día 9, las primeras horas fueron convulsas, al principio apenas trascendió información... ¿Cómo recuerda aquellos momentos? Cuando estuvimos en la concentración, había mucha gente que había estado allí, en el callejón, el día que se produjeron los hechos. Nos contaron que allí no había pasado nada, que ellos estaban tan tranquilos, que de repente cargaron... Entre esas personas había gente que estaba herida. La percepción era de que había sido totalmente desproporcionado e innecesario. Nadie entendía por qué en un momento en el que se estaba celebrando algo de repente aparecen unas furgonetas y se ponen a cargar sin que pasase nada.

La gente no daba crédito a las explicaciones que daba el entonces consejero Rodolfo Ares. Y ya cuando empezó a contar que Iñigo tenía relación con grupos ultras italianos... ‘¿Qué está diciendo este señor?’. La gente percibía que desde el Departamento se estaba buscando una explicación para no reconocer la realidad, que era que había pasado algo que no tenía ninguna justificación.

Patxi López era lehendakari en ese momento y el consejero de Interior era Rodolfo Ares, quien no tardó en arremeter contra usted. La negación y la ocultación de información fue la máxima del Gobierno de Lakua. Supongo que serían momentos muy tensos. Rodolfo Ares estuvo en este despacho. Nos llamó por teléfono y nos pidió una reunión. Nos contó una historia que era increíble desde todos los puntos de vista. El padre de Iñigo, Manu, se enfadó muchísimo con él. Pretendía darnos a entender que la culpa era de Iñigo, que Iñigo había tenido algo que ver y por eso le había pasado aquello. Fue un momento muy duro y muy tenso. Entonces ya sabíamos que le habían dado un pelotazo en la parte de atrás de la cabeza, es decir, que no veía lo que pasaba. También sabíamos que no había habido ningún incidente porque ya estábamos en el procedimiento y estábamos recabando testigos. Las explicaciones de Ares fueron totalmente incongruentes.

Veo la situación actual y pienso: han pasado muchos años y ahora dicen lo mismo. Son incapaces de reconocer que han cometido un error, que lo han hecho mal. La culpa siempre es del otro. Intentan que la víctima sea el autor y dan unas explicaciones increíbles. La familia de Iñigo se sintió fatal aquel día, pero es que luego, a partir de ahí, el trato institucional respecto a la familia ha dejado mucho que desear. No les reconocían como víctimas, no les llamaban absolutamente a nada, nunca tuvieron un apoyo. Hubo un momento en que, estando Iñaki Azkuna de alcalde, fuimos al ayuntamiento para ver si le hacían un reconocimiento y la respuesta de Azkuna fue muy mala. Luego esto cambió cuando entró Ibon Areso. De hecho, les hicieron un acto en el ayuntamiento, le reconocieron como víctima y está dentro del mapa de las víctimas de Bilbo. Pero al principio fue muy duro para ellos. Siempre han dicho que han tenido el apoyo de la gente de la calle. Se han sentido arropados por la sociedad.

En 2012 cambió la formación del Gobierno de Lakua pero la postura ante el caso Cabacas siguió la misma senda. Desde la Ertzaintza se quiso hacer creer que se trató de un accidente. Para entonces ya se había activado una respuesta ciudadana pidiendo verdad y justicia. Explicación no ha habido pero creo que sí se consiguió por la movilización social, la presión y el trabajo que se hizo a nivel judicial que las cosas cambiaran. El jefe de la comisaría de la Ertzaintza de Bilbo, un altísimo cargo, dimitió a consecuencia de lo evidente que estaba quedando en el juicio a ojos de la sociedad que el operativo fue un desastre, que la actuación para esclarecer los hechos fue todo lo contrario. Lo que hicieron fue obstaculizar. Y que no habían hecho absolutamente nada para reparar el daño. Entonces tuvo que dimitir, pero es que además las declaraciones de los mandos fueron cambiando, empezaron a reconocer que había errores y, como les cuesta muchísimo reconocer las cosas, pues al final salió aquel mando de la Ertzaintza diciendo que había sido un accidente. Una pelota no se dispara por accidente y una orden de «entrar con todo» tampoco... Ellos la presión la sintieron. Pero también es verdad que dentro de esa presión hubo un momento en el que tuvieron una reunión con Jonan Fernández, que les dijo que fueran pensando que esto se iba a acabar sin juicio y sin condenas. Tenían una estrategia encaminada a que no hubiera juicio. ¿Por qué pasa al final de otra manera? Yo creo que por la presión social y porque era tan evidente que aquello era un despropósito que no tuvieron más remedio que reconocerlo haciendo otras cosas.

Unos audios demostraron después que la orden fue clara por parte del mando de la Ertzaintza, pese a que le informaron hasta en tres ocasiones de que no había ningún incidente. «Entrar con todo lo que tenemos, entrar a la herriko». Esas palabras se han quedado grabadas en la memoria colectiva de este país. Creo que en el momento en el que GARA publicó aquellos audios, la ciudadanía en general quedó impactada. Oír las cosas que aquel señor decía respecto de una gente que no estaba haciendo nada... La forma, el tono y las órdenes que daba, a la gente no se le olvida.

Curiosamente, como pasa siempre, ¿qué se quiso hacer en aquel momento? Pues matar al mensajero. El primer juicio que hubo no fue contra los ertzainas, sino que fue contra los periodistas que en el ejercicio de su trabajo y de la libertad de prensa habían publicado eso. Pero también contra los abogados. El derecho a la defensa y el derecho a la información en el banquillo por el trabajo que se estaba realizando en defensa de los familiares de la víctima y por explicar a la gente lo que estaba pasando. Si esto es un país de contradicciones, desde luego con aquello fue evidente.

Había un miedo palpable a que se supiesen ciertas cosas. Una vez que pasó esto, lo que sí creo que es muy bueno es que la sentencia hace un relato de todo lo que se hizo mal durante la investigación. Y concluye que, como se hizo mal, no se pudo juzgar a más gente. La historia vuelve a poner el foco en la Ertzaintza.

Claro, la gente no entendía por qué no se le juzgaba a este señor. No se le juzgaba porque la instrucción preliminar que había hecho la Ertzaintza no daba pie a seguir adelante. Y la sentencia lo dice. Hubo una actuación unánime de todos. Todos los que declaraban hablaban de una serie de reuniones anteriores a ir a declarar para preparar todo lo que tenían que decir y para hacer todos una historia. Me sorprende mucho cuando se habla de transparencia. ¡Si estás montando una historia para alejarte de lo que pasó!

Finalmente, solo un agente fue condenado y otros cinco fueron absueltos. La respuesta no se hizo esperar por parte de la sociedad y por unos padres rotos tras una lucha incansable. ¿Qué sentimientos le produjo? Es una sensación agridulce. ¿Por qué? Tiene de bueno que reconoce y recoge que la investigación se ha hecho mal y que los fallos fueron de la Ertzaintza; tiene de bueno que recoge en el relato de hechos lo que más o menos pasó y dice que no hubo ningún tipo de incidente de ninguna naturaleza que hiciera necesario utilizar los efectivos antidisturbios y utilizar los peloteros. Y dice que, como no era necesario, no hubo proporcionalidad. Habla de que quienes así actuaron y dieron esa orden lo hicieron con negligencia profesional y vulnerando los reglamentos.

Lo que pasa que al final no tienes autor material y no tienes responsabilidad directa de nadie, porque en el derecho penal español la responsabilidad es personal y tú tienes que demostrar que efectivamente quien dices que ha sido, ha sido el que ha hecho las cosas. Teníamos que haber tenido la escopeta, teníamos que haber tenido la pelota, teníamos que haber visto cómo disparaban, teníamos que saber quién tenía los peloteros y quién no, teníamos que saber dónde estaban... Y todo eso no lo sabíamos porque resulta que se limpiaron los peloteros, nadie sabía quién había tenido qué, nadie sabía nada...

Creo que al final la parte que tenía que ver con que aquello fue algo que no se debió hacer y que Iñigo no tenía absolutamente ninguna responsabilidad, la sentencia lo dice. Y, en ese sentido, los padres estaban más o menos satisfechos.

Recientemente hemos asistido a nuevas actuaciones injustificables por parte de la Ertzaintza. Es evidente que existe un debate pendiente en torno a todo esto. Usted llega a este momento con un largo bagaje. ¿Qué lectura hace? Yo tengo muy claro que ese debate es necesario porque, si estamos hablando del modelo policial que queremos y hablamos de Policía de proximidad, de Policía integrada en la sociedad que trabaje con la gente y para la gente... pues evidentemente algunas actuaciones no tienen nada que ver con lo que estamos hablando. También es consecuencia de cómo se forman los agentes. Cuando en el Parlamento de Gasteiz hemos preguntado cómo se forman en Arkaute, hemos alucinado con las cosas que nos han ido llegando. También a los municipales se les envía a Arkaute. Y la obsesión de que tengan que llevar pistola, de que tengan que llevar tásers... Lo primero que se les ocurre antes de analizar lo que pasa es sacar el pelotero. Creo que la gente está preocupada con esto.

¿Qué modelo quieren estos señores? Hay que mirarse un poco en Europa. Antidisturbios hay en todos los lados, pero la forma de encarar las cosas es distinta. Hace falta una formación en derechos y eso no es incompatible con mantener el orden.

No sé si la campaña electoral es el mejor momento para dar este debate. Porque luego sale el consejero -Josu Erkoreka- diciendo que detrás de todo esto ya sabe quién está. Me da la impresión de que quiere embarrar el contexto. Me parece una falta de responsabilidad.

Pongámonos ahora mirando al futuro. Tras su recorrido político y a las puertas de unas elecciones en una parte del país, ¿se atreve a compartir su diagnóstico sobre el momento actual? Creo que estamos en un momento político muy interesante y sobre todo muy esperanzador. Nosotras llevamos muchos años queriendo cambiar las cosas. Me acuerdo hace muchísimos años hablando con Josu Muguruza, de repente nos dijo que se necesitaban mujeres en la izquierda abertzale. Que hacía falta la mirada feminista. Nos convenció. Era muy bueno convenciendo, también es verdad (se ríe). Nos pusimos a trabajar con la mirada puesta en el cambio, en una sociedad euskaldun, feminista, en una sociedad sin tantas desigualdades... Y sobre todo con la mirada puesta en una Euskal Herria independiente. Ese trabajo ha sido difícil. Había momentos en los que decías: esto no va a pasar nunca. Y creo que ahora todo eso está cambiando. Primero porque las generaciones han cambiado, pero sobre todo porque están quedando muy a la vista las carencias de quienes están gobernando. Quien gobierna, cuando no tiene problemas, sigue con inercia. Pero en el momento que tiene problemas, como está acostumbrado a hacer las cosas siguiendo esa inercia, no es capaz de hacerles frente. Y yo creo que eso es lo que le está pasando al PNV y al Gobierno Vasco. Se supone que un gobierno tiene que tener soluciones. La gente ve que no hay solución para Osakidetza, para la vivienda, etc.

Frente a eso creo que hay esperanza. El candidato de EH Bildu, Pello Otxandiano, hace propuestas, tiene ideas y plantea cosas posibles de hacer. Cosas que van a mejorar la vida de la gente y creo que eso ha calado. Por eso están tan nerviosos y por eso hacen esas declaraciones. Creo que el cambio viene pero no tengo claro si será en estas elecciones o en las próximas. Porque el Partido Socialista y el PNV se necesitan aquí y se necesitan en España. Pero sobre todo aquí, porque si el PSE no hace gobierno con el PNV, se va al ostracismo. Fuera de los gobiernos hace mucho frío y el Partido Socialista tiene muchos intereses ahí.

No hemos hablado de su paso por Ahotsak. ¿Qué supuso para usted personalmente y para el país en general? Creo que en su momento fue muy importante. Estamos hablando de 2002-2003, un momento en el que la incomunicación entre partidos y entre la gente era total y absoluta. Nosotros estábamos en el Parlamento Vasco y es que no nos poníamos ni al lado en la barra de la cafetería. Era un momento duro y complicado, los parlamentarios de otros partidos iban con escolta... En el Parlamento de Gasteiz había en aquel momento, además a iniciativa nuestra, una comisión de derechos de la mujer y de la juventud. En esa comisión nos juntamos con el tema de los alardes -fíjate el tiempo que ha pasado y seguimos igual- con la idea de intentar sacar una resolución conjunta entre todas las mujeres que estábamos en la comisión. Vimos que era posible. Entonces empecé a hablar mucho con Gemma Zabaleta. De hecho, no solamente nos juntábamos en el Parlamento, sino que quedábamos juntas y empezamos a ir juntas a unos cursos de una cátedra de paz que daba la Unesco en Barcelona. Empezamos a ver que en realidad no teníamos tantas diferencias, que desde dos ópticas diferentes teníamos muchísimas cosas en común. Entonces se empezó a tramitar en el Parlamento la Ley de Parejas de Hecho y pensamos en si podíamos hacer todo lo que teníamos en común. Y lo hicimos.

A partir de ahí empezamos a pensar en qué podíamos hacer nosotras como mujeres para hacer cambios. Sobre todo lo que decíamos es que somos más del 50% de la población, nos afectan muchísimo todas las decisiones y no participamos en ellas. Entonces pensamos en hacer algo con mujeres de diferentes ideologías. Nos pusimos a hablar con gente del PNV, de EA, de IU... Todo el mundo estaba de acuerdo y empezamos poco a poco. Se sumaron en Nafarroa, en Iparralde, también los sindicatos... Y dijimos: si somos tantas, vamos a ver si somos capaces de ponernos de acuerdo en algo. Hicimos un texto desde la óptica de las mujeres hablando de nuestro derecho a ser parte y derecho activo en la solución. También hablábamos de que la paz no era solo ausencia de violencia, sino que era reconocimiento de derechos y posibilidad de su ejercicio, cuestiones tales como que lo que la sociedad decida se tiene que respetar... Hablamos de tender puentes. Y hablábamos de un concepto que es «desde lo que nos une». Vamos a hacer cosas en las que estemos de acuerdo, no vamos a intentar hacer cosas en las que no nos vamos a poner de acuerdo porque eso lo que hace es romper. Fue una iniciativa muy importante, un punto de inflexión, y ahora todavía mantenemos esos lazos.

Es conocida su faceta más artística, su interés por el baile, por la cultura... Ahora que, por decirlo de alguna manera, cierra una fase, ¿qué planes tiene? Acabo de participar en la obra llamada “Mari, emakume mitologikoa”. Es una idea de Jon Maia y lo que hacemos es una lectura de la mitología a través de los ojos de la mujer. Es un reconocimiento a todas las Maris de este país. Y luego veremos, seguiré. Y, por supuesto, estoy esperando a que me toque la entrada para ir a la final de la Copa en Sevilla...

... y que gane. Yo ya tengo claro que vamos a ganar.