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TRES DÉCADAS DE TRAYECTORIA COMO FOTÓGRAFO

Destacados nombres de la cultura vasca, vistos a través de la cámara de Juantxo Egaña

Rostros y manos moldeados por el paso del tiempo. Miradas que se pierden. Otras que buscan al espectador. Imágenes en las que el blanco y el negro se alejan y se encuentran. Juantxo Egaña expone en el bar Alboka de Donostia una veintena de fotografías de relevantes creadores vascos. La muestra está abierta hasta mediados de agosto.


Las paredes del bar Alboka, en la calle Easo de Donostia, se han vestido con una veintena de fotografías de creadores vascos como Joan Mari Irigoien, Elena Asins, Ainize Txopitea, Julia Otxoa, JosAnton Artze, Jorge Oteiza, José Antonio Sistiaga, Juan Gorriti y José Ramón Anda. «Es un pub con solera, donde organizan conciertos. Fue su responsable, Jon Martínez, amigo desde hace años, quien me propuso la idea. El espacio es bastante complicado. Lo ideal hubiera sido un lugar más amplio, pero ha sido todo muy rápido y decidí tirarme al río; estoy contento con el resultado», señala Egaña.

Cosas de la vida. Fue el mismo bar el que acogió la primera muestra del fotógrafo, colaborador de GAUR8. «Casualidad, mi primera exposición la realicé en el Alboka a finales de los años 80 y también eran retratos; me han apasionado desde siempre», cuenta.

Queremos profundizar en ello. «De hacer retratos lo que me atrae es la gente, lo humano, sus expresiones, la luz, lo que cada uno nos dice con su mirada y expresión. El paso de los años aparece reflejado, también la alegría, la tristeza o la indiferencia».

Fotógrafo y documentalista gráfico, Egaña lleva tres décadas con su cámara al hombro. Ha conocido prácticamente todos los aspectos de la fotografía. Ha ilustrado revistas y libros (de cine, arte, literatura y gastronomía, especialmente). Ha sido documentalista gráfico; ha expuesto y organizado muestras individuales y colectivas; también ha publicado artículos y libros sobre la historia de la fotografía. Especializado en la fotografía técnica para catálogos de arte -trabaja para museos y salas de arte-, en los últimos años ha realizado retratos a numerosos pintores, escultores y escritores. Su obra ha recibido el primer premio del V Concurso Fotográfico Profesional de Retrato Ángel Font en Barcelona.

Trabaja en blanco y negro. No contempla otra posibilidad. «La fotografia en blanco y negro para mí lo es todo. Te da otras visiones del retratado, de lo que uno quiere enseñar, aunque la mirada de cada uno es muy subjetiva. El color puede llevar al espectador a otros terrenos ajenos y distraernos de lo fundamental de cada imagen», remarca.

AUSENCIAS

Creadores de disciplinas artísticas como la escultura, la pintura o la literatura desfilan ante los ojos de Egaña. Le ha resultado complicada la selección de fotografías. «He coincidido con muchos creadores vascos que ya han desaparecido. De repente, al mirar el archivo, te encuentras con sus imágenes», dice, a la vez que reconoce que no ha sido capaz de incluir imágenes de José Luis Zumeta y Koldobika Jauregi en la exposición, sobre todo en el caso de este último por ser muy reciente su pérdida. «Tenía fotografías de Koldobika Jauregi que transmitían mucho, pero he sido incapaz de colocarlas en la exposición. La sensación de cercanía lo hizo imposible. Me ha pasado lo mismo con otra imagen de Zumeta, un retrato super interesante. No he podido», confiesa.

Muchos de los retratos son realizados por encargo. «Hay veces que vas a fotografiar una escultura, por ejemplo, y aprovechas para retratar al autor. En otras ocasiones te piden una foto para la solapa de un libro y tú te guardas las que sabes que no les interesan editorialmente», indica. Casi la mitad de las fotografías expuestas en Donostia ven ahora la luz por primera vez.

Al contemplar la exposición, una se da cuenta de que predominan las fotografías tomadas de perfil. «La mirada lo es todo en un retrato. No están mirando a cámara y no les provoca tensión la propia cámara cuando estás disparando. Si no conoces a la persona que tienes enfrente, igual estás tensionando algo. Al poner las luces, la cámara… te estás entrometiendo en su terreno. Por eso, al hacer las fotos de perfil, todo es más tranquilo, más suave. El fotografiado pierde la mirada y estará pensando en sus cosas, o simplemente está esperando a que acabe de hacer la fotografía; me resulta más sencillo y atractivo», explica.

Se trata de retratar a la persona que se esconde tras el personaje. «Sí, es eso», dice. El hecho de que las instantáneas se lleven a cabo en un espacio íntimo, normalmente la casa o el estudio de trabajo del fotografiado, facilita las cosas. «Si lo pones es un espacio que no conoce y rodeado de luces, puede ser más complicado para ambas partes».

Aunque hayan pasado años, Egaña recuerda al detalle el momento que vivió con cada uno de ellos, algunos de ellos nombres muy relevantes de la cultura vasca. «Al hacer una fotografía hay un nervio, hay una emoción. Te queda grabado en la memoria. Pasan los años y una parte de esa historia que tienes en tu mente está ligada a vivencias acumuladas y guardadas. Hay detalles de los que no te acuerdas, pero de otros sí. Recuerdo con emoción muchos momentos vividos con ellos. Me acuerdo de Basterretxea, Oteiza… también de personas menos conocidas».

PROTAGONISTAS

Cómo olvidar a Jorge Oteiza. «A finales de los años 80 iba a hacerle fotos a su casa de Zarautz o a Altzuza. Siempre se sentaba al lado de una ventana. Te facilitaba hacer las imágenes. El contraste de luz que se crea es super interesante. Él ya sabía que estaba retratando y miraba a cámara aunque estuviese haciendo fotos de perfil», cuenta.

Entre esos momentos especiales se refiere al vivido con Jorge Oteiza y Fernando Larruquert. «Fui como ayudante de Larruquert a hacerle fotos a Oteiza. Sería de mis primeras veces. Estábamos en la casa de Zarautz. Larruquert, siendo también director de fotografía de cine, perfeccionista, medía la luz exactamente. Una y otra vez, casi con el metro. Y Oteiza saltó: ‘¡Desenfoca, cabrón, desenfoca!’, le dijo. Larruquert no soportaba la frescura en una foto, lo tenía todo super estudiado y controlado», afirma.

La muestra consta de una selección de 20 fotografías, la mayoría retratos individuales, aunque en el caso de Oteiza ha elegido una serie conformada por seis imágenes. «Son primeros planos en blanco y negro hechos en su casa de Zarautz a finales de los años 80. Es una tira de negativo que digitalicé en su día. Lo que he hecho ha sido positivar. Se puede ver incluso la marca de la película; se asemeja a una hoja de contactos», señala.

También se puede ver en Alboka otra fotografía de Oteiza realizada delante de la fuente que diseño él en Altzuza. «Aparece con zapatillas de casa. Fue salir de casa para hacer la foto y justo me dio tiempo a enfocar. Fue muy rápido todo», cuenta.

Egaña comienza a desgranar cada una de las obras. «De Joan Mari Irigoien he seleccionado una foto de estudio de hace veinte años. Luego estuve en su casa unos meses antes de morir. Me impactó ver estas últimas imágenes».

A Elena Asins se la ve con los ojos cerrados en una de las imágenes. En la otra mira a cámara. «Su obra es muy oscura y elegí dos imágenes hechas en su casa de Azpirotz en la década de 2000», continúa.

¿Qué decir de Juan Gorriti? «Es espectacular. Sus facciones y el perfil… Se muestra con una gran tranquilidad siendo un hombre tan movido. Tengo el recuerdo de que no le gustó el retrato que le hice, él no se veía así a sí mismo. Se veía con el pañuelo en la cabeza… Recuerdo el semblante que tenía», asegura.

De Julia Otxoa, a principios de los 90, destaca el movimiento de sus manos. «De hecho, fueron las protagonistas de una de las fotografías. Tenía un bolígrafo o un lápiz. También se ve el juego de claroscuros, y sus manos representan lo que ella hacía, escribir», agrega. Sin olvidar a JosAnton Artze. «Creo que eran fotos hechas para una revista. En la entrevista le preguntaron qué era para él la poesía. Se hizo un silencio… parecía interminable. Se quedó petrificado. En alguna medida se sintió atrapado y es el momento en que la hice la imagen que se ve ahora en la exposición, aunque también le hice otras».

José Ramón Anda se puso a hablar y se fue perdiendo la mirada. «Me recordó a los apóstoles de Oteiza. Con esa nariz tan encorvada, tan escultórica… Entre la luz que entraga a su estudio, esa mirada perdida y las facciones que tiene parecía un apóstol de Arantzazu. Francamente, me enganchó esa imagen», reconoce. «Luego además hice un ambrotipo -técnica utilizada en las primeras fotografías realizadas en el siglo XIX con un cristal- con una de las imágenes, que no he incluido en la exposición».

La artista Ainize Txopitea también forma parte de la muestra. «Es muy interesante. Sabe posar y busca la imagen en la que ella se siente mejor, sabe muy bien lo que quiere transmitir. Tiene una imagen muy controlada, me da esa sensación», detalla.

Juan Luis Mendizabal ‘Mendi’ también forma parte de la exposición. «Tengo muchísimas fotos suyas. Al final opté por una imagen de su última etapa en un día de mareas vivas en Zarautz, con el cielo completamente gris», continúa.

Las exposiciones constituyen una buena oportunidad para los creadores de echar la mirada atrás. Egaña no ha sido una excepción. «Me ha supuesto hacer una especie de recorrido vital fotográfico. Gaspar Montes Iturrioz, Mauricio Flores Kaperotxipi, Lucas Alberdi… te empiezas a acordar de personas que se han ido y que has tenido la oportunidad de conocer gracias a tu trabajo. Sus retratos no están en la exposición, pero me ha servido para hacer una especie de retrospectiva mental y afectiva».

Se siente privilegiado por compartir vivencias con todos ellos. «Me parece un lujo. En el día a día no eres consciente de ello. Te he hablado de pintores, pero te puedo mencionar al poeta José Hierro. Era increíble. He visto los negativos del día en que fue miembro del jurado de poesía de los Premios Ciudad de Irun. ¡Cómo es la vida! Generaciones de personas que han ido desapareciendo…», reflexiona.

«Hay imágenes que te gustan, otras no tanto, unas te traen recuerdos del momento… me guío por lo que me transmite la fotografía o por el momento. Es más intuitivo y visceral que racional, no es tanto la técnica utilizada o lo cuidada que esté la fotografía», remarca Juantxo Egaña.