30 OCT. 2015 CINCO AÑOS DE JUICIOS Y DETENCIONES POR RECONOCER AL POLICÍA QUE LE TORTURÓ Las torturas en comisaría que Egoi Irisarri relató ante el juez hicieron que se retiraran los cargos contra él. Tiempo después, este joven se encontró con uno de los policías que le detuvo. Le increpó y acabó detenido por injurias. Ayer tuvo juicio por resistencia. GARA Egoi Irisarri se sentó ayer en el banquillo de los acusados para vivir el último capítulo de una historia que más bien parece una broma macabra. Dos policías, que declaraban ocultos y con la voz distorsionada, le acusaban de haberse resistido a una detención. Irisarri explicó que actuó en estado de shock, pues cuando se dio la vuelta se topó con un encapuchado y temió que fuera un agente al que conoció en 2010, un miembro de la Brigada de Información que se cruzó en su vida años atrás. En 2009, adivinando una futura detención, al igual que otros muchos jóvenes vascos, este iruindarra envió un escrito al juez Fernando Grande-Marlaska para advertirle que jamás declararía en comisaría. Lo mismo le contó al secretario judicial que participó en el registro de su casa cuando, efectivamente, le detuvieron en 2010. Ahí es cuando Irisarri conoció a este policía, que participó en su detención a cara descubierta. Tras el arresto, la Policía se lo llevó a la comisaría de Canillas, en Madrid. Allí, Irisarri vivió «un infierno». Tan horrible fue que, al tercer día de incomunicación, tuvieron que trasladarle de urgencia al hospital Gregorio Marañón. «En ningún momento me dejaron a solas con los médicos. Estuve como unas tres o cuatro horas, me medicaron y me devolvieron», relata. Al forense que tomó la decisión de ingresarlo Irisarri le detalló todo por lo que había pasado en los calabozos. «Me ahogaron con la bolsa, me obligaban a hacer ejercicio hasta reventar y a desnudarme, adoptar posturas forzadas y golpes, muchos golpes en los testículos», recuerda el joven. El forense de la Audiencia Nacional, sin embargo, apuntó únicamente que necesitaba ir al hospital por una «infección de orina». El cuarto día de incomunicación, declaró en la comisaría lo que los policías quisieron, en contra de lo que había prometido al secretario judicial y a Grande-Marlaska. El quinto día, ya ante el juez, lo negó. Las evidencias de un posible maltrato eran tan serias que se abrieron diligencias a petición del fiscal. En 2011, otro juez tomó declaración a Irisarri y varios policías. Pero se archivó enseguida. A Irisarri se le procesó en el macrojuicio contra 28 presuntos miembros de Segi el pasado mes de diciembre. Finalmente, su nombre fue uno de los doce a los que la Fiscalía retiró los cargos. El motivo para exonerarlo fue, precisamente, la verosimilitud del relato de malos tratos que había hecho. Pero lo que distingue el caso de Irisarri del resto fue, precisamente, ese policía que lo detuvo sin cubrirse la cara. Según afirma el iruindarra, este agente le «acompañó» durante esos cinco días de pesadilla, tomando parte en esas torturas sin esconder su rostro. Como era de esperar, Irisarri no pudo olvidar esa cara. Un día, acabó cruzándose con este policía por las calles de la capital navarra. «Le increpé. Le dije: ‘¡Qué valiente!’. Después, cogí mi bici y me fui», comenta Irisarri. No se equivocaba. Al poco tiempo, fue detenido en la puerta de su casa por un presunto delito de injurias y calumnias. «Claro que era él. Nos conocemos de sobra. ¿Cómo si no iban a venir después a mi casa a detenerme, si yo me fui con la bici sin identificarme?», asegura el joven. «Él y yo nos conocemos de sobra, es de aquí de toda la vida. Cualquier día puedo volver a encontrarme con él por la calle. Con ese o con alguno de los que llevaban capucha en Canillas, solo que esos no sé quiénes son», sentencia. La injuria de la que le acusaban es haberle dicho a la cara «torturador» antes de largarse de allá pedaleando. De las injurias a la resistencia grave Finalmente, el caso por presuntas injurias y calumnias al agente se acabó archivando el mes pasado. Tras el carpetazo a este caso y la retirada de la acusación del fiscal en la Audiencia Nacional, Irisarri quedó libre y sin antecedentes penales. Pero su historia aún habría de retorcerse una vez más y llevarle ayer, de nuevo, a los juzgados. Lo que ocurrió fue que, en lugar de citarle a declarar por las injurias como en cualquier otro caso, el pasado 25 de marzo un policía de paisano le pidió el carné a la puerta de su casa. Al darse la vuelta, tenía otro policía detrás, está vez sí, encapuchado. Irisarri se alteró, intentó avisar a sus padres llamando al timbre. Los dos policías le agarraron de ambos brazos y le impidieron avisar a nadie. Llegó un coche a toda prisa con un tercer policía y se lo llevaron. Las versiones sobre si hubo o no forcejeo fueron discordantes en el juicio. Irisarri explicó que tuvo pánico del encapuchado, que temió que fuera el agente al que llamó torturador, que no le dijeron que le estaban deteniendo, ni por qué. Los policías aseveraron que todo fue correcto, que Irisarri braceó y dio patadas y que causó a uno de ellos un hematoma en la pierna. La Fiscalía pide para él 9 meses de cárcel. «Nos dice que ha sido torturado, pero no consta sentencia alguna. Solo si hubieran condenado a quien le torturó, podríamos valorar ese motivo», señaló el fiscal. Aunque, también es cierto que, antes de que se celebrara el juicio, se propuso un pacto, pero después de todo lo ocurrido, Irisarri no se lo pensó mucho: les dijo que no.