GARA Euskal Herriko egunkaria
Entrevue
NEKANE BORDE Y KONTXI ZEBERIO
FAMILIARES DE VÍCTIMAS NO INCLUIDAS EN LOS RELATOS DE LAKUA

«¿Acaso nuestros familiares no tenían derecho a vivir? ¿Ni a ser recordados?»

Los llamados Retratos sustentan buena parte de las celebraciones del Día de la Memoria, este martes. En ellos hay flagrantes ausencias denunciadas por EH Bildu, a lo que Lakua replica que ciertos estándares plantean no tener en consideración a militantes armados. Gaizka Gaztelumendi e Ina Zeberio eran dos de ellos, con la agravante de que sus muertes nunca tuvieron responsables ni se acabaron de aclarar.


Hay un hilo dramático que une las dos historias. Lo cuenta Kontxi, nada más sentarse juntas en la mesa: «Yo recuerdo que hasta aquel momento intentábamos no hablar mucho de eso, pero cuando ocurrió lo de Gaizka decidimos mentalizar a la familia de que eso mismo podía pasarle también a Ina. Y así fue...» Gaizka Gaztelumendi fue abatido por la Guardia Civil en la calle Amistad de Bilbo junto a José Miguel Bustinza una noche de setiembre de 1997; a Ina Zeberio la acribilló la Ertzaintza en un asalto a un piso de Gernika apenas nueve meses más tarde («tenía trece impactos de bala, se contaron 28 orificios en el cuerpo»). Ni uno ni otro caso están recogidos en los Retratos de la Memoria que ha elaborado el Gobierno de Lakua, con la pretensión de que sean la guía de los actos del martes.

Nekane Borde, prima de Gaizka, ha constatado que en la documentación entregada al alcalde de Ugao «solo aparece una víctima» y se pregunta si «acaso nuestros familiares no tenían derecho a vivir». Kontxi Zeberio, hermana de Ina, ve evidente que pudieron detenerlos antes, sin acabar con sus vidas. En su caso, el entonces consejero de Interior, Juan María Atutxa, «enseñó un vídeo con seguimientos a Ina y dijo que desde diciembre andaban detrás». Atutxa tomó parte la pasada semana en unas jornadas sobre autocrítica, pero dedicó más esfuerzo en exigirla a los demás que en hacer su propia reflexión sobre todo lo que ocurrió en su época y su departamento.

Aparece como precedente el caso de los tres voluntarios del IRA abatidos por fuerzas policiales especiales británicas en 1988 en Gibraltar. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Londres en 1995 por ello, desde la premisa de que pudo detenerlos (les siguieron hasta allí) pero prefirió matarlos. Nekane Borde apunta que también en el caso de la calle Amistad se acercaron posteriormente a las familias testigos presenciales. Narraron que los tirotearon cuando estaban entrando en el coche y que los guardias civiles no permitieron atender a Bustinza, hasta que murió. Recuerda además que en el primer momento se afirmó que los dos miembros de ETA habían disparado, lo que luego se desmintió. En el caso de Zeberio la versión oficial le imputó haber disparado tres veces.

En ambos casos casi todo ha quedado sin esclarecer. Kontxi tiene muy mal recuerdo de la comparecencia parlamentaria de Atutxa: «No nos dejaron entrar, nos quedamos fuera. Fue muy tensa. Jone Goirizelaia le preguntó por la munición, no era habitual. Mi hermana tenía en el cuerpo restos de astillas de la puerta. Y el cadáver estaba esposado, lo que significa que lo habían movido, algo que nunca se debe hacer...»

Impunidad y humillación

Ni ellos ni los Gaztelumendi fueron avisados oficialmente de las muertes. Kontxi recuerda que «nos enteramos por la radio, a la altura de Añorga, veníamos de una consulta en el hospital. Dijeron su nombre, sí. Aquel viaje de vuelta a casa fue larguísimo, muy duro».

Tampoco nadie ha sido condenado por los hechos. Los sumarios se tramitaron y cerraron enseguida. A esta impunidad se le ha sumado todo eso que en otros casos se tipifica y castiga como «humillación a las víctimas». Borde explica que hasta hace poco han seguido recibiendo puntualmente llamadas de tono amenazante. Zeberio detalla una muy concreta y tremebunda para la familia: «Decía ‘yo soy el ertzaina que la ha matado y estoy orgulloso, aquí andamos, celebrándolo’». La prima de Gaizka Gaztelumendi añade otro dato: «Hemos puesto tres veces una placa en el cementerio y las tres la han pintado o destrozado». Aunque subraya que peor que eso es la devastación que sigue a la muerte: «La madre de Gaizka, mi tía, no ha levantado cabeza desde entonces, todavía espera que de repente él aparezca por la puerta». Gaztelumendi tenía 27 años aquella noche de la calle Amistad; Zeberio murió a los 35.

Víctimas y víctimas

¿Todavía esperan algo de justicia, casi dos décadas después? Ambas niegan con la cabeza, al unísono. «Justicia no esperamos, pero al menos saber la verdad, que reconozcan lo que hicieron y quiénes fueron los responsables de lo que hicieron, eso sí», resume Nekane Borde. Y añade luego con un deje irónico: «Y que sufran un poquito, solo un poquito».

Se trata solo un desahogo pasajero. Ambas coinciden en que un castigo penal al uso no resarciría nada. «Lo que quisiéramos es que siguieran vivos –remarca Nekane Borde–, pero eso no es posible, así que... Tienes que seguir viviendo y, en lo que se pueda, ayudar a que todo esto se resuelva».

Toca mirar al futuro, pues. Y ahí se sitúan los actos del martes, proclamado como Día de la Memoria, en los que Lakua no les tendrá en cuenta. ¿Qué piensan al respecto? «Que si hay víctimas, lo somos todas», responde Kontxi Zeberio, tajante pero serena, sin acritud. «Si ser víctima es haber sufrido una vulneración de derechos, lo somos, claro». Eso sí, en ningún caso se identifican con ciertas víctimas que, desde el otro lado, «no hacen más que promover venganza y odio».

Insisten en la pregunta al aire: «¿Acaso los nuestros no tenían derecho a vivir?». Les parece muy importante clarificarlo, porque «si no, parece que aquí hay una violencia legítima». Y también porque, apunta Kontxi Zeberio, «parece que la de Ina o la de Gaiza o tantas otras son vidas que no han existido». Citan el ejemplo reciente y revelador de las detenciones de personas que promovieron un acto por Lutxi Urigoitia, muerta en circunstancias muy parecidas a las de los suyos, tiroteada por la Guardia Civil en Pasaia en 1987: «¿Por qué no se le podía recordar? ¿No existió? Allí no se estaba aludiendo a su militancia política ni nada de eso... ¿Cómo es posible que mucha gente ni siquiera pueda recordar públicamente a sus seres queridos?».