19 NOV. 2015 OBITUARIO El mundo oval llora la muerte de su primera estrella planetaria Jon ORMAZABAL Al margen de una nueva exhibición de los All Blacks, el pasado Mundial de rugby de Inglaterra será recordado por su impacto económico –3.000 millones de euros– y unas millonarias audiencias que han colocado a un torneo muy joven –solo se han disputado ocho ediciones– entre los más seguidos a nivel global. Este salto de deporte muy localizado a evento planetario no podría entenderse sin la figura de Jonah Lomu, primera estrella mundial que falleció ayer en Nueva Zelanda a los 40 años de edad, a consecuencia de una enfermedad renal. Su nombre fue el primero que quedó grabado en la memoria de los aficionados al deporte en latitudes de escasa tradición e interés por el balón oval como la Euskal Herria peninsular. Curiosamente, no le hicieron falta grandes victorias. De hecho, su palmarés está vacío de grandes títulos. Sus extraordinarias actuaciones individuales no estuvieron arropadas y la final del Mundial de 1995 fue el mayor lunar de su carrera. En un partido muy especial, símbolo del final del apartheid en Sudáfrica –con el tiempo fue magníficamente retratado en el libro de John Carlin “Playing the Enemy”, en el que se basó la película “Invictus”–, el equipo local dio la sorpresa y se hizo con la victoria. Fue un icono de la reconciliación nacional sudafricana. «En esa final no había 80.000 personas en el estadio, había 44 millones», declaró el malogrado Lomu. Sin embargo, el Estadio Newlands, de Ciudad del Cabo, vio nacer una leyenda del deporte el 18 de junio de 1995. Las imágenes del número 11 de los All Blacks, apartando a manotazos o pasando por encima cual bulldozer a cuantos ingleses salían a su camino –entre ellos el capitán Will Carling– en los cuatro ensayos logrados en las semifinales ante Inglaterra (45-29), saltaron los por entonces reducidos círculos de los aficionados al rugby. Esa explosividad fue la que lo hizo especial. Porque por complexión física –1,96 metros y 120 kilos–, aquel mocetón nacido en un suburbio pobre de la capital neozelandesa estaba llamado a ser delantero, pero su velocidad –llegó a correr los 100 metros en 10,8 segundos– lo llevó a la banda, donde su intimidación causó estragos en los rivales. Por eso de que destruyeron los esquemas habituales de la relación peso, fuerza, velocidad y habilidad, el suyo fue un fenómeno paralelo al del futbolista Ronaldo Nazario, con el que coincidió en tiempo y forma. Fue, a su vez, la punta de lanza necesaria de un deporte que acababa de salir del amateurismo y necesitaba de fenómenos así para colarse en los televisores de todo el mundo. Así, a los 20 años, se convirtió en el primer jugador en cobrar 1 millón de francos, (150.000 euros) y sus ingresos se multiplicaron con la llegada de Adidas como patrocinador de los All Blacks en 1999. Con su número 11 en la espalda, Lomu se convirtió en el primer superproducto de marketing del rugby. Sin embargo, su carrera duró solo 10 años, con otro pico agridulce durante la Copa del Mundo 1999. En lo personal anotó ocho ensayos allí, elevando su marca personal hasta los 15, hasta la eliminación por sorpresa de los All Blacks en los cuartos de final contra Francia. En mayo de 2003, a los 27 años, Jonah Lomu tuvo que hacer frente a la diálisis por culpa de una grave insuficiencia renal de nacimiento, que le obligó a renunciar a la Copa del Mundo en Australia. Con una medicación muy fuerte trató de evitar, por todos los modos posibles, su paso por el quirófano, pero un año más tarde tuvo que someterse a un trasplante de riñón de alto riesgo. «Yo era este mozo que derribaba a sus adversarios, lograba ensayos, ganaba partidos y se divertía. Y me encontré tan enfermo que no podía sujetar a un pequeño bebé», relató en torno a una enfermedad que terminó llevándoselo ayer. Los cuatro ensayos conseguidos ante Inglaterra en lasemifinal del Mundial de 1995 convirtieron al ala en la primera estrella mundial de un deporte que justo había abandonado el amateurismo. Lomu sintió que, incluso en sus mejores momentos, su enfermedad renal le impidió jugar más del 80% de su capacidad.