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Por qué Sabin Etxea no escucha a Alonsotegi


Alonsotegi sigue ocupando el interés mediático a consecuencia de la negativa del partido que ha gobernado ese municipio desde su desanexión, en 1991, a reconocer su responsabilidad en la parálisis que sufre el Consistorio por su brutal endeudamiento. El Consistorio no tiene capacidad de inversión y su actividad es controlada desde el palacio foral, tutela que emprendió la Diputación cuando era demasiado tarde.

Los jeltzales hicieron y deshicieron durante años a su antojo. El rigor no fue una de las señas de identidad de los gobernantes locales, en quienes al parecer confiaban en el Bizkai Buru Batzar y en la administración foral. Eran los tiempos en que las políticas de excepción mantenían fuera del Consistorio a la izquierda abertzale y no había una verdadera labor de oposición.

La izquierda independentista regresó y comenzó a pedir cuentas, al tiempo que el castillo de naipes empezó a desplomarse, con los primeros líos sonados en el batzoki. Los arquitectos del desaguisado se retiraron a cómodas estancias habilitadas por su partido esperando que la tempestad escampara. No ha sido así y ahora fían su suerte a la cohorte de letrados de prestigio que les defienden.

Alonsotegi, convulso, reclama saber a dónde ha ido el dinero. No ha habido respuesta y los vecinos pidieron el jueves una auditoría, que la mayoría del PNV rechazó. La pregunta es por qué Sabin Etxea no toma cartas en el asunto si no hay nada que ocultar. Ateniéndonos a lo visto, da la impresión que la consigna es encubrir a quienes malversaron porque son de los nuestros.