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GUTUNAK

Monstruos extraordinarios


Dicen que cuando alguien se va de pronto y deja algo sin completar, nunca termina de acabar este que debería ser su último viaje, y a Angel le quedaban cantidad de cosas por hacer. Imagínate que tenía cuatro hijos y mujer cuando aquel policía, armado con la reglamentaria, le dio el boleto garante de la compañía del Barquero.

Angel era panadero casi desde que tenía pelo, y aunque en el barrio de San Juan se le apreciaba más que al buen gusto, para todo un país como España, recién sufrido el mayor atentado de su historia, no fue más que el sonido de una hoja arrancada en una estampida de animales.

Sin embargo, en el barrio no encontrarás a quien haya olvidado esos aciagos días del reinado de la mentira. Por las calles, los intocables defendían a su camarada ejecutando de nuevo a un panadero ya muerto en su propio féretro. Amparados, monstruos extraordinarios, por el Gobierno desde Madrid, que señalaba a los vascos como los autores de la masacre del 11M retorciendo los ojos a los que miraban incrédulos, inocentes e indignados.

Hubo de pasar el tiempo para que atiendan verdades. Surgieron recónditas y discretas como un mochuelo que aguanta hasta la primera luz. La motivación del crimen fue política. De boca de los asesinos y corroborada por el juez en la sentencia se escuchó escrupulosamente clara la premeditación del asesinato de Angel y la influencia que tuvieron los mensajes de los líderes mediáticos.

Aún así, con la verdad como estandarte, durante 12 años recibió la familia negativas de reconocimiento en una ostentación de tozudez institucional propia del borracho de fe, incapaz en su pedestal de mirar más allá del cielo.

Pero en la tierra hace bien poco que ha cambiado el pueblo a sus representantes. Nuevas voluntades que admiten por fin vacíos como el de Angel Berrueta. El panadero ya presente por siempre en un lugar de la calle, pues por siempre estuvo en un lugar de nuestro corazón.