29 AVR. 2016 GAURKOA Hacia un segundo documento Abian José Mari Pérez Bustero Escritor El proceso que llamamos Abian ha ratificado los objetivos finales que asume la izquierda abertzale, su compromiso con los derechos humanos y políticos, con el movimiento popular, la lucha feminista, la necesidad de buscar aliados, la pasión y lucha por los presos, la dirección colectiva. Pero una vez revalidada nuestra ideología y estrategia en un documento, nos queda pendiente redactar otro muy diferente pero también de gran importancia política. ¿De que se trata? De manifestar formalmente nuestra pasión no ya por el País Vasco perfecto que soñamos sino por el que tenemos delante ahora. No sea que expresar una y otra vez ese ardor por un futuro estado vasco signifique que se nos indigesta la Euskal Herria actual. Y puestos a ello, podemos empezar por dos grandes ámbitos. Las tierras, y las gentes que vivimos en ellas. Hagamos aquí un boceto de ese documento. Empezamos por las tierras, repasándolas a lo largo y ancho de este país nuestro, para así visualizarlo como el trozo de mundo que nos corresponde. Echamos primero una mirada a la costa, que va desde Baiona hasta la playa de la Arena, en Bizkaia. Llena de poblaciones adheridas al mar, con Elantxobe, en la ladera rocosa del cabo Ogoño, arracimado en un acantilado. Y seguidamente, en contraposición, nos llegamos a la ribera del río Ebro que va desde Sobrón Bajo, en Araba, hasta Buñuel en Navarra, surcada igualmente de vecindarios que beben de él. Luego visitamos los cauces de los demás ríos. Comenzando por el Adour, que nos lleva por los lindes de Iparralde, siguiendo por el Errobi en Donibane Garazi, por el Bidasoa, Urumea, Urola, Oria, Deba, Ibaizabal, Kadagua, Nerbión, acompañados igualmente de poblaciones insertadas en ellos. Y tirando hacia el sur, damos con el río Aragón, el Urederra y el Ega que se unen en Estella, el Arga, el Zadorra. Cuanto más miramos, más nos bulle la idea de que es imprescindible conocer cada trozo de esta tierra. Volvemos a las zonas de montaña, desde el primer monte del Pirineo, el Pico de Orhi, en Iparralde, hasta los innumerables montes y valles que le suceden. Y desde ellos alcanzamos la sierra Aralar, al Aitzkorri, el Gorbea, el Txindoki, la sierra Urbasa con su extensa meseta. Tiramos más hacia el sur y hallamos la sierra Cantabria que asemeja un largo balcón sobre la Rioja. De paso contraponemos hayedos, robledales, pinares, zonas de boj, de pasto, pasando luego a tierras de trigo, de espárragos, de viñedos, de patatales. Nos ponemos seguidamente a repasar los pueblos, desde las 35 comunas de Zuberoa, las 72 de Behenafarroa, las 50 localidades del condado de Treviño, hasta la merindad de Estella, llena asimismo de poblados que nos miran, callados, sin llegar muchos de ellos a los 100 habitantes, y que tienen numerosas casas habitualmente cerradas. Una pausa, y se nos van los ojos a lugares construidos en un alto porque constituyeron punta de frontera, como la Peralta inicial, Pueyo, Milagro, o Lapoblación-Meano. De paso señalamos las iglesias con la torre desmochada porque las mandó cortar Cisneros para quitar defensas a los navarros. Y las poblaciones amuralladas como Laguardia, Viana, Labraza que nos hablan del dramático proceso navarro. Contrapuestas a esos pueblos visitamos las zonas metropolitanas, tan preciosas en sus centros como dilapidadas en sus barrios periféricos. Ahí tenemos la muchedumbre de construcciones de Bilbo y las áreas urbanas aglutinadas a él. Vitoria-Gasteiz en medio de la Llanada, que se traga la mayor parte de la población alavesa. Donostia, la bella Easo con una docena de barrios apenas citados, a la que se adjuntan otras tantas poblaciones limítrofes. Iruña, en el centro de una Cuenca llena de vida. Y saliendo de ella por Tiebas, con las ruinas de su castillo, cada tramo nuevo nos golpea los ojos, desde las murallas de Artajona hasta las casas apiñadas en torno a la iglesia de Ujué. Luego llegamos hasta Al-Tafaylla, "donde comienzan los cultivos" que significaba, y más adelante nos hiere la vista el despoblado de Rada mientras nos acercamos hasta las Bardenas. La Bardena Negra con sus coscojares, pinares y cultivo de cereal, y la Blanca con grandes superficies desnudas, sin apenas vegetación. Luego divisamos Tudela, que nos deja al pie de la única comarca vasca que pasa al otro lado del Ebro, hasta rozar una punta de Soria. No cabe duda que esta zona rica de cultivos es poco visualizada y recordada por los vascos de la costa. Lo que supone un gran déficit político y un sentido abertzale lisiado. Dejemos el tema de las tierras, con la turbación de que tenemos roto el equilibrio en muchos sitios. Y con la vergüenza de que las conocemos poco. Damos otro paso pues hemos de plasmar en el documento asimismo la variadísima realidad de las personas vascas y su actitud. Como otro elemento clave de Euskal Herria. Así que dejamos en la estantería los libros de los etnólogos y antropólogos, y salimos a la calle para certificar cómo es y piensa la gente vasca. Desde luego, nos encontramos con los simpatizantes de Bildu que no son copia uno del otro sino una gama muy amplia, y se hacen apreciar y querer. Pero a la vez nos topamos con un alto número de vascos que se auto definen como vascos-y-españoles, o vascos-y-franceses, o navarros-y-españoles. Y otro porcentaje que se sienten vascos pero asumen un nacionalismo vasco en dosis, sin prisa por transformar la situación actual. O se sienten simplemente navarros, como una forma de autoafirmación. Más variedad. Hay asimismo miembros de esta Euskal Herria que no se sienten vascos, o suponen que nosotros, los abertzales, no los tomamos como tales al cien por cien, por ser venidos de fuera o ser hijos de “españoles” o “franceses”. Y también nos tropezamos con un notable porcentaje de iberoamericanos, africanos, o europeos del Este, a los que todavía no hemos dicho claramente que tienen las puertas abiertas a formar parte de este pueblo. Miramos con más detalle, y damos con muchos otros vecinos que desdeñan la política y se centran en sus problemas de trabajo y vivienda, en disfrutar de la vida cotidiana, y que no prestan interés por los propósitos de independencia o autoafirmación global vasca. Incluso hay quienes nos miran a los de la Izquierda abertzale con recelo y hasta fobia, porque suponen que nos creemos élite vasca, o sea, los primogénitos, los bien paridos, las miss y mister vascos y libertadores de Euskal.Herria, incapaces de apreciar a quienes son diferentes de nosotros. Carcome la pregunta de cómo vamos a hacer para ganarnos a ese altísimo porcentaje de gentes. De momento podemos deducir que habrá que hacer como con las tierras. Acercarnos a ellas, irlas conociendo y comprender su trayectoria personal, su esfuerzo por vivir. Y hablar. ¿No decimos que hay que aprender-entender-hablar euskera como elemento esencial de un abertzale? Pues de la misma manera visualizar, conocer, visitar tierras de este país nuestro, y acercarnos, apreciar y relacionarnos con todo tipo de personas es esencial para todo abertzale. Y que el principio de identidad –aquí me inspiro en el reciente artículo de Antton Ruiz “Kubati– no nos ate al confort intelectual de nuestras ideas, ni nos retrase más un conocimiento detallado de este país, que es la gran posibilidad abertzale para avanzar hacia los grandes objetivos trazados en Abian. No sea que expresar una y otra vez eseardor por un futuro estado vascosignifique que se nos indigesta laEuskal Herria actual.