30 AVR. 2016 IKUSMIRA Mí no comprender Ramón Sola En la redacción somos gente normalita, así que el jueves tarde el asunto nos produjo la misma curiosidad e hilaridad que al resto. Ocurre que además somos periodistas, así que además de chistes nos tocó analizar el hecho. No costó mucho. Eurovisión solo necesita enseñas de los estados participantes. Y teme con motivo (200 millones de espectadores) que el festival sea usado para campañas políticas. Así que ha instruido a la Policía sobre las reivindicaciones con más capacidad de colarse en la fiesta (un orgullo que piensen en los vascos). Eso solo puede hacerse con un listado de banderas para policías y seguratas de turno, que acaba filtrándose. Hasta esto último, todo muy habitual: lo mismo que pasará a diario en el Congreso, el Bernabéu... o el chupinazo. Como noticia, pues, una birria. Como fenómeno viral, un chollo: ¿qué publicista soñaría juntar en la misma coctelera tres bombas como Eurovisión, ISIS e ikurriña? Mirado así el tema es sencillo, pero en 140 caracteres y diez segundos de atención no cabe; ahí solo entran un titular amarillo –por minúsculo– o una ocurrencia –a ser posible jocosa–. La era actual no es la de la información, es la de la diversión. Lo que sigue está cantado. A la banalidad le sucede la viralidad. A la viralidad, el postureo político. A la cabeza, Urkullu –sí, el mismo que no se contuvo porque en un acto de Lakua apareció una banderola por la repatriación–. Detrás Mendia llamando a los medios de urgencia (¡aquí hay votos!); Maroto ofendido (ya es decir); EH Bildu pidiendo hora en la embajada (¿y si dejamos la diplomacia para causas mayores?)... Entre noticia y trending topic, elijo periodismo.