18 AOûT 2016 IKUSMIRA Ya ha confesado, denle un Lexatín de 1,5 Aritz Intxusta Periodista Leo al forense: «Se encuentra tumbada sobre la colchoneta y tapada con mantas, sólo ha querido tomar una galleta y zumo (tiene el pack de la comida sin abrir en su celda). Que no ha sufrido maltrato. Dice que tiene ansiedad, que no quiere ser explorada, sólo quiere que le tome el pulso, siendo este de 88 p. m. Se observa (...) con ansiedad acorde a la situación. Se indica que se le facilite un Lexatín 1,5». Supongo que es más correcto extraer de la sentencia del Constitucional la parte de la denuncia de Garazi Rodríguez en las que narra qué le hicieron durante los días previos para que, el 27 de noviembre de 2009 a las 20.00 horas, el forense la encontrara hecha un ovillo con las mantas de su calabozo habiendo comido una galleta en todo el día. Sin embargo, esta seca descripción es brutalmente gráfica. Rodríguez había sido detenida cuatro días antes y el día anterior había firmado el escrito de autoinculpación. ¿Qué se le estaría pasando por la cabeza para haberla hundido sobre la colchoneta? ¿Serían los recuerdos de los días anteriores en manos de los encapuchados? ¿O quizás las consecuencias de haber firmado aquel maldito papel? ¿O simplemente se preocupaba por sus padres, abuelos...? Pienso que muchas veces nos detenemos en exceso en el relato del maltrato, de la tortura, del golpe, el abuso y la vejación. Como si la tortura terminara con el último insulto de regreso a la celda. El texto del forense me parece la prueba de que no, de que el sufrimiento mental no cesa. Sin olvidar que la peor secuela de la tortura viene cuando se traduce en pena de cárcel.