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CRISIS POLÍTICA EN EL ESTADO ESPAÑOL

En medio del bloqueo, los grandes partidos empiezan a hacer aguas

En un contexto de bloqueo eterno, a los principales partidos españoles se les abren las costuras. El PP se encuentra asediado por los casos de corrupción y el pulso que Rita Barberá ha lanzado a la dirección. En el PSOE, Pedro Sánchez no logra contener la rebelión interna, mientras que Podemos afronta su enésima batalla en Madrid.


No lo dicen en público, pero PP y PSOE, los dos principales partidos españoles, han confiado en unas terceras elecciones como vía para una resurrección del estado natural de las cosas. El bloqueo perjudica la repolitización ciudadana registrada en los últimos años y fomenta una apatía que permite que «los de siempre» no se vean tan amenazados. Sin embargo, tampoco son inmunes a los síntomas de la crisis estructural del Estado ni a las heridas provocadas por la permanente sensación de interinidad. Solo así puede explicarse que en medio de la parálisis, profundizada por el tiempo electoral en la CAV y Galiza, tanto Génova como Ferraz hagan aguas de puertas adentro. A ellos se les suma Podemos, sumido en una guerra fratricida por la dirección de Madrid, enclave estratégico donde se ideó el partido y que proyecta todos sus vicios y virtudes.

Para Mariano Rajoy, que salió de su fallida investidura como un líder reforzado e incluso con el aura de gran estadista, esta no ha sido una buena semana. No fue capaz de gestionar el escándalo del nombramiento de José Manuel Soria para el Banco Mundial tras salir del Gobierno por mentir sobre su participación en empresas offshore. Cuando aún no había logrado normalizar el caos, saltó la imputación de Rita Barberá por el Tribunal Supremo. Pese a ser la crónica de una investigación anunciada, ni Rajoy ni sus colaboradores han logrado dar sensación de control. La exalcaldesa de València se ha permitido renunciar al carné del partido, pero no al aforamiento del Senado, que es el puesto que sus compañeros le ofrecieron para blindarle ante cualquier persecución. A nadie se le escapa que el desafío de Barberá tiene mucho de gesto mafioso, de advertencia de que ella no caerá sin llevarse a alguien por delante.

Ahora el PP aparece indignado, exigiendo a Barberá que renuncie a un puerto que su propio partido le entregó y que, según la legislación, no tiene obligación de dejar. Habrá que ver cómo afecta esto a la vida interna de un partido que se rige por el dedo de Rajoy, que en los años de mayoría absoluta ha funcionado como una balsa de aceite, pero donde pueden alzarse voces que compren la exigencia de PSOE y Ciudadanos de entregar la cabeza del presidente en funciones para seguir en el poder. ¿Serán capaces de hacer frente al todopoderoso líder?

Que el PSOE está en crisis ya no es una novedad sino el estado general del partido desde hace años. Electoralmente no ha logrado remontar desde 2011 e internamente, ni Alfredo Pérez Rubalcaba ni Pedro Sánchez han logrado mantener una línea cohesionada. Cierto es que el actual secretario general de Ferraz ha llegado más lejos de lo que se esperaba. Ha mantenido su «no» al PP, aunque sea atrincherado en una pueril cuadratura del círculo. Y ha logrado mantener a raya a Susana Díaz, en apariencia quien pugna por sucederle al frente del partido. Sin embargo, la tensión crece.

Así quedó patente el miércoles, cuando la líder andaluza lanzó un mensaje de apoyo a Guillermo Fernández Vara, presidente extremeño y representante del ala del PSOE partidaria de abstenerse y permitir gobernar a Rajoy. No solo eso. También dejó claro que «con 85 diputados hay que ir a la oposi- ción». Que el día en el que estalla uno de los principales escándalos del PP aparezca Rubalcaba en “El País” clamando porque el ambiente del partido es «irrespirable» evidencia hasta qué punto se ha podrido la convivencia en Ferraz. La gran duda: saber si Sánchez y su guardia pretoriana aguantarán sin convocar un Comité Federal que se les puede ir de las manos.

En otras claves, Podemos no es ajeno a las intrigas internas. La carrera por la dirección de Madrid ha terminado convertida en una encarnizada batalla entre las corrientes internas y que amenaza con extenderse al Estado. Abrieron fuego los «errejonistas» con un equipo que aglutinaba también a los antiguos miembros de Izquierda Unida. Respondió Iglesias, cuya apuesta es Ramón Espinar, portavoz en el Senado.

Por el momento, estos son solo síntomas, pero nadie puede negar que, en diferentes ámbitos, todos los partidos hacen aguas en un Estado en crisis.