20 DéC. 2016 PERFIL El «prototipo» de jugador del Athletic Joseba VIVANCO El músico Carmelo Bernaola le describió en apenas unas corcheas como «el prototipo de futbolista del Athletic». 394 partidos como rojiblanco, 120 goles y eso que como solía encarar a sus compañeros, «¡a ver qué coño pasa aquí, si a mí me están marcando dos, alguno tiene que estar solo!». Genio y figura, león con toda su melena, pura sangre lo catalogarían muchos, bromista, ingenioso, optimista… Sincero, su mayor virtud confesaba; egoísta, su peor defecto añadía… Y ganador. «Hoy ganamos», dicen que decía antes de cada partido. En palabras de José Ángel Iribar, «lo tenía todo: técnica, gran pase, una zurda poderosa, inigualable como cabeceador y el más generoso en el esfuerzo». Si se le pregunta al Chopo por un jugador, responde que Uriarte. Como Ángel María Villar. «Con barro era invencible... Aquí, en San Mamés, cuando jugaba de media punta con el campo mojado... Ufff», decía el presidente de la Federación Española de Fútbol. Fidel Uriarte, leyenda. Desde ayer, mito. Él fue unos de los últimos pichichis rojiblancos. Un día de Nochevieja. Sí. Le hizo cinco goles al Betis y esa renta le catapultó a tamaña distinción. Era 1967. Ni fijando a todo el equipo sobre el sestaoarra fueron capaces los andaluces de evitar sus remates. Sus goles de cabeza. Un salto tremendo y, si no, sacaba a pasear su soberbia zurda. Natural de Sestao, del barrio de Urbinaga. Estudiaba en Los Hermanos de la Salle donde, no un profesor sino el ojo clínico de Jesús Garay, se fijaría en sus virtudes balompédicas. Iba para perito de minas pero acabó en Lezama con 15 años y debutando con apenas 17 en el primer equipo, junto a Txutxi Aranguren, ya con la temporada 62-63 en liza, y otro no menos prometedor Iñaki Sáez. Subir y debutar, sustituyendo a Etura, otra paisano de los Altos Hornos. Fue en Málaga. Como otra leyenda, Iribar. Todo un carácter ya desde chaval, donde lo mismo no daba el balón a los mayores porque «total, si lo vas a perder», que se juntaba en las concentraciones de la selección española juvenil y en una mesa de cuatro, en la que trataba de que los otros tres fueran abstemios, se pimplaba él solito la botella de vino. Sus jugadores más admirados fueron Claramunt, Marcial, Velázquez; en su niñez, Piru Gainza. Él no tardó en ser un referente. Alfredo Di Stéfano le aventuró durante un partido «chaval, tú juegas bien, pero eres más de ataque». Fue un hombre de llegada. «Era un Pirri con muchos goles», le comparó el merengue Amancio. Es más, fue un jugador con libertad. Le costaba tanto defender que hasta sus compañeros se quejaban de que les quitó media vida. Lo suyo eran los goles. «A mayor número de defensores, mejor remate», solía resumir Koldo Agirre. Eran los tiempos en los que al gol se le llamaba Uriarte. Hoy, los fotógrafos de prensa se hubieran relamido con su plasticidad rematadora. Pegado al portero, donde debía salir el buen delantero centro cada lunes en la prensa. Dicen que el 73% de sus tantos fueron con la testa. Goles, fútbol, desparpajo y titulos, pero ninguno de Liga. Momentos mágicos –las conquistas de dos Copas del Rey ante el Elche y Castellón en 1969 y en 1973– y tristes –la pérdida de dos finales coperas frente al Valencia y Zaragoza en el 66 y el 67 y el increíble adiós a una Liga que tenían en el bolsillo en la 69-70–. «En aquella época pudimos haber hecho mucho más de lo que hicimos porque teníamos un equipazo», reconocía, retirado ya, el propio Fidel. Tras doce temporadas como león, volvió a donde debutó y al rival con el que se estrenó como goleador. A Málaga. El Athletic le dio la baja al final de la 73-74 junto a Sáez, Larrauri y y Arieta II, casi 1.400 partidos entre los cuatro. «Reconozco que el público ya está un poco cansado de verme tanto tiempo. Y se empezaban a meter conmigo, como con Txetxu y Arieta. Cuando las cosas van mal suelen meterse con los veteranos», asumía. Tenía 29 años, la ‘sabia‘ grada de San Mamés no era condescendiente con su juego y por detrás irrumpía con fuerza otro ‘9’ como Carlos Ruiz, él sí, el último ‘pichichi’ rojiblanco. El Málaga se interesó por Fidel y el Athletic ocultó que ya se había desprendido del jugador dos días antes de acabar contrato; el club cobró a los malacitanos cinco millones de traspaso y se los dio a él. Tres campañas en la Costa del Sol, en el ocaso de su carrera. Quienes recuerdan su último partido como boquerón y futbolista no olvidan que jugó de líbero. Libre. En la 90-91 fue segundo de Javier Clemente en el Athletic, el mismo al que cedió el ‘10’ para coger su mítico ‘8’ cuando el ‘Rubio de Barakaldo’ irrumpió. «¡Salta Javi, salta!», cuentan que le gritó tiempo después Fidel a Clemente un 23 de noviembre de 1969, en el estadio de la Creu Alta. No le oyó, solo sintió el crack de la segada de Marañón. Vivió en Castro Urdiales, donde fue concejal de 1999 a 2003. Los últimos años arrastraba una enfermedad neurodegenerativa. Llevaba tiempo ‘malito’. Este 28 de diciembre iba a recibir el Premio Leyenda de la prensa deportiva vizcaina. No ha esperado. A los 71 años, él ha encajado el gol. Como Félix Zubiaga, Rafa Iriondo, José Luis Artexe, Nando Yosu, Javier Etxebarria, Koldo Etxeberria, José Luis Ereñaga hace solo unas fechas, que nos dejaron todos ellos este 2016. Una vez, todavía en activo, le preguntaron cómo le gustaría que le recordaran. «Como Fidel Uriarte Macho». Genio. En sus mejores años, que fueron muchos, cuando no aparecía en la alineación, había un comentario generalizado. «¿No echaremos en falta a Fidel?» Seguro, y desde ahora más que nunca. Goian bego...