18 JAN. 2017 KOLABORAZIOA El Vaticano frente al celibato y la pederastia Juan Mari Arregi En los últimos días el caso de un cura pederasta, ex vicario general de la diócesis de Gipuzkoa, Juan Cruz Mendizabal, ha conmocionado a la opinión pública vasca especialmente por tratarse no de un cura cualquiera, sino de alguien que ocupaba el puesto de vicario general, es decir el segundo mayor responsable de la Iglesia de Gipuzkoa. Gracias a la denuncia de alguna de sus víctimas, se han conocido hasta los detalles de sus abusos sexuales cuando esas personas fueron adolescentes. Llama la atención que, al menos hasta ahora, no se hayan levantado voces dentro de la misma Iglesia vasca para analizar con seriedad y profundidad esos hechos y llegar hasta sus últimas consecuencias. En los últimos tiempos han trascendido casos de pederastia en el seno de la Iglesia y de sus congregaciones religiosas. Sacerdotes, religiosos incluso Obispos han sido protagonistas de vergonzosas, indignantes y asquerosas historias de abusos sexuales, sobre todo con niños y niñas. No quiere decir que hasta ahora no hayan existido casos similares. Seguro que los ha habido. Lo que ocurre es que hasta ahora han quedado ocultos, y ahora empiezan a aflorar algunos casos, no pocos, gracias a la valiente denuncia de personas ya adultas y que en su día fueron víctimas de esas agresiones sexuales por parte de miembros del clero, de miembros de órdenes religiosas y del mismo episcopado. Asimismo, que no hayan surgido hasta ahora al menos casos de religiosas que hayan abusado sexualmente de niñas y niños a su paso por sus escuelas, no quiere decir que no hayan existido. Lo más probable es que también en este caso esos abusos sexuales se hayan registrado. Esa turbia y escandalosa situación que afecta al clero y a religiosos célibes por obligación y voto, seguro que en cada caso y en su conjunto tiene distintas causas físicas, psicológicas, sociales, educativas, religiosas… que los expertos deberían analizar. Quien suscribe este comentario ha pasado trece años por el Seminario, fui ordenado sacerdote y desde tres años después de aquella ordenación no ejerzo ni tengo vinculación con la Jerarquía de la Iglesia, de la que renegué. Por ello, algo conozco del contexto en el que se hayan podido producir esos casos de pederastia. Y desde aquella experiencia estoy escribiendo. Ya en el Seminario éramos conscientes de que algunos de nuestros superiores tenían no solo sus tics de pederastas, sino que se trataba de verdaderos pederastas cuando fuimos ya adolescentes. Algunas víctimas lo denunciaron en su día. Y algún traslado, nunca explicado, pudo deberse a aquella situación. Creo que una de las causas fundamentales de esos casos de abusos sexuales tiene que ver con el celibato impuesto y obligatorio a sacerdotes y religiosos y religiosas. Ese celibato impuesto ha llevado en no pocas ocasiones a la represión sexual de sacerdotes, religiosos y religiosas. Y por ello, la Jerarquía de la Iglesia, el Vaticano, con el mantenimiento de esas normas obligatorias, está siendo cómplice de situaciones como las aquí descritas. Desde hace ya mucho tiempo el Vaticano sabe de la existencia en su seno de esta lacra de la pederastia, pero en lugar de hacer frente y analizar sus causas para encontrar soluciones, lo ha tapado y lo ha resuelto de forma interna, cambiando al pederasta de parroquia o de pueblo donde ha seguido ejerciendo y en consecuencia donde ha podido también continuar con su actividad pederasta. Solo ha salido a la palestra, como ahora el Obispo Munilla de Gipuzkoa, cuando el tema ha trascendido a la calle por la denuncia de alguna víctima. El Vaticano sabe que desde hace muchos años hay sectores de la Iglesia que vienen reclamando la abolición del celibato obligatorio. Fue en el año 1970 cuando desde Europa se hizo un llamamiento al Vaticano para la abolición del celibato y la posibilidad de la existencia de curas casados dentro de la Iglesia católica como ya existían en otras Iglesias. Un Congreso de sacerdotes, entonces llamados «contestatarios», de distintos países de Europa, entre ellos Euskal Herria, se celebró ese año en Amsterdam (Holanda). Como delegados de un grupo de curas contestatarios vascos participé con otros compañeros vascos en aquel Congreso. Dentro de una batería de temas candentes, estaba el del celibato, así como la posibilidad de tener curas casados dentro de la Iglesia como la de mujeres sacerdotes. Todo fue objeto de análisis y resoluciones a su favor, que fueron enviados a las Conferencias episcopales y al mismo Vaticano. Nos desoyeron completamente y trataron de tapar aquellas voces. Han pasado ya casi cincuenta años y la Jerarquía de la Iglesia católica no se ha movido un ápice de sus planteamientos tradicionales, como si el celibato y temas relacionados con la mujer en la Iglesia fueran un dogma, que no lo son. No hay que extrañarse que desde entonces también y ante una Iglesia represiva, dogmática, lesiva de los derechos más elementales del hombre y la mujer, se hayan producido miles de bajas de sacerdotes y religiosos/as en su seno. El Papa actual, novedoso y más cercano en gestos y palabras, ¿será capaz de afrontar esta situación de raíz? ¿O seguirá siendo preso de sus estructuras dogmáticas, eclesiásticas y cardenalicias? La pederastia, en su seno, puede ir eliminándose, entre otras medidas –como la educación sexual desde la niñez– por la vía de la abolición del celibato obligatorio y la posibilidad de curas casados. Una de las causas fundamentales de esos casos de abusos sexuales tiene que ver con el celibato impuesto y obligatorio. El Vaticano, con el mantenimiento de esas normas obligatorias, está siendo cómplice