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IKUSMIRA

El calor de Euskal Herria


Al hilo de los penosos acontecimientos de este último mes, y muy a pesar suyo, se ha creado una particular «minicolonia» solidaria en València. En espacio de pocos días, al brutal ataque sufrido por la pequeña Izar se unió la situación de Mari Karmen que enfermó gravemente cuando fue a visitar a su hija Olatz, presa en Picassent, y a conocer a su nieta recién nacida.

Las familias, amigos, compañeros de trabajo y vecinos de Intxaurrondo y Usurbil, así como los organismos de defensa de los derechos de los presos, se activaron enseguida para ofrecer su ayuda. Uno conoce a un médico que trabaja en tal hospital, el otro ha puesto de sobreaviso a un sobrino suyo que vive en la capital levantina, tal y cual tienen una amiga que ofrece su casa y, casi espontáneamente, se abre una lista de personas dispuestas a desplazarse y a echar una mano.

Ordenar y coordinar todo eso, no es tarea fácil. Si no que se lo pregunten a las familias apabulladas entre el teléfono que no para, los trámites sanitarios y administrativos y la atención a sus seres queridos, incluidos quienes siguen en prisión.

Pero como me trasladó Mari Karmen desde su cama del hospital, a pesar de los kilómetros, «llega el calor humano de Euskal Herria».

Este macabro episodio también pasará pero se unirá a las cicatrices que no dejarán de recordarnos otro perverso efecto de la inhumana política de dispersión. Mientras, amona Kontxi, aitona Patxi, izeba Arantxa y tantos y tantas hombres y mujeres-coraje seguirán al lado de Izar, Sara, Xua, Olatz, Patxi y los cientos de presos y presas vascos para aportarles su calor.