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CRÍTICA «Lo que de verdad importa»

Fábulas y despropósitos


Recientemente hemos podido visionar otra película en la que se incluía en sus títulos de crédito la dirección de una página web destinada a recaudar fondos benéficos, lo cual siempre genera cierto “pudor” a la hora de analizar un proyecto de estas características.

Si en la australiana “Lion” –película que incluía la citada dirección– topábamos con una primera parte más que decente y naufragaba en un segundo tramo, en el filme que hoy nos ocupa el desastre asoma por todos los lados. Teniendo presente el loable esfuerzo que requiere sacar adelante un proyecto de estas características tan íntimas y emocionales, cabe recordar al autor de “Lo que de verdad importa” que a la hora de abordar el cáncer infantil y tratar de rendir un cálido homenaje a quienes lo padecen, se requiere de mayor valentía y una sensibilidad extrema.

Ejemplo de ello lo tenemos en la excelente serie catalana “Polseres vermelles” y “Planta cuarta” de Antonio Mercero –a pesar de que los protagonistas se ubican en la etapa adolescente– pero lo que Paco Arango plasma en la pantalla  bordea lo demencial. Si bien es lícito jugar con lo fantástico para narrar un drama de esta índole, cabría recordar a Arango –director, guionista y presidente de la fundación Aladina, colaboradora SeriousFan Children’s Network, entidad creada por Paul Newman y destinataria del dinero de la recaudación– que las cartas deben ir marcadas desde el comienzo para evitar sorpresas al respetable.

A través de una historia que juega con el drama, la comedia de corte romántico, los decálogos de autoayuda y lo improbable, topamos con un peculiar clan familiar que tiene la capacidad de sanar todo tipo de males. Todo ello acompañado de unos diálogos chirriantes que no pueden ser paliados por el envoltorio de unos hermosos paisajes bellamente fotografiados por el gran Javier Agirresarobe.