GARA Euskal Herriko egunkaria
EDITORIALA

Aeropuertos, ni transferidos ni reclamados


Una reciente pregunta del senador de EH Bildu Jon Inarritu ha servido para poner cifras al declive del aeropuerto de Gasteiz. Si en 2012 prácticamente la mitad de los vuelos con destino a Bilbo desviados aterrizaban en la capital de Araba –22 de 47–, el año pasado solo fueron tres de un total de 55 vuelos desviados. La mayoría fueron a parar, sorprendentemente, a Madrid.

Al margen de las circunstancias climatológicas que condicionan cada desvío, es difícil no ver en las cifras proporcionadas por el Gobierno español los efectos de la decisión tomada en 2012 de no abrir el aeropuerto durante 24 horas, en contra de las demandas del territorio. Aunque Gasteiz sigue siendo la principal puerta aérea vasca a la llegada y salida de mercancías, el declive en el tráfico de pasajeros es espectacular. En 2006, fueron 173.605 los que pasaron por Foronda antes o después de tomar un avión; una década más tarde, fueron solo 36.716.

Sobre la infraestructura aeroportuaria se puede y debe hablar largo y tendido, empezando por las razones por las que los desvíos no van más a menudo a Gasteiz o a Miarritze, y llegando hasta la fundamental pregunta de por qué un país de tres millones de habitantes tiene cinco aeropuertos, tres en franco declive. Los análisis serán variados y las conclusiones diversas, pero todas comparten algo: la imposibilidad de decidir aquí cómo se organiza la red de aeropuertos vascos. El caso de las cuatro instalaciones al sur de los Pirineos es más grave, ya que dependen de AENA, entidad estatal que centraliza la gestión aeroportuaria; un caso único en la UE, donde la inmensa mayoría de aeropuertos son gestionados de forma individualizada. Como puntilla, solo queda recordar que el Estatuto prevé la transferencia de aeropuertos en el caso de la CAV, algo que los sucesivos gobiernos se han limitado a recordar vagamente cuando ha convenido, sin establecer ninguna estrategia para la transferencia efectiva de la competencia.