C on el permiso de Peter Jackson y Costa Botes, he aquí un claro ejemplo de esa excitación que solo puede despertar el hallazgo de “forgotten silver”. Para entendernos, algo así como un cargamento de plata olvidado en el fondo del océano, a disposición del primero que lo encuentre. En términos cinematográficos, y yendo al grano, hablamos del descubrimiento de una serie de bobinas de celuloide, último legado del director Howard Brookner, fallecido durante la producción de un documental dedicado a la figura de William Burroughs. Así pues, en este documental, el séptimo arte (lo que queda físicamente de él) se erige en principal estandarte de la memoria. No solamente de aquella restringida a un círculo estrictamente íntimo (pues Brookner era ni más ni menos que el tío del director de la cinta que ahora nos ocupa), sino también en un marco en el que, tanto por edad como por inquietudes históricas/artísticas, podemos sentirnos casi como en casa. Así, el desmadre fiestero y el frenesí creativo del Nueva York de los años 80 revive por obra y gracia de una película inacabada en lo que a montaje se refiere... pero completísima a la hora de congregar recuerdos.