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DE REOJO

Big data


No hay día que no me cruce sin querer con un concepto que se supera: “Big Data”. Parece que los archivos de nuestros gustos, gastos, amistades, amoríos y cuentas bancarias forman parte del futuro del mundo, mientras el nuestro queda supeditado a lo que un algoritmo decida. Hay días que después de atender de reojo a los noticiarios, me dan ganas de borrarme de las bases de datos pero entro en pánico; ¿cómo me aparto del camino si tengo documento de identidad, tarjetas de rédito, escribo en un ordenador conectado a una red inalámbrica, mi teléfono me proporciona cada día conexiones, recuerdos, noticias y hasta sabe los pasos que doy para controlar mi presión arterial? Así que hablen lo que quieran de eso tan grande y tan disputado por las grandes corporaciones y los gobiernos porque al fin y al cabo hablan de nosotros. Como siempre somos sujetos pasivos. Unos consumidores de horas de televisión con fines diversos. Por ejemplo, ayer me enteré que una angula es un animal de tres años de vida. Y que se conocen anguilas de más de dieciocho años de vida. Hace muchos años que no como las de tres años, pero por curiosidad de la globalización he comido sopa de anguila no hace mucho. Nunca he sabido la edad de los pescados que me como con afición. Ni qué toma Trump para ponerse a tirar la bomba mayor y de más poder destructivo previa a la bomba atómica. Y que lo haga en Afganistán. Y que no sepa si bombardeó Siria o Irak. Y que todos sepamos que no hubo bombardeo de gases por parte de Al Asad, sino que están repitiendo la mentira de Irak. Y que teniendo tantos datos almacenados por ahí, nadie encuentra la combinación acertada para que depredadores como el hombre naranja no pueda disponer de tanto poder como para ponernos a todos con gorro de Napoleón.