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EL CASO SLOANE

Elizabeth Sloane contra los Estados Unidos


En tiempos de Donald Trump, nunca está de más recordar, por aquello de no perder la fe en la humanidad, que el poder en los Estados Unidos (y en todo estado mínimamente desarrollo) se entiende a través de un intrincado sistema de contrapesos que garantiza la estabilidad y la salud democrática, en casos de emergencia por excesos presidencialistas. En otras palabras: si el jefe de la Casa Blanca está loco (algo que visto lo visto, no debería descartarse), ahí está el Congreso, o el Senado, o el Tribunal Supremo... o cualquier otra institución capaz de variar la dirección de la nave, siempre que esta esté a punto de colisionar contra un iceberg.

En tiempos mucho anteriores a Donald Trump, se gestaron (y cuajaron) otros sistemas de poder. Mucho más turbios, oscuros y, obviamente, efectivos. A lo mejor Washington DC es la capital del mundo libre, pero también lo es de las cloacas de los chantajes, sobornos, extorsiones y otros tráficos de influencia. Así las cosas, la toma de decisiones políticas no puede entenderse sin esa horda de sabuesos que persiguen a cada congresista, y que les recuerdan o les cobran promesas, estableciéndose así una putrefacta cadena de favores en beneficio de aquellos intereses corporativos o de aquellos otros grupos de presión ideológica.

En tiempos de “House of Cards”, el nuevo trabajo de John Madden pretende erigirse como el sanctasanctórum de este submundo gubernamental. Jessica Chastain encarna a Elizabeth Sloane, la lobbista más agresiva de la ciudad, la peor pesadilla de la clase política y el centro de gravedad absoluto en este thriller a lo Aaron Sorkin, aparentemente diseñado para que perdamos la fe en el sistema que rige nuestras vidas. Dos horas de ocultación más o menos tramposa de las verdaderas intenciones, y con la quinta marcha puesta en los diálogos, por supuesto.