20 MAI 2017 TEMPLOS CINÉFILOS Animales fantásticos Victor ESQUIROL Después de pasar casi dos horas en una hilera interminable de periodistas y después de haber acatado todas las órdenes del staff de seguridad de la organización, a uno se le olvida hablar. En vez de esto, ladra, berrea, grazna y bala. La Croisette nos convierte en animales, metamorfosis debidamente plasmada en la gran pantalla. La Competición registra el primer abucheo con “Jupiter’s Moon”, del húngaro Kornél Mundruczó, quien se coronara aquí mismo, tres años atrás, gracias a “White God”, suerte de revisión canina de “El planeta de los simios”. Para su nuevo trabajo, el hombre sigue moviéndose en un reino animal agitado. En un camión de transporte de ganado, se apelotonan decenas de sirios. Persiguen la promesa de Europa... solo que terminan en el infierno chenófobo magiar. En este escenario, Mundruczó tiene el atrevimiento de apostar por la superhero movie, pues uno de los refugiados tiene los dones de la invulerabilidad y de la levitación. A su alrededor, se pierde el sentido de la gravedad. El problema no está en acercar el cine de género al social, sino en mostrarse egoista en un entorno que pide una empatía que aquí no encuentra respuesta. “Jupiter’s Moon” es puro egocentrismo; un ejercicio de ensimismamiento delante del espejo. Durante dos horas, Mundruczó se mira y se gusta tanto, que se olvida del contexto. Una inmoralidad, vaya. Recordemos que el telón de fondo es la gran crisis humanitaria de nuestra era, aderezada esta con el terrorismo islámico. Con estas cartas sobre la mesa, ponerse a jugar a la realización grandilocuente no pasa de tirar de efectismos sin justificante. Es quedar en evidencia, como alguien sobrado de músculo... pero sin cerebro. Para compensar esta carencia, vamos con “Okja”, la película de la polémica con Netflix, precedida por unos inoportunos fallos técnicos en la proyección, y seguida por lo que cabía esperar: la deriva tomada por un Bong Joon-ho cada vez más amigo de lo histriónico. Su nueva historia gira alrededor de otro animal. Un cerdo gigante, OGM que no se sabe si será el nuevo mejor amigo del hombre o la hamburguesa más cotizada en la carnicería. Con esta duda en mente, el surcoreano da a luz una comedia muy inspirada en la escritura (no tanto en la dirección). El juego de contrastes merece el aplauso: el producto es tierno al primer bocado, pero correoso cuando contacta con la saliva. Es una sátira hilarante e hiriente, sobre la relación de nosotros, animales, con un mundo al borde de la destrucción mediático-capitalista. Por último, aunque no por ello menos importante, Takashi Miike. El más animal de todos presentó fuera de Competición “Blade of the Immortal”. Y con esta, ya son cien películas en su CV. Cifra celebrada con el enésimo baño de sangre marca de la casa. Otro espiral interminable de violenta(s) venganza(s), en que este prolífico cineasta se reivindica como uno de los mayores expertos a la hora de pasar del lenguaje anime a la imagen real. En esta adaptación del manga de Hiroaki Samura, da al chanbara clásico un soplo de aire fresco. Tan pasado de vueltas como le pedíamos al centenario maestro.