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Entrevue
CHRISTIAN SCHWOCHOW
CINEASTA

«Paula Becker buscó la felicidad aun sabiendo que iba a morir joven»

Nacido en Bergen auf Rügen en 1978, debutó en 2006 con “Marta und der fliegende Großvater”. Con su cuarto largometraje, “Al otro lado del muro” (2013), consiguió proyección internacional. Acaba de estrenar “Paula” donde se aproxima a la figura de Paula Becker, una pintora que defendió la singularidad de su estilo en una época donde el reconocimiento artístico estaba reservado a los hombres.


Trascendiendo los rigores del film biográfico al uso y con una puesta en escena de gran impacto visual, Christian Schwochow penetra en el alma de esta artista que vivió su corta existencia (falleció pocos meses después de dar a luz a los 31 años) en permanente estado de plenitud. Esposa del también pintor Otto Modersohn y amiga de poetas como Rilke fue precursora del expresionismo abstracto aunque solo el paso del tiempo ha puesto en valor su vasta obra. Una obra ajena a las modas del momento e inspirada por una sensibilidad donde la vida y la muerte emergen como vasos comunicantes.

¿Cómo llegó usted a la figura de Paula Becker? ¿Conocía el personaje y su obra antes de hacer esta película?

Sí, cuando tenía 11 o 12 años vi por primera vez sus cuadros y tengo que reconocer que tuvieron un influjo inmediato en mí, habida cuenta de que mi primera vocación, antes de dedicarme al cine fue la de pintor. Pero del personaje apenas sabía nada hasta que hace cinco años o así recibí el guion de la película. Lo que más me cautivó fue su capacidad para tomar las riendas de su propio destino en una época en la que las mujeres apenas tenían oportunidades de ser reconocidas socialmente en otras tareas que no fuesen las propias del hogar. Ese carácter y su relación con su marido, el también pintor Otto Modersohn, hicieron de ella una personalidad singular a la que resulta fascinante aproximarse.

Efectivamente, resulta interesante cómo pone el foco también en la figura de Otto Modersohn, un personaje que hoy aparece eclipsado por la fama adquirida por Paula Becker y al que usted confiere categoría de protagonista. ¿Es difícil explicar a Paula sin hablar de él?

El crecimiento de Paula Becker como artista tuvo lugar al lado de Otto, un hombre viudo que era doce años mayor que ella pero que se dejó cautivar por su energía y que la apoyó en todas sus decisiones, alentándola a pintar cuando nadie creía en ella y dejándola que se marchase sola a París despertando todo tipo de rumorologías. El carácter abnegado de Otto, cercano a la renuncia, tuvo que ver con la intuición de que quizá él no era la persona indicada para asegurar la felicidad de Paula y eso le causó un gran dolor a lo largo de su vida. No obstante, entre ambos se generó un campo de energía tremendo donde cabía el amor, pero también el odio y donde, en ningún caso, dejó de haber una comunicación fluida. Mostrar la complejidad de esa relación encontrando el justo equilibrio entre ambos personajes y dando  cabida a otros, fue un gran desafío para mí.

En este sentido es meritorio cómo logra desprenderse de los clichés que le son propios al biopic como género hasta el punto de centrar sus esfuerzos en captar la intimidad de Paula, aquello que sucede en su alma. ¿Fue una opción de representación premeditada?

El problema de las películas biográficas al uso es que suelen apostar por una narración lineal, retratan al personaje yendo de un capítulo a otro, pero sin darle profundidad al relato, contentándose con enunciar ciertos episodios de su vida. Frente a eso yo quise entrar en el corazón de Paula focalizando la narración en tres momentos muy significativos de su existencia: sus inicios como pintora hasta casarse con Otto, su huida del hogar para instalarse en París y su regreso a casa con la intención de ser madre.

Su película, finalmente, es un relato de alguien que se busca a sí mismo. ¿Esa búsqueda debería ser el compromiso que inspirase a todo artista?

Sí, pero lo que confiere singularidad a una artista como Paula Becker no es que emprendiera esa búsqueda, sino que comenzase con ella cuando apenas era una adolescente. Desde muy joven ella siempre tuvo claro lo que quería, lo que buscaba. A los 21 años ya era capaz de sintetizar, a través de su arte, la complejidad de aquello que la inspiraba hasta lograr capturar su esencia. Todo su trabajo posterior estuvo enfocado a perfeccionar ese destreza y en ese perfeccionamiento fue incluso capaz de ejercer de visionaria, de anticiparse a los acontecimientos como lo prueba ese famoso autorretrato que pintó de sí misma embarazada cuando aún no lo estaba y que no era sino la expresión de un anhelo íntimo. Fue una persona que emprendió ese camino de búsqueda de sí misma conociendo perfectamente aquello que iba a encontrar. Por lo tanto, su vida fue un desafío constante a la hora de encontrar aquellos mecanismos que la ayudasen a gestionar su independencia creativa sin renunciar a las servidumbres del amor, de la familia, un conflicto al que se siguen enfrentando muchas personas hoy en día.

 

Esa capacidad por anticiparse a los acontecimientos la hizo ser incluso consciente de que iba a tener una vida corta, lo cual añadía urgencia a esa búsqueda ¿no?

Para ella la vida y la muerte eran conceptos que permanecían imbricados y eso es algo que puede verse en muchas de sus pinturas sobre todo en sus retratos de los obreros agrícolas donde la frescura de los niños campesinos encuentra su contrapunto en el desgaste físico que denota el cuerpo de sus padres, gente que vivía exclusivamente para trabajar. Creo que fue la visión de esos cuerpos la que le hizo tomar conciencia a Paula de lo efímera que era la vida y, por lo tanto, estar preparada para la muerte. Pero eso no es algo que la entristeciera o que la hiciera sentirse víctima de las circunstancias. Sin duda, ella siempre buscó la felicidad aun sabiendo que iba a morir joven, fue una mujer consecuente.

 

La película está muy cuidada desde el punto de vista visual, cada plano parece una composición pictórica. ¿El trabajo de Paula Becker le inspiró también la factura del film?

Es un vicio muy común que las películas sobre pintores intenten recrear el estilo de sus cuadros a la hora de conferir una identidad visual al film pero nosotros intentamos justo lo contrario, es decir, alejarnos lo más posible del estilo pictórico de Paula Becker. Sobre todo porque de cara a mostrar su dificultad para encajar en la realidad que la rodeaba creímos que sería más útil inspirarnos en el canon contra el que ella, como pintora, entra en discusión de ahí que nuestro punto de partida en el tratamiento de la luz y el color que tiene la película haya sido el arte impresionista más que el expresionismo. La radicalidad de su apuesta como pintora se entiende mejor a partir de esa representación idealizada de la naturaleza contra la que ella se rebeló como artista.

Una cosa que llama la atención de la película es el modo en que usted presenta a la sociedad alemana de aquellos años como una colectividad de moral rígida frente a la efervescencia con la que retrata el París de la época ¿esas tensiones condicionaron también el carácter de Paula?

Bueno, cualquier otro lugar palidece frente al frenesí creativo que atesoraba París durante aquellos primeros años del siglo XX y aún hoy porque París siempre será París. Pero si te fijas en esa rigidez aparente que atesora el retrato que hemos hecho de Alemania palpita una belleza física y espiritual que no hay en las escenas de París, la mayoría de las cuales transcurren en interiores. He ahí la paradoja que quisimos mostrar porque es entre las cuatro paredes de su estudio parisino donde Paula se siente libre mientras que para ella Alemania representaba una especie de cárcel al aire libre.