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EDITORIALA

Hacer frente al horror sin tópicos superficiales


El horror ha vuelto a manifestarse en Gran Bretaña en una nueva masacre indiscriminada, esta vez atropellando peatones que paseaban por el Puente de Londres y apuñalando ciudadanos que disfrutaban de la noche del sábado en locales nocturnos y restaurantes de la popular y concurrida zona del mercado de Borough. Las imágenes y los testimonios dan cuenta de la magnitud de la tragedia. A diferencia –y como ejemplo de hipocresía– de lo que ocurre con otros ataques como el que el pasado miércoles costó la vida a más de 90 personas y dejó 450 heridos en Kabul, la cobertura mediática ha sido inmediata y exhaustiva. Se ofrecen biografías de las víctimas, se recaudan fondos para familias y heridos, las expresiones de compasión se suceden... En contraste, se normalizan las guerras que promueven los que gobiernan, se convierten en algo rutinario, se hacen tolerables y aceptables.

También proliferan los tópicos cansinos y superficiales por parte de políticos ansiosos por haber gala de sus credenciales en el tema de la seguridad. De proyectarse cada vez más duros, de estigmatizar a comunidades enteras, de prometer más castigo, de armarse mejor para el combate, en un afán que produce nausea intelectual y efectos contrarios a los que se intentan vender. Y es que no se puede continuar invadiendo, ocupando y subvirtiendo las estructuras sociales de países árabes y musulmanes y no esperar consecuencias. Y cuando éstas equivalen, como anteayer en Londres, y antes en Manchester, Niza, Berlín, Estocolmo o París, al sacrificio y la mutilación en masa de sus propios ciudadanos, no basta con eso.

Como bien apuntaba ayer el líder laborista, Jeremy Corbyn, la ceguera deliberada de gobiernos como el británico hacia las fuentes de las creencias que han inspirado la masacre en el corazón de Londres –que desgraciadamente no será la última–, comerciar armas con las mismas y protegerlas, horroriza y alimenta ese horror.