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CRÍTICA «Bittersweet days»

Una generación sin brújula existencial


Esta propuesta de Marga Melià en sí misma un contrasentido. Por un lado se presenta como un proyecto en clave de “cine guerrillero” y de presupuesto modesto cuya intencionalidad es la de abordar una mecánica cotidiana sin excesiva profundidad y, por otro, utiliza esos mismos resortes para plasmar finalmente una historia que plantea cuestiones de gran calado.

Sin ánimo de enrevesar mucho más lo expuesto, podría decirse que la historia de “Bittersweet days” nace de una dinámica actual –jóvenes que ante la crisis se ven abocados a hacer las maletas para buscar un trabajo– que elude el drama para adoptar la postura de una comedia urbana de toque “indie” y enmarcada en la siempre cosmopolita Barcelona. Da la sensación que Melià ha querido medir muy bien sus pasos en su debut a través de un producto que peca en exceso de amable y que recurre a tópicos manidos para reflejar el presente y futuro incierto al que se ve abocada toda una generación. Dicho de otra manera, la cineasta parece que asume al dictado los horrores de una crisis y plantea un filme en el que los protagonistas en momento alguno se muestran insurgentes ante su nuevo status. La protagonista del filme parece una veleta en manos de una cineasta que primero arranca con una comedia romántica y después transita por un espacio indeterminado en el que asoman las dudas existenciales. Todo ello está acompañado por una banda sonora repleta de temas de “indie” y un reparto que no logra ocultar sus carencias interpretativas en cuanto desaparecen las sonrisas amables y todo se torna en una nebulosa calculada para no provocar excesivas preocupaciones en un patio de butacas que debe conformarse con algunos gags urbanitas metidos con calzador y que a ratos bordean la superficialidad más desconcertante.