13 JUIN 2017 JO PUNTUA Tortura: crimen de estado César Manzanos Doctor en Sociología Se acaba de hacer público, en Madrid, el último informe sobre la tortura en el estado español, en un contexto, donde cada vez se oculta, legitima e incluso aplaude desde los circos mediáticos la práctica de los malos tratos, la tortura y las muertes bajo custodia del estado, ordenadas por tecnócratas y políticos y, ejecutadas por las policías o por funcionarios de prisiones. El esfuerzo de la Coordinadora para la Prevención y Denuncia de la Tortura, que está compuesta por decenas de entidades con larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos, resulta ímprobo y cada vez más dificultoso. Esto es debido a que los estados, lejos de hacer caso a las recomendaciones de los organismos europeos e internacionales que instan a aplicar, modificar y crear mecanismos de prevención y control que garanticen los derechos a la integridad física, a la salud, al trato digno y a la vida de las personas, lo que hacen es elaborar, experimentar y ejecutar dispositivos que posibilitan, no solo que estas prácticas institucionales continúen produciéndose, sino que puedan extenderse e institucionalizarse, siendo cada vez más difícil deslegitimarlas y denunciarlas. Para ello, se valen de las empresas mediáticas que aplauden la tortura, de las modificaciones legislativas cada vez más restrictivas y menos garantistas y, de la potenciación de unas políticas criminales que, por un lado, se ceban con la población excluida y disidente y, por otro, exculpan y encubren las violaciones de derechos por parte del estado, convirtiéndolas, en una necesidad incuestionable de sus políticas de seguridad destinadas a garantizar, por encima de todo, la propia seguridad del estado y de las élites de poder que lo sustentan, y no la seguridad de todas las personas. En el último informe anual recién presentado, al igual que en los anteriores, se recogen datos y reflexiones sobre la tortura que podemos conocer (web CPDT) y, que sin duda, resulta una información muy valiosa para poder defendernos mediante la acción política colectiva y la solidaridad con las víctimas de la sistemática violencia de estado. Lo que hacen es elaborar, experimentar y ejecutar dispositivos que posibilitan, no solo que estas prácticas institucionales continúen produciéndose, sino que puedan extenderse e institucionalizarse, siendo cada vez más difícil deslegitimarlas y denunciarlas