África, guerra y crisis humanitaria perenne

Los abundantes recursos naturales, la disputa por el poder, la guerra, el desplazamiento de la población civil, el hambre y las enfermedades constituyen una cadena trágica de hechos que se reproducen en muchas regiones del mundo, pero que se ha convertido en endémica en el continente africano. La última de estas tragedias se está viviendo en Sudán del Sur. La lucha por el control de los recursos petrolíferos del país está en el origen de una escalada militar que ha degenerado en una guerra civil. Las hostilidades han provocado la huida de la población hacia Uganda, su vecino del sur, que recibió más de 500.000 refugiados durante 2016, situándose a la cabeza de países receptores de refugiados.

Un conflicto armado en el que, como suele ser habitual, las partes enfrentadas acumulan réditos en forma de dinero y poder mientras endosan los costes a la población civil que sufre los saqueos, la violencia contra las mujeres y niñas, las hambrunas y la muerte. La comunidad internacional debería desempeñar un papel más activo en la resolución de este tipo de guerras antes de que degeneren en tragedias humanitarias. Sin embargo, la atención es mínima; otros conflictos menores copan la agenda política y el interés mediático. Un dato que explica esa falta de interés es el de la exportación de armas: los países más poderosos copan los primeros lugares –el Estado francés y español son quinto y séptimo respectivamente–. África es un mercado especialmente interesante mientras haya recursos naturales con que pagar el armamento. No en vano, con la excepción de Oriente Medio, es la región del mundo con el mayor gasto militar –cerca del 2% del PIB– careciendo además de industria militar.

Africa continúa siendo el teatro de operaciones de una guerra por el control de materias primas estratégicas. Y el comercio de armas resulta un modo efectivo de extraer plusvalías y coartar cualquier desarrollo social. La tragedia humanitaria que deja no afecta a las bolsas de valores.