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EL DEBUT

El amor en la plaza de toros imaginaria


Decía el legendario director teatral Peter Brook que todo lo que necesitaba para crear un espacio de ficción era tomar cualquier lugar vacío y desnudo, y poner ahí a alguien que lo recorriera. El primer largometraje dirigido por Gabriel Olivares toma como punto de partida esta sentencia, y le da vida mediante una estimulante mezcla de artes y formatos. A través del cine, se filma un ejercicio colectivo interpretativo que parece estar más cerca del teatro y/o la danza. Formalmente, la película no se aleja excesivamente nunca de los terrenos del documental.

La propuesta, en teoría, se sustenta en un grupo de actores convocados por un director con un problema muy serio: el guion de su película está inacabado, de modo que la responsabilidad de llegar al “The End” va a recaer sobre ellos. Moviéndose constantemente entre la realidad y la ficción, Olivares desarrolla un ejercicio de auténtica (?) investigación dramatúrgica, poniendo, por si todo esto fuera poco, la tauromaquia y la homosexualidad en el mismo ruedo. Pura provocación, para nada exenta, todo sea dicho, de un potente componente intelectual.