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JO PUNTUA

Voz para los sinvoz


El pasado viernes se cumplieron 40 años del nacimiento del diario “Egin”. El 29 de setiembre de 1977 la primera rotativa de la cabecera abertzale lanzaba desde Hernani hasta todos los rincones del país 75.000 ejemplares del que con el paso de los años se convertiría en uno de los proyectos informativos más importantes en la historia reciente de Euskal Herria.

Uno de los pilares de este proyecto fue, precisamente, la independencia de su línea editorial e informativa, su fidelidad inquebrantable a la defensa de los derechos sociales y políticos que los estados español y francés negaban –y siguen negando– a Euskal Herria. “Egin” fue «la voz de los sin voz», al margen de las presiones de los grandes grupos económicos y financieros, gracias al modelo de financiación que permitió su génesis: las cuenta-participaciones. Cerca de 40.000 personas aportaron dinero, en cantidades diversas, para sostener, desde el pueblo, un proyecto de inspiración popular.

“Egin” pagó caro su desafío al modelo comunicativo predominante. 21 años después de su nacimiento, cuando ya era una realidad informativa consolidada e influyente, el Estado español decidió cerrarlo. «Creían que no nos íbamos a atrever», cacareaba Aznar, después de que Garzón urdiera una chapucera farsa judicial que terminó demostrándose falsa, pero que sirvió a las cloacas del Estado para asestar un severo golpe a la libertad de expresión del que, no sin esfuerzo, la sociedad vasca terminó por recuperarse con nuevos proyectos informativos que hoy persisten con salud y fuerza.

Iniciativas como “Egin” son imprescindibles en la cimentación de una sociedad realmente libre y democrática en general, y en la defensa de un proyecto de construcción nacional, en particular. Lo sabemos en Euskal Herria, pero también se puede confirmar fuera. El proceso que vive Catalunya es prueba candente. Cada día, la gran mayoría de los medios de comunicación españoles generan una descarada y desmesurada adulteración informativa contraria a los deseos de la sociedad catalana. Su inquina desvela la verdadera medida del volumen al que suenan las alarmas en los niveles más profundos de la caverna.