GARA Euskal Herriko egunkaria
JO PUNTUA

¡Que viva España!


El corto mensaje del Rey español del otro día fue una declaración de guerra contra Catalunya, se pongan los eufemismos y edulcorantes que se quieran: «enérgico», «duro», etc. Incluso la brevedad del mismo forma parte de las declaraciones de guerra, igual que las de amor.

En ese sucinto mensaje real, el Jefe de Estado y los Ejércitos del Reino de España empleó tres veces la expresión «Estado de Derecho», mantra con el que se llena la boca el «stablishment» político. Y también las martilleantes apelaciones a la «ley», al «imperio de la ley» (esto sería el Estado de Derecho), como una superstición, un tótem extrahumano al que venerar tal que hubiera descendido de los cielos siderales sin mano ni cerebro humano de por medio. De pronto, súbito, descienden sabias lenguas de un Pantocrátor jurídico santificado que se posan sobre las cabezas de la «casta» política española (incluida la «podemita») para decirnos que, efectivamente, como los talibanes y fundamentalistas, primero la ley, el Estado de Derecho, y luego el hombre, los pueblos, al igual que el ser humano se ha hecho para los jueves y no al revés. O el Sabbath. Como si no supiéramos que el que hace la ley, hace la trampa.

Se agarran a vagorosos conceptos –el Estado de Derecho– como un náufrago desesperado a una tabla de salvación. Y lo usan para explanar y estagnar todo lo que se menea. Sucede –resulta hasta cómico– que ya en pleno franquismo se usaba el semantema «Estado de Derecho» y por el mismísimo Franco en algunos de sus discursos: «el lenguaje franquista incorporó y utilizó conceptos ajenos a sus raíces políticas tales como democracia, libertades, constitución o Estado de derecho, desnaturalizándolos absolutamente», escribe Pere Ysàs. Una corrupción del lenguaje que ya empleó el «Cuñadísimo» Serrano Suñer –el más nazi de los falangistas, el más «puro»– y se consolidó en los años cincuenta con los tecnócratas y sus «XXV Años de Paz» para ver el Régimen (el de antes que ahora se llama «del 78») de homologarse con las democracias europeas.

«Atado y bien atado», dijo el Generalísmo. «A por ellos», dicen sus cachorros fascistas. «Aplíquese la ley, el Estado de Derecho», dicen los «demócratas». «A la mierda con todo», dice el pueblo.