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IKUSMIRA

No son locos que disparan al azar


El tiroteo que tuvo lugar en una iglesia de la localidad de Sutherland Springs, en Texas, el pasado domingo, ha vuelto a divulgar la idea de que el fácil acceso a las armas en Estados Unidos las deja en manos de dementes que se suben a la azotea de una universidad o entran en una iglesia a disparar a todo el que se pone en su punto de mira. El propio presidente, Donald Trump, ha insistido en que la matanza era obra de un loco.

Pero el hecho de que sean las mayores masacres la que reabran el debate del control de armas, indefinidamente pospuesto, oculta la dimensión de la violencia por armas de fuego en un país en el que solo se consideran tiroteos masivos los que provocan al menos cuatro víctimas.

Y aunque cada día se produce un «tiroteo masivo», según las organizaciones que estudian ese tipo de violencia, corresponden solo a una pequeña parte de las 12.000 muertes anuales por arma de fuego en ese país.

La mayoría no abren informativos en televisión como lo hacen los tiroteos del concierto de las Vegas o la escuela de Connecticut. Más de dos terceras partes de las muertes tienen lugar en domicilios privados y la víctima, habitualmente, es una mujer.

Cada mes mueren de media cincuenta mujeres a manos de sus parejas y la mitad de los autores de tiroteos con varias víctimas tiene antecedentes por violencia de género. Y no son «locos». La mayoría de las personas con problemas síquicos no son violentas. Es decir, es en el machismo, y el odio en general, donde se debe poner el foco al hablar de control de armas.