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DE REOJO

Un mal día


Todos tenemos un mal día. O mil malos días. Yo soy multimillonario en malos días, pero hoy, por diversas razones me encuentro en uno de esos días donde entro en bucle, no soy capaz de escapar a las sensaciones que me provocan lo que veo, escucho, siento, huelo y toco. Y es una vuelta al origen de la involución política, mediática y social. Mi mal día es uno de los cientos de malos días en los que tengo que escribir reprimiéndome, porque decir hoy lo que uno piensa, en su totalidad, sin represiones y autocensuras es colocarse en el paseíllo donde están apostados los mil francotiradores.

Quisiera decir que con ETA callada, necesitaba el monstruo de la represión españolista una excusa para seguir yendo marcha atrás, pero esta vez, por las circunstancias que sean, paseo por calles y plazas de diversas ciudades del reino de España y veo rojigualdas en casi cada edificio. En tiendas, en bares. Y no hay fútbol, sino reproducción de un patriotismo excluyente, visceral. Han conseguido con sus aparatos de contaminación y manipulación crear una realidad anticatalana que les ayuda a cohesionarse y a escapar de sus propias miserias. Es una envidia utilizada como discurso político y una manera de retorcer y acabar con libertades y derechos.

Y todo esto lo escribo con la tele puesta, con el mando echando humo, viendo entrar y salir de prisión a cargos electos catalanes, cuando otra vez se ha creado un manto de silencio sobre lo otro. No existe una oposición real a la banda de Rajoy. Y procuro ver series para escapar, pero si veo tertulias entro en crisis y me cambia el carácter. “Me llamo Earl” me ha tenido un buen rato entretenido, pero todas las burradas que hacen esos dos descerebrados hermanos me parecían menores comparadas con lo que sucede en la realidad circundante. Los noticiarios de las generalistas son alucinógenos.