GARA Euskal Herriko egunkaria
PERFIL

De aclamado líder de la independencia a odiado déspota


Desafiante, Robert Mugabe dijo una vez que iba a gobernar Zimbabue hasta los cien años. Pero acabó cediendo a las presiones del Ejército, de mandatarios africanos y de los que hasta hace unos días fueron sus apoyos y a las protestas en las calles, y renunció ayer a los 93, tras haber llevado al extremo la caricatura del déspota africano dispuesto a todo para seguir en el poder.

Seis días después de una demostración de fuerza del Ejército, seguida a los cuatro días por la decisión de su partido de exigirle la renuncia, el jefe de Estado más anciano del planeta terminó dimitiendo.

Aplaudido en 1980 como héroe de la independencia y luchador por la democracia, Mugabe pasó a ser acusado de recurrir al fraude electoral y a la represión de la oposición para mantenerse en el poder y fue progresivamente abandonado por sus fieles, epílogo de un Gobierno que en 37 años se convirtió en autoritario y acabó hundiendo al país en la pobreza mientras él y su familia se enriquecían.

«Fue un dirigente formidable, pero el poder terminó degenerándolo al punto de que puso a Zimbabue de rodillas», resumió Shadrack Gutto, profesor de la Universidad de Sudáfrica.

El expreso político convertido en un líder de la guerrilla llegó al poder después de que el Gobierno racista se viera obligado a negociar, ahogado por las sanciones y la amenaza de la insurgencia. Pero su brillo inicial no tardó en desvanecerse.

Se puso al frente del granero de África. Impulsó la sanidad y la educación, convirtiendo su sistema educativo en uno de los mejores del continente. Construyó carreteras, fomentó el turismo y logró una base económica sólida, basada en la exportación de alimentos.

Con él llegaron también las expropiaciones de tierras, iniciadas en 2000, a los granjeros blancos, que veinte años después de la liberación e independencia de Zimbabue, representaban el 1% de la población, pero seguían siendo dueños del 70% de la tierra cultivable, en una reforma agraria caótica. Pero muchas de las tierras confiscadas pasaron a manos de Mugabe y sus favoritos, sin experiencia en el cultivo masivo, la producción de alimentos se desplomó y Zimbabue pasó a tener que importar para comer.

Desde 2000 la situación del país cayó en picado. La represión y la crisis económica han llevado a Zimbabue a perder gran parte de la inversión extranjera y se estima que unos 5 millones de zimbabuenses se han desplazado a Sudáfrica.

Quienes le conocieron aseguran que se caracterizaba por su intransigencia y dura retórica, pero también por ser una persona muy inteligente y culta y un devoto cristiano.

Su sucesión fue un tabú que se extendió durante décadas, pero después de que Mugabe cumpliera 90 años y con constantes rumores sobre su salud, se abrió la veda y la élite en el poder se enfrascó en una lucha despiadada. El exvicepresidente Emmerson Mnangagwa, cuya destitución fue el detonante de la crisis, es el favorito.

«Su verdadera obsesión nunca fue la riqueza personal, sino el poder», dijo el biógrafo Martin Meredith. «Año tras año Mugabe se mantuvo al mando mediante la violencia y la represión, cargando contra los opositores políticos, transgrediendo a los tribunales, pisoteando los derechos de propiedad, suprimiendo a la prensa independiente y amañando las elecciones», describió.