04 JAN. 2018 CRÍTICA «El gran Showman» Un circo de tres pistas excesivo, kitsch y seductor Koldo LANDALUZE Siguiendo la estela de “Moulin Rouge” y la oscarizada “La La Land”, se ha instalado en nuestras pantallas un circo de tres pistas que no defraudará a quien quiera sentirse apabullado ante un torbellino de imágenes y sonidos que en momento alguno elude su intención de ser un entretenimiento kitsch disfrutable por todo tipo de públicos. Hollywood vuelve a demostrar que nadie le iguala a la hora de sacar de su chistera un conejo blanco como el que ha filmado Michael Gracey y estoy seguro que ni el mayor de los visionarios de la industria hubiese apostado un dólar por una pieza como esta de no ser porque el pasado año Damien Chazelle sedujo al respetable al ritmo de “La La Land”. La idea de desarrollar un musical orquestado a mayor gloria de Phineas Taylor Barnum, empresario circense norteamericano que fundó el “Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus”, reta cualquier tipo de lógica por mucho que se le otorgue al citado Barnum el título de “Creador del mayor espectáculo del mundo”. Convenientemente maquillado, este acercamiento a un personaje sobre el que pende la mala fama de haberse lucrado gracias a sus “fenómenos de feria”, adquiere una dimensión estelar gracias a un Hugh Jackman que se descubre pletórico y desatado en su intento por convertir al empresario en un arquitecto de sueños y fantasías luminosas. Respaldado por el buen hacer que han demostrado nuevamente los compositores de la ya mencionada “La La Land” (Benj Pasek y Justin Paul), “El gran Showman” no se obsesiona en desarrollar originales coreografías, tan solo se conforma con exprimir al máximo la fuerza evocadora que todavía tiene el circo y aplicarla a números tan excelentes como el de las sábanas en movimiento o el uso rítmico de diferentes utensilios.