Joseba VIVANCO
Athletic

Un punto que casi es de sutura

Los rojiblancos pierden por dos veces la ventaja en el marcador para acabar el partido pidiendo la hora ante el empuje azulón.

GETAFE 2

ATHLETIC 2


Si antes del partido de anoche me interrogan por algún jugador alfarero lo más cercano que a bote pronto me vendría a la cabeza –perdóneme Markel Bergara– sería que por aquellos lares dejó su muesca uno de esos futbolistas castizos que sería poco menos que actor principal en, pongamos, ‘‘El penalti más largo del mundo’’, como era Dani Güiza –hoy en el Atlético Sanluqueño– con su entonces pareja sentimental Sonia Bermúdez, que se dio a conocer en el famoseo tras un escarceo con el infiel Antonio David, ‘picoleto’ marido de ‘Rociíto’ Jurado. Días de vino y rosas azulones, como ahora, por delante del Athletic en la tabla a base de sudor y compromiso. Allá, a Getafe, «cuna de la aviación española», según reza la entrada a esta ciudad de cimientos obreros, se encaminaron los leones de Kuko Ziganda, hacia uno de esos duelos y uno de esos campos ante los que cuadrarse, prestarse a caminar sobre brasas y rezar una oración por el alma del jogo bonito. Jugar en el Coliseum Alfonso Pérez es juramentarse para una guerra de guerrillas, escaramuzas hombre a hombre y pelotazos en largo. Visitar un estadio coquetamente renovado y una afición de nuevo con los suyos, donde los rivales solo habían anotado dos goles en las últimas seis visitas, ante el conjunto que menos pases en corto da, el que más faltas hace de la Liga, el tercero que más disputas por la pelota gana en el bis a bis y liderado en el banquillo por un tipo de Avilés, forjado en el fútbol de barro y que para más inri luce un tatuaje en honor a las legiones romanas. Duelo de paciencia, pecho frío y donde un equipo demuestra de qué pasta está hecho. Lo hizo el Athletic, hasta que con el 1-2 avanzada la primera mitad desnudó una defensa cuya espalda acabó como para pedir cita con el fisioterapeuta. El 2-2 fue lo mejor que a la postre le pudo pasar a un conjunto rojiblanco que acabó ondeando la bandera blanca ante un empuje madrileño que se las hizo pasar canutas.

Un punto, otro más tras el firmado ante el Espanyol, que deja de nuevo una lectura amarga, y es que los leones se adelantaron por dos veces, fueron mejores dentro del equilibrio en una primera mitad más áspera, más de golpe de riñón, pero no supieron defender con uñas y dientes una nueva ventaja para acabar pidiendo la hora. Antes del duelo más de uno hubiera firmado el empate en una salida complicada como es Getafe y donde sólo Barcelona, Madrid o Sevilla han ganado por la mínima. Pero visto lo visto, como la pasada jornada, queda la impresión de que el Athletic podría haber hecho algo más. Nada que objetar, como decimos, en la primera mitad, pero mucho que desear dejó en el segundo acto, nítidamente superado por un equipo local que se olvidó de destruir y se fue decidido a por la victoria.

Lo rocoso del partido que tenían enfrente invitó a Kuko Ziganda a dar entrada al inédito Sabin Merino y dejar a Aduriz, con cuatro amarillas y prestaciones a la baja lejos de casa, en el banquillo. El resto, los esperados. Lo extraño fue que situara al de Urduliz no en punta sino en banda, con el renovado Williams en vanguardia. E iba a ser el ‘11’ el que tras avisar al minuto 5 con un tiro ajustado desde el balcón del área, quien casi al cuarto de hora adelantara a los suyos con un golazo de sombrero. «Cuando recibí el balón estaba un poco cansado y pensé: puedo pararlo y tratar de hacer algo entre todos esos defensas o, más fácil, arriesgarme y disparar. Todo fue bien. Es una de esas cosas que a veces, simplemente, ocurre». Eran las palabras de Marco van Basten tras la volea casi inverosímil que firmó ante el ruso Rinat Dasaev en la Eurocopa de 1998. Iñaki, escorado en el área, arriesgó y le salió una volea a centro diagonal de Laporte que supero la estirada inútil del arquero local. Golazo.

Ventaja que al revés que sucedió ante el Espanyol, fue esta vez el Getafe el que niveló demasiado pronto. Balón perdido en el centro del campo por un ayer demasiado atropellado Rico, y Molina que se planta ante un Iago que le derriba en su acelerada salida. Minutos de desazón visitante y de arreón local, que puso en un par de aprietos al arquero rojiblanco. Tuvo también un poco participaticvo Sabin el gol en su cabeza, pero atajó el portero del Getafe.

Dos penaltis más

Primera mitad igualada, sin demasiadas faltas tampoco, con el balón más en poder de los bilbainos pero sin apenas hilvanar jugadas una vez superada la línea medular por parte de cada equipo. A vuelta de vestuarios los de Ziganda se iban a encontrar con un nuevo penalti, esta vez a favor, en una falta lateral en la que el colegiado podía haber señalado dos o tres penas máximas por agarrones de los defensos azulones. Pitó uno y allá se fue Raúl García para hacer con enorme frialdad el 1-2.

Ventaja que de nuevo los bilbainos estuvieron a punto de tirar por la borda apenas cuatro minutos después. De nuevo, penalti de Iago sobre Molina –en fuera de juego– en su salida y el guardameta de Castro que enmienda su falta con una parada de mérito. Una de esas acciones que no se sabe a quién espoleará más. El Athletic respondió con una aislada contra de Williams, que estuvo a punto de hacer el tercero a la media vuelta. Un espejismo. El Getafe se lió la manta a la cabeza, y empezó a achicar espacios y empujar hacia su área al Athletic peligrosamente.

Los apuros para los leones se convirtieron en una costante, los cambios que paulatinamente introdujo Ziganda no aportaron nada y fueron más que dudosos, en tanto la entrada del local Ángel catapultó las llegadas getafenses. El Athletic reculó tanto que al final terminó cediendo el 2-2 en una mala salida de la línea defensiva, algo que se agravaría a cada balón a la espalda que enviaba el Getafe. En la banda Pepe Bordalás arengaba a la grada, ésta respondía con gritos de ¡Geta, Geta!, y es que propios y ajenos veían que el tercero para los anfitriones era una posibilidad real. Ángel, el autor del gol, la volvió a tener en otro despiste defensivo y sacó Iago, y Molina casi deja la victoria en casa en el descuento en una contra que provenía de una falta a favor sacada por el Athletic en campo rival... Desastroso.

El pitido final fue lo mejor que le pudo suceder al conjunto bilbaino vistos los derroteros de un choque que se preveía trabado, de pico y pala, que se encaró con el buzo puesto y se acabó con él hecho girones dando muestras de que los problemas siguen. Noveno partido sin perder sí, pero de nuevo con sensaciones agridulces.