22 JAN. 2018 DE REOJO Fusión Raimundo Fitero Si mis capacidades olfativas no me engañan, la comida fusión no se estila, o al menos ha desaparecido como gancho comercial el decir que algo, la música, la moda o el menú está hecho de la fusión de muchos elementos objetivos y subjetivos. Por eso, este artículo sí es pura fusión, puesto que se han fusionado sensaciones infundadas hasta lograr un apareamiento casual. Y es que si existen, como insisto, tantos programas dedicados directa o indirectamente a la gastronomía, la cocina más allá del acto de supervivencia, todas deberían estar de luto porque ha muerto Paul Bocuse, que fue el gran patriarca de estos tiempos culinarios actuales. Noventa y un años dedicados a dar de comer sueños y sensaciones y a vivir en el sentido más amplio de la palabra. De la “nouvelle cuisine”, a la Gran Cuisine, a la leyenda, al negocio, a saber conjugar nada menos que una veintena de establecimientos de alta gama culinaria y de ser un trígamo confeso y equilibrado. Un ejemplo. Considerado el mejor cocinero de la historia, seguro que fue el más influyente del siglo XX. Y no he sabido si su fama se fraguó en la tele o en las comilonas orgiásticas que ofrecía a los corresponsales de los medios de comunicación. La cocina vasca le debe mucho. Y de ahí en adelante todo es orégano o cilantro. Como uno anda escorado, compungido, en La 2 contemplo una crónica documental sobre el alcohol, sus mitologías, sus efectos reales sobre el cuerpo, las dosis, los pros y los contras y de repente recuerda que hace diez años que murió Bobby Fisher, para muchos le más grande ajedrecista jamás visto. Con todo me hago una composición de lugar, me receto una manera de aceptar la vida como una fusión de estímulos internos, recuerdos, sentimientos y externos provocados por el ambiente. Y no sé dónde ubicar los huevos fritos de mi abuela Emeteria.