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EDITORIALA

Muertes laborales nada accidentales


Ayer fue un día aciago para los trabajadores de Euskal Herria. Por la mañana, los conductores de un camión y de un autobús morían en un accidente cerca de Galdakao. Por la tarde, dos trabajadores más fallecían en Loiu durante su descanso laboral en el interior de una furgoneta a consecuencia, según los primeros indicios, de los gases de la calefacción. Las muestras de dolor y solidaridad con las familias de los fallecidos fueron numerosas desde el ámbito sindical y político. Es importante reconfortar a los allegados en momentos tan duros, no obstante, que haya cuatro trabajadores muertos en accidente laboral en un solo día, tantos como los registrados durante todo el mes de enero, conforman una situación a la que es necesario también darle la dimensión política que se merece.

La acumulación de víctimas mortales muestra que la cuestión de la seguridad en el trabajo es más grave, más profunda y más general de lo que se transmite. Los accidentes de ayer apuntan a que posiblemente sea la suerte y la pericia de los trabajadores la que evita muchas veces un desenlace fatal. Y entre las causas de un entorno laboral tan peligroso está, principalmente, la precariedad tantas veces denunciada. El estrés, los trabajos a destajo, la falta de descanso, la ausencia de formación y las pobres instalaciones entre otros aspectos de las condiciones laborales elaboran un cóctel muy peligroso para la seguridad y la salud laboral de los trabajadores.

La exigencia de una investigación exhaustiva es la base para establecer las causas e intentar prevenir futuros riesgos, pero es también el primer paso para evitar que los accidentes laborales se presenten como hechos puntuales e inevitables, fruto de circunstancias que escapan a todo control. Una representación nada inocente con la que se pretende evitar la denuncia de responsabilidades, así como cualquier reflexión sobre el origen de unos siniestros que para nada son accidentales.