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Entrevue
ALFONSO LÓPEZ BORGOÑOZ
PRESIDENTE DE LA SECCIÓN ESPAñOLA DE AMNISTÍA INTERNACIONAL

«A Europa le da igual si se salvan vidas o no, su fin es que no lleguen»

Desde su labor en Amnistía Internacional, López conoce de primera mano el infierno que viven las miles de personas atrapadas en Libia en su intento por llegar a Europa. Esta semana ha dado cuenta de ello en una conferencia en Donostia.


Sus palabras son tan desgarradoras como sinceras. Delatan que conoce de sobra la vulneración de derechos que cada día se produce en las fronteras. «Si algún día hay excavaciones arqueológicas en el desierto, será horroroso». Confiesa que no puede quitarse de la cabeza la imagen de las madres que intentan salvarse a nado con sus hijos. Tras el encuentro con él, se hace imposible desprenderse de lo que nos ha contado; «dramas reales» ante los que, insiste, es necesario despertar.

¿Cómo describiría lo que está pasando en Libia?

En este momento la UE y la ONU tienen reconocido al Gobierno de Acuerdo Nacional, que surge de un acuerdo entre dos grupos opositores. En realidad el control del Gobierno de lo que está pasando es muy pequeño. No solo eso, sobre algunos generales del Gobierno pesa orden de detención del Tribunal Penal Internacional. Y es con estos señores con los que estamos acordando que no lleguen a Europa las personas refugiadas. Esto es lo que hay.

¿En qué situación subsisten los refugiados?

A Libia está llegando gente de toda África básicamente cruzando el desierto. Los grupos de traficantes de personas los pueden pasar de cualquier manera. Hay otra corriente que pasa por Egipto, que viene desde Siria y Oriente Medio, que está intentando llegar una vez se bloquea lo que es Turquía. Lo que se encuentran en Libia es un país en el que está penalizada la entrada, la estancia y la salida irregular del país. Se encuentran en una trampa, un estado fallido en el que nada más entrar son parte de un negocio muy lucrativo.

Según dice la Organización Internacional de Migraciones, en Libia había más de 416.000 personas migrantes en 2017. Al ACNUR no se le permite hacer revisiones, pero se calcula que hay unas 40.000 personas, un 10%, que tiene un estatus de refugiado y asilo allí. Pero no quieren estar refugiados en Libia sino en Europa. Y no se trata de una cuestión de egoísmo. Esto es lo que Europa está haciendo. En el caso de Italia alcanzó una serie de pactos el año pasado con Libia para que llegase más gente.

¿Y esos acuerdos son legales?

Pueden ser legales. Pero son acuerdos del tipo ‘yo te doy a ti una metralleta pero no me importa lo que hagas con ella. No me importa en absoluto ni tienes que explicarme qué haces, es más, no quiero saberlo e intenta que no te graben. Por parte de Europa existe un intento deliberado por no saber lo que hay al sur de la Frontera Sur; está pagando por eso. En unas imágenes de noviembre de 2017 se ve una lancha rápida italiana y cómo en ella se está golpeando a personas migrantes. Fruto de esa acción murieron unas 50 personas, hubo 25 ahogados seguros y 25 desaparecidos. Y en Europa nadie ha preguntado por ello ni nadie quiere saber que está pasando. Es brutal. Tu no puede pactar con el demonio para que te retenga a la gente. Europa está pactando no solo con el Gobierno el Libia sino con diferentes milicias para que no llegue la gente, pero se desentiende de cómo se le retiene.

Cuando uno ve los centros de detención y los pactos a los que está llegando la UE con silencio cómplice y algún grito consternado de alguna autoridad de vez en cuando… Los informes de ONG, agencias internacionales de las Naciones Unidas y organizaciones como las nuestras son públicos. Hay entre 17 y 36 centros de detención en Libia que dependen del Gobierno.

¿Qué situación se vive en esos centros?

De hacinamiento de personas, de violación constante de las mujeres. El de las mujeres es siempre un paso a peor en el horror. Escuchar sus testimonios es brutal. Muchas intentan mediante tratamientos no quedarse embarazadas porque saben que van a ser violadas sistemáticamente a lo largo del camino. Lo saben y no es que lo acepten; tienen que desconfiar de todo el mundo, porque nadie tiene que rendir cuentas y sobre ellas se ceba especialmente toda esa violencia. Algunas se quedan embarazadas y a partir de ahí es el horror multiplicado, porque esos niños están expuestos a toda la barbarie. Incluso pueden ser separados de sus madres.

Hay miles de centros que no conocemos, que están en manos de grupos, de traficantes de personas… Suponemos que si están mal los que están en centros oficiales, lo que deben ser los otros! Lo terrible es que son personas, perdona que lo diga así porque se que tu los sabes. Cuando salen no saben que se van a encontrar con eso o creen que van a tener suerte.

A ello se suma la campaña de acoso que han padecido las ONG que han estado realizando salvamento en el mar el año pasado. Desde Italia, y desde toda Europa, se han desarrollado campañas de desinformación, se les ha acusado de provocar un efecto llamada, de interferir en los procesos de salvamento. Afortunadamente está todo grabado. Se han dedicado a salvar vidas que nadie iba a salvar. Con la capacidad naval que tiene el Estado español o Italia o Francia sería relativamente fácil poner solución a este problema. A Europa le da igual si se salvan vidas o no. El Gobierno italiano está devolviendo refugiados a Libia pese a saber lo que ocurre allí. A mí particularmente me asombra ese terror que tenemos hacia Donald Trump por sus políticas de migración cuando en la Europa del bienestar y de los derechos humanos es vergonzoso lo que se está haciendo.

Frente a esto, es evidente que las cuotas establecidas en la UE en cuanto a acogida de refugiados son papel mojado.

Es totalmente hipócrita. Solamente se han registrado quejas cuando en setiembre del año pasado finalizó el plazo para acoger a los refugiados –el Estado español solo acogió a un 10%– y Hungría y Polonia no habían acogido ninguno. Solo Alemania ha adoptado políticas positivas. Estos temas no están en la agenda, la mayor parte de la gente no lo sabe. En las películas vemos cómo personas centroamericanas intentan llegar a EEUU cruzando el desierto de Arizona en unas condiciones deplorables. Los de aquí se están ahogando en el mar.

¿Hay alguna manera de cuantificar cuántas personas se quedan en el camino?

Según los datos disponibles, unas 3.200 personas murieron el año pasado ahogadas. Un compañero de Salvamento Marítimo Internacional comentaba durante la conferencia que, de vez en cuando, ellos se encuentran con barcos vacíos. Cuando proceden a rescatar gente de un barco dejan una marca para que si llega otro barco sepa que las personas se hallaban a bordo han sido salvadas. Muchas veces encuentran barcos vacíos y sin marca. Hay muchísima gente de la que nunca sabremos nada, están bajo el agua.

Lo que se sabe es que está llegando menos gente. Las políticas funcionan, pero va a continuar la presión. Sigue llegando gente a Libia, encuentra aquello taponado y en algún momento va a pasar a Argelia o a Marruecos y presionará a España. Aquí se encontrarán con que hay pactos alcanzados desde hace mucho más tiempo con un socio seguro como es Marruecos.

Todo hace pensar que en todo esto hay mucha gente que se lucra.

Europa está moviendo muchísimo dinero a Turquía tras el pacto de 2016. Con Libia, a través de los diferentes pactos, el Gobierno está haciendo mucho dinero. Con Marruecos pasa lo mismo. Cuando de vez en cuando ves que se producen saltos masivos de la valla en Ceuta y Melilla es que Mohamed VI no está contento con algo.

¿Cuál es la situación en la frontera con Marruecos?

Siguen las devoluciones en caliente, que está completamente prohibido por el ordenamiento jurídico español. Hay quejas del consejero europeo de derechos humanos, pero ante lo que se está haciendo por otras partes parece que no tiene relevancia. Existe también una impunidad terrible. El caso de la muerte al menos de 14 personas en el Tarajal sigue sin estar abierto. No se sabe nada pese a que hay evidencias de una mala praxis por parte de las FSE. Por parte de las autoridades marroquíes la violencia que se emplea es brutal y, de nuevo, sin rendir cuentas y con la despreocupación total por parte de Europa. Por si esto fuera poco hay un asedio a las personas que trabajan en las fronteras en defensa de los derechos humanos. Se está empezando a extender dar miedo a la gente que está investigando y trabajando. Amnistía Internacional no puede entrar a investigar en Marruecos porque decimos lo que decimos.

¿Confía en que esta cuestión reciba una respuesta política?

No basta con denunciar, tenemos que hacer recomendaciones posibles y creíbles para que los gobiernos mejoren su actitud. A los ejecutivos europeos les decimos que reconsideren todo lo que están haciendo y si se toman medidas para pagar al gobierno libio para que haga un control de la migración, lo cual podría no ser ilegal, tienen que garantizar que es control esté estar basadas en la regla del derecho universal humanitario. Se tiene que dejar trabajar al ACNUR para que registre de forma real a todas las personas en los centros de detención que pueden ser susceptibles de ser personas refugiadas. Europa no puede permitir que su dinero se emplee en acciones que nada tienen que ver con la defensa de los derechos humanos. Estamos de acuerdo en que hay que tratar de detener la gran cantidad de muertes en el Mediterráneo, pero hay que apostar mucho más por salvar vidas y no solo por bloquear ese paso. La UE tiene que buscar vías seguras y legales para las personas que buscan refugio en Europa. Tiene los medios y el dinero.

¿Por qué no se cumplen entonces esos tratados?

Porque falta que se rindan cuentas. Los mecanismos de control no están funcionando y no se preocupan de nada más que de que no lleguen esas personas. Tenemos un avance de la xenofobia. Es muy fácil fomentar discursos de odio al diferente. Las mentiras, los tópicos son muy fáciles de propagar y están dando alas a la ultraderecha. En España viven varios millones de personas migrantes que están aquí regularmente. Acoger a 100.000 personas más no supondría nada, son gente que trabaja y huye porque su casa ha sido bombardeada.