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JO PUNTUA

La regla, la teta y la hostia


Hace unas semanas, el creador Javier Rebollo, invitado al Festival Punto De Vista de Iruñea, alabó que compartieran cartel «cineastas con canas y jovencitas a las que les acababa de venir su primera menstruación». Marina Lameiro, que presentaba “Young and beatifull”, por la que obtuvo el Premio Especial del Público, se quedó con ganas de decirle: estoy a la misma distancia de mi primera regla que de la menopausia. Es cierto que a su película le falta el cinismo o la arrogancia desde las que se les exige a los chicos que demuestren madurez: por eso es tan sincera, tan divertida y tan encarnada. Mirando al resto de mujeres que se estrenaban en el festival, creo que todas andan ya lejos de su primera regla.

Cuando aquella teta se escapó durante unos instantes congelados para siempre en nuestra memoria colectiva, Sabrina Salerno ni había cumplido los veinte. Aunque sin duda también llevaba años menstruando, era una mujer muy joven que se enfrentó con agallas a un foco de luz patriarcalmente sobredimensionado sobre ella. Hugo Stuven, el realizador de aquella gala televisiva que recibía el 88, explicó hace poco como, la siguiente vez que se encontraron, un mes después, la genovesa le metió una hostia. ¡Vaffanculo, stronzo di merda! «Dudo que a ella le molestase el hecho de que se le saliese el pecho, sino que nos recreásemos en ello a cámara lenta», reconoce él.

«Siempre estaré del lado de las mujeres. Durante mi carrera he recibido proposiciones de todo tipo, por supuesto. Pero creo que he sido lo suficientemente fuerte. Cuando hay alguien con poder, el riesgo está a la vuelta de la esquina. A veces, si eres joven, te cuesta enfrentarte a determinadas situaciones. Las mujeres siempre deberían creer en ellas mismas y denunciar si algo ocurre», declaraba hace poco Sabrina, que acaba de cumplir cincuenta gloriosos años. Qué gustazo saber que se descargó ya entonces con un sonoro bofetón. ¡Benditas todas esas hostias que hemos devuelto las mujeres! Y las que devolveremos. Ya se sabe, los estrógenos, naturales y sintéticos, nos vuelven muy locas.