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En el uno de mayo tres veces rebeldes... ¡y las que haga falta!


El mundo que conocemos se va desvaneciendo y vamos pasando de un capitalismo que intentó seducirnos con la promesa del bienestar y la igualdad a un capitalismo que acepta, sin ningún pudor, que aquí solamente hay sitio para unas pocas personas. El proyecto neoliberal actual profundiza en el autoritarismo y en las jerarquías de clase racistas y patriarcales. Las áreas en las que gobiernan los poderes corporativos van incrementándose mientras surgen nuevas formas de explotación de las personas, llevando hasta el extremo la precarización de nuestras vidas.

Mientras tanto, el mercado va desarrollándose de manera cada vez más compleja y los limites del viejo mundo se vuelven porosos: ¿Cómo no confundir las horas de vida con las que tienen que ver con el empleo cuando las jornadas laborales se han diluido completamente? ¿Cuántas son las personas que ejercen el autoempleo mientras realizan labores de cuidado? ¿Cuántas, las que se sienten empresarias en estos tiempos en los que nos han inculcado la idea del emprendimiento hasta la médula? ¿Cuántas en el sector agrícola que a pesar de las dificultades priorizan la calidad, mientras los poderes públicos sostienen la agricultura industrial? Las relaciones laborales han cambiado, la clase trabajadora está dividida y muchas veces sus cargas de trabajo son invisibles. Además, la posición social (raza, sexo, edad, procedencia y/o variedades de funcionalidad corporal, entre otras) no nos sitúa de igual manera.

Por eso, y para responder al reto que tenemos delante, nos corresponde actualizar nuestro contexto y método analítico. Debemos interpretar las dimensiones productiva y reproductiva de la economía de un modo articulado, para poder desarrollar desde ahí, una lucha de clase creadora, sólida y renovada.

El feminismo aporta claves importantes en ese sentido: partiendo desde la situación de cada persona e identificando sus desequilibrios, para poder construir un marco político común. Nos alejamos así del paradigma que concluye que un único proceso de liberación superará todos los tipos de sometimiento; debemos pasar de la graduación estéril de las luchas, a las conexiones entre sí. Porque solamente lograremos nuevas alianzas identificando nuevos sujetos, sin instrumentalizar la lucha de nadie. Es indispensable la articulación de diferentes y diversos caminos, ritmos y sujetos políticos para poder hacer frente al capitalismo.

Asimismo, el feminismo ha sido capaz de visualizar la base sexuada del capitalismo y la dimensión socioeconómica de género, situando la diferenciación entre hombres y mujeres dentro de una estrategia político-económica. Pero, sobre todo, el feminismo ha sido capaz de poner una labor importante en el centro de la lucha anticapitalista: La idea de que para derrocar el sistema, hay que terminar con su eje heteropatriarcal.

Ante esto, reivindicamos la soberanía feminista como proyecto para recuperar la libertad de decidir sobre nuestras vidas y nuestros territorios. Esta es una apuesta firme para construir la responsabilidad colectiva de sostener la vida. Porque defender la vida no es una tarea abstracta o idealizada, sino tomar un posicionamiento político concreto en torno a la idea de qué es llevar una vida digna; contraria a las incineradoras, a favor del reparto de la riqueza y en pro de colectivizar los modelos de producción, en contra de los despidos, el derecho a la sanidad universal, etc.

Hemos mencionado los aprendizajes del feminismo pero como decía Rosa Luxenburg, «Quien es feminista y no es de izquierdas, carece de estrategia. Quien es de izquierdas y no es feminista, carece de profundidad». Así es como lo entendió el feminismo vasco desde el principio. Nosotras ya sabíamos que el género no reunía todas nuestras opresiones. Por eso nos hemos fundamentado en la idea de la triple opresión: la de sexo-género, clase y nación. Y esta ha sido nuestra base para analizar la realidad y proponer alternativas.

En este camino el marxismo nos ha dotado de herramientas teóricas y metodológicas para poder detectar estructuras de explotación; para radiografiar las diferentes dimensiones de opresión en los ámbitos socioeconómicos, ideológicos y políticos. Hemos identificado así, la dimensión material de la opresión de la mujer así como la posición que tenemos en este modelo de producción. Hemos entendido que la praxis política y la teoría van juntas de la mano cada vez que «corporalizamos» nuestros discursos y politizamos nuestros cuerpos.

Seguimos profundizando en la ruptura hacia el sistema como lo lleva haciendo desde hace 40 años el movimiento feminista de Euskal Herria. La huelga feminista del pasado 8 de marzo escribió un nuevo capítulo en la historia. Hemos politizado las inquietudes de las mujeres, sacado a la luz los conflictos ocultos y hemos extendido la incomodidad política en diferentes direcciones. En ese sentido, contamos con la capacidad para articular liderazgos colectivos entre mujeres diferentes y diversas.

Pero, sin lugar a duda, el capitalismo tiene en marcha estrategias para barrernos de golpe intentando convertir nuestra lucha en un espectáculo sin contenido o un producto de consumo. Ante esto, queremos aclarar que el feminismo no es de las élites, ni de la falsedad que se crea en torno al concepto de igualdad. No somos las luces moradas de San Mames e Iberdrola. No somos productos de Inditex. No somos efímeras palabras provenientes de intereses partidistas. No somos los paros del 8 de marzo de la reina Letizia o de Ana Rosa Quintana.

Nacimos para revolucionar los modelos de producción y sociales capitalistas y en ello nos ratificamos. Desde el 8 de marzo, hasta el 1 de mayo: gora borroka feminista!

*Firman también: Marina Sagastizabal Emilio-Yus, Saioa Iraola Urkiola, Irati Gonzalez Larena, Naia Torrealdai Mandaluniz, Miren Aranguren Etxarte, Rosa Iriarte Laset, Amaia Andrieu Sanz, Edur Epelde Pagola, Maider Gonzalez Perez, Hegoa Ugalde Villa, Alazne Beltran de Lubiano, Aiora Epelde Agirre, Jenofa Berhokoirigoin Hirigarai, Idoia Arraiza Zabalegi eta Izaskun Guarrotxena Martinez