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EDITORIALA

Serenidad y perspectiva para captar el momento histórico y proyectarlo a futuro


Si hubiese que concentrarse en una emoción o valor en este momento histórico probablemente la serenidad sería una de las principales. Esa, y la perspectiva. El día de ayer estará en los libros de historia y, por contra, el ruido distorsiona el momento pero quedará ahogado con el paso del tiempo. El tren de la historia no espera. Están enojados y no pueden reprimirlo, aunque así muestren su debilidad. ¿Por qué ese enfado ahora?

Repetir que a la gente ya no le importa esto y que por eso es irrelevante resulta peligroso. Es posible que, dada la gestión que se ha hecho por parte de algunos, haya bastantes personas a las que no les interese la decisión de ETA, que olviden a las víctimas o que ignoren las violaciones de derechos humanos pasadas y actuales, por ejemplo. De ser así, eso nos haría una sociedad peor, más cínica. Resulta triste que poderes públicos o personas relevantes abonen esa visión por interés, ventajismo o rencor.

Estándares

ETA ha dado por concluida su existencia y lo ha hecho en colaboración con representantes de la comunidad internacional. Esos representantes lo han certificado. Valoran muy positivamente el proceso y los términos tanto de la declaración del daño causado como de la decisión dada a conocer ayer en Ginebra. Los consideran «ejemplares». Intentar condicionar esto es estéril y profundamente irresponsable, porque nos aleja como país de esos estándares y de esa comunidad.

Dadas las condiciones en las que se ha desarrollado el proceso vasco, inéditas por la necedad española, las vías encontradas para hacer efectiva esa voluntad de cambio resultan excepcionales.

Esta decisión ha sido adoptada en un debate interno, pero sobre todo es la consecuencia de las decisiones estratégicas tomadas por ETA y del compromiso de atender a las demandas de la mayoría de la sociedad vasca. En su autocrítica a lo largo de este proceso, ETA ha dejado claro que haberse desviado de esa voluntad ha sido un error. Entre otras cosas, porque es el Estado español el que no asume esa voluntad democrática y no cumple los mínimos estándares de un estado de derecho. Se ha visto en Catalunya, en ese caso sin más violencia que la ejercida por ellos.

Sin nostalgia, qué queremos ser

Una de las cuestiones más interesantes en este momento es preguntarse quiénes han dado lo mejor de sí mismos y asumido su responsabilidad con todas las consecuencias, y quiénes viven instalados en el pasado, son deshonestos respecto al presente y dañan las perspectivas de futuro.

La dureza de este largo ciclo político ha sido tal que difícilmente se puede vivir con nostalgia si no se olvida esa parte cruda. Hoy es un día para la memoria, sin duda. Pero también lo es para pensar qué queremos ser como sociedad, cuál va a ser el legado para otras generaciones, cómo queremos articularnos y proyectarnos a futuro y cómo lo podemos garantizar frente a quienes cercenan la democracia. El punto de partida debe ser «todos los derechos para todas las personas».