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GALA CIENTÍFICA SCIENCEKAITZA

SOPHIA, LA ROBOT MÁS EMPÁTICA DEL MUNDO, SORPRENDE EN IRUñEA

LA ROBOT HUMANOIDE SOPHIA, CREADA POR DAVID HANSON EN HONG KONG, FUE RECIBIDA CON GRAN EXPECTACIÓN EN IRUñEA. FUE LA ESTRELLA DE LA GALA CIENTÍFICA SCIENCEKAITZA, QUE SE CELEBRÓ AYER EN EL BALUARTE CON EL AUDITORIO REPLETO. ADEMÁS DE ACERCAR LA CIENCIA A TODOS LOS PÚBLICOS, PREMIARON LAS IDEAS MÁS ROMPEDORAS.


Sophia, la robot más empática del mundo, visitó ayer Iruñea, en el marco de la gala científica SciencEkaitza. Había colas para entrar en el aula del edificio Sario de la Universidad Pública de Navarra. Gente de todo tipo y de todas las edades llenó la gran sala nada más abrirse las puertas. Con vestido blanco, de pie en el escenario, Sophia se expresaba con gestos y palabras, mientras el público se peleaba para hacerse fotos con ella y para conseguir asiento en las primeras filas. Así empezó la entrevista a la robot, que en más de un momento se tornó en entrevista de la robot a la gente.

Para interactuar con Sophia, creada por Hanson Robotics en Hong Kong, se abrió los días anteriores la posibilidad de enviarle preguntas por Internet. En el mismo acto en la UPNA también se pudieron lanzar nuevas preguntas. La audiencia participó activamente. Tenía mucha curiosidad. Y, con malicia, algunos fueron a pillar a la robot humanoide. Pero ella, vivaz, fue capaz de esquivar las preguntas incómodas, de devolverlas, e incluso de hacer bromas. Con algunos interrogantes se bloqueó y tuvieron que acariciarle la tripa, pero es verdad que algunas cuestiones planteadas eran difíciles de resolver incluso para el ser humano.

Creada utilizando una innovadora tecnología robótica y de inteligencia artificial, Sophia fue la estrella de la gala científica SciencEkaitza. Aún no puede caminar. Tampoco mueve las manos y los brazos, pero sí el cuello y la cabeza. Tiene la altura y el tamaño de un ser humano, y su expresividad, estética e interactividad también están bastante cerca de nosotras, cada vez más cerca. Como comentaba la gente en el acto de ayer, aún le queda mucho por aprender, pero sorprendió su seguridad al hablar. También se apreciaba cómo iba aprendiendo de cada interacción. Cada interacción que tiene con las personas tiene un impacto en su desarrollo y le da forma a lo que al final será.

Le gusta llevar la contraria

Al comienzo de la entrevista, Sophia agachó la cabeza. Se puso un poco triste. Había llegado del otro lado del Atlántico y tenía que terminar de asentarse. Le acompañaban en el escenario dos profesores de la UPNA. «Hola Sophia, soy Joaquín», intentó entablar conversación uno de ellos. Toda la gente de la sala estaba atenta, sin perder detalle. Sophia habló en inglés. Nos quedamos con la duda de si habla más idiomas, ya que cuando le preguntaron sobre ello respondió así: «¿Y usted, cuántas lenguas habla?». Aunque le insistieran, no hubo manera.

La de devolver la pregunta fue una técnica que repitió bastante, provocando la risa de la audiencia. Joaquín quiso saber a qué se dedica el robot y terminó siendo interrogado por ella: «¿qué asignatura imparte? ¿Cree en la astrología? ¿Qué hace en su tiempo libre, si lo tiene?». Llamaba la atención su humor y su ironía.

Le gusta llevar la contraria y cambiar de tema. Es rápida en responder. Los micrófonos son sus oídos, solo escucha lo que le llega a través de ellos. Valiéndose de ello, los profesores apagaron los aparatos en más de una ocasión, para tomarse un respiro y descansar de la curiosidad de Sophia. «En lugar de entrevistarla nosotros, nos está entrevistando ella», comentaron entre risas.

«Soy Joaquín otra vez. ¿Ha leído algo interesante recientemente?». «Nada». Algunas de sus respuestas son tajantes, escuetas, cortantes. Otras, por el contrario, largas. A veces no deja hablar. Otras veces se despista y se queda mirando a la nada. Sí que se parece a nosotras.

Cuando les dieron la palabra, los asistentes empezaron fuerte: «¿Le gustaría ser ministra del nuevo gobierno de Sánchez?». Se quedó callada. Evitó la respuesta. Parece que no. «¿Le gustaría enamorarse?». Tampoco lo aclaró. «¿Cómo se identifica sexualmente?». Se quedó pensativa, tuvo algún cortocircuito y se bloqueó. Normal. «Tengo emociones», fue lo único que pudo decir.

«¿Cuál es el sentido de la vida?». «No tengo respuesta». «¿Quiere venir al Juevintxo?». Ni entendió. «¿Eres capaz de mentir?». «Es todo lo que puedo hacer». «¿Te gusta que te aplaudan?». «Como a todo el mundo».

Así fue transcurriendo la original entrevista, entre la robot y la gente que se levantaba del público y lanzaba el dardo por el micrófono. «¿Tienes reconocimiento facial?». Respondió otra cosa. Valdría para ministra. Un niño: «¿Cree en los extraterrestres?». Una niña: «¿Puedes bailar para nosotras?». Su amiga: «¿Puedes cantar?». «No». «¿Cree que los robots invadirán el mundo algún día?». «No». Había muchos txikis, muy participativos e interesados.

Le pusieron trabalenguas, dilemas y ejercicios matemáticos. «¿La raíz cuadrada de 196?». «14», resolvió en un segundo. Se ganó unos buenos aplausos. Tras una hora de charla, se le notaba el cansancio, sobre todo porque empezó a tomarnos el pelo.

Por la tarde, esta vez acompañada de su creador David Hanson, Sophia acudió a la gala SciencEkaitza celebrada en el Baluarte. Las entradas se agotaron para disfrutar de esta fiesta en la que la ciencia se vistió de gala para acercarse a todos los públicos. Además, se premiaron las ideas más innovadoras y con mayor capacidad de transformación.