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EDITORIALA

Ahora faltan hechos para acabar con la dispersión


Tras más de tres décadas encarcelado, ayer salió de prisión José Ramón López de Abetxuko después de haber cumplido íntegramente su condena. A punto de cumplir 69 años, el gasteiztarra es uno de los que estaban incluidos en la lista de presos gravemente enfermos elaborada por Jaiki Hadi. Padece desde hace años varias afecciones graves pero, a pesar de todo, se le han denegado reiteradamente tanto la prisión atenuada en su domicilio como el traslado a la prisión de Zaballa.

El caso de López de Abetxuko es uno de los ejemplos más claros de lo que ha sido la política penitenciaria española: una gestión del castigo cruel e inhumana. A pesar de cumplir los requisitos que el Gobierno español ha establecido para acercar a los primeros presos, López de Abetxuko ha terminado finalmente su condena lejos de Euskal Herria. Ni la edad ni las graves dolencias que padece han servido para que se tomaran medidas que le permitieran cumplir su condena en un contexto más favorable atendiendo a sus circunstancias vitales. En el trato a los presos políticos vascos, la humanidad ha brillado por su ausencia. También en el caso de sus familiares y amigos, que hoy, como todos los fines de semana, empiezan un nuevo periplo por las carreteras para poder visitarlos por la geografía de la dispersión. Víctimas potenciales de un accidente como el sufrido el pasado domingo por los amigos de Garikoitz García, camino de Picassent.

El nuevo Gobierno español ha hecho anuncios de cambio que han sido acogidos con esperanza, pero que continúan sin materializarse. En cualquier caso, el momento de la retórica hace tiempo que ha pasado. La sociedad vasca demanda hechos y ya no quedan disculpas que valgan para que el Gobierno del PSOE no termine con la excepción en las cárceles y cumpla la ley: es decir, respete los derechos humanos de los presos y ponga fin al castigo infinito que se infringe a sus allegados.