GARA Euskal Herriko egunkaria
JO PUNTUA

De verdades judiciales y otras falacias


Algo más de veintisiete siglos de Historia de la Filosofía, no es otra cosa que la búsqueda y rebúsqueda de certezas al objeto de sacar a la Humanidad de la oscuridad, los prejuicios y las supersticiones que, a modo de muleta, utilizan los menos para el sometimiento y la explotación de los más; en otras palabras, en el desentrañamiento de la verdad. Y ahora resulta que la verdad, «la única verdad, –al decir del nuevo Ministro de Interior–, es la judicial». A juicio del ínclito magistrado al servicio del Estado, en España no han existido torturas a las que hace referencia el informe de Lakua. Él no las percibió en los cuerpos y los relatos de los denunciantes, ergo, al ser imperceptibles resultaron jurídicamente falsas y, por lo tanto, inexistentes. Si acaso, quizás, «algún exceso» se pudo dar, comenta el excesivo juez.

Otro excesivo, un tal Manuel Pastrana, relataba a una periodista de TV3, cómo torturaban todos y cada uno de los cuerpos de seguridad del Estado, a unos «vascos que aguantaban poco». La tortura, en sus numerosas formas, «red» la llamaban, como recordará la Ministra de Defensa, ha sido la metodología habitual en los interrogatorios, certifica el suboficial de la Guardia Civil. Es la llamada «verdad material», es decir, la que se corresponde con la realidad de los hechos que resulta invalidada al no emerger de un juicio en forma de sentencia, como la verdad judicial.

Si la verdad material nos informa que los huesos del criminal Sanjurjo debieran estar en una de sus amadas cunetas, la verdad judicial nos dice que deben reintegrarse a la cripta del monumento a los caídos por Dios y por España, al no percibir el magistrado, ni apología al franquismo ni afrenta alguna a las víctimas (los putos rojos muertos).

Así pues podemos inferir que si, a la verdad material accedemos merced al uso de la razón crítica y científica, el acceso a la verdad judicial lo haremos a través de la razón de Estado.