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JO PUNTUA

Aquellos veranos...


Siempre quise tener un pueblo familiar donde pasar el verano, pero nunca lo tuve, ni pueblo, ni veraneos burgueses en la costa. Mi familia era clase trabajadora y de ciudad, así que mis veranos infantiles no salieron de las calles del Casco Viejo, de la bicicleta, las salidas domingueras al campo, los libros y el cine. La banda sonora de mis vacaciones guarda muchas sonrisas pero, también, el tono gris que dejó el silencio temeroso de aquel franquismo que nos arrebató tanta libertad para pensar y vivir. Si en algún momento fuimos felices, lo fuimos sin permiso.

En este agosto el recuerdo de aquellos veranos ha vuelto de repente, con una seria llamada a la preocupación. La inquietud me dice que el tiempo nos está jugando una mala pasada y nos lleva hacia atrás. Las voces de Casado o Rivera no se escuchan con el tono atiplado de Franco pero las ideas de orden, odio y seguridad son las mismas que sostuvieron el régimen fascista durante 40 años. Afirmar que existen presos políticos, ya sean independentistas vascos, catalanes o gallegos, causa el mismo nerviosismo que el día en que mi tío anarquista, en una fiesta, se atrevió a decir que el Valle de los Caídos se había construido con el trabajo forzoso de los presos políticos y provocó un altercado que no olvidaré.

Un vecino de mi calle murió en un accidente en la fundición donde trabajaba, el patrón le culpabilizó y no pasó nada. Solo en lo que va de mes, en Euskal Herria, siete trabajadores han muerto, el empresariado sigue fomentando la inseguridad con subcontratas, precariedad y explotación y tampoco pasa nada. En aquellos veranos EEUU bombardeaba Vietnam, intervenía en Chile, Argentina... Hoy, acompañado de la UE, lo hace en Siria; Israel asesina niños en Gaza y Arabia Saudita en Yemen y el Mediterráneo es como las cunetas de entonces. No sé, ningún verano es igual a otro... pero tal vez deberíamos seguir el consejo del historiador Josep Fontana y «revisar nuestra visión de la historia como un relato de progreso continuado y percatarnos de que estamos en un auténtico periodo de regresión social y política».