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CRÍTICA «Una relación abierta»

El concepto de la infidelidad en una sociedad asexual


Hace tiempo que tengo claro que las comedias románticas independientes pueden ser tan conservadoras o más que las de los grandes estudios de Hollywood, porque la idea de las relaciones sentimentales que manejan es igual de coyuntural, y lo que cambia únicamente son los medios de distribución empleados, a tenor de lo cual unas llegan a menos público que las otras. Si esa misma comparación la hacemos desde una perspectiva histórica, resulta que las películas que se estrenaban mayoritariamente en los años 60 y 70 eran mucho más progresistas que estas otras que ahora se mueven en círculos restringidos con muy pocas copias. Otros aspecto a tener en consideración es la diferencia estre la sociedad norteamericana y la europea, lo que explica que “Permission” haya tenido mejores críticas al otro lado del océano. Y eso que aquí se ha buscado para la versión doblada un título, valga la redundancia, de mentalidad más abierta.

En la película hay dos tramas interconectadas, con una relación heterosexual y otra homosexual unidas por una amistad y el trabajo. Dan Steven y la también productora Rebecca Hall hacen de la típica pareja que se conocen desde niños y nunca se han acostado con otras personas, y es él quien trabaja en una carpintería con el personaje de Morgan Spector, unido en su vida íntima al de David Joseph Craig, y con quien quiere tener un hijo. Son ellos dos los que les proponen que antes de comprometerse para siempre prueben a estar con alguien más, y así comparar para saber si realmente se aman tanto.

Brian Crano se muestra contradictorio en su segundo largometraje, al presentar un concepto de infidelidad más sicológico que otra cosa. Y en un mundo cada vez más asexual, las dudas y los celos tienen bien poco de carnales, y nacen en mayor medida de las inseguridades personales y de la presión derivada de la competitividad neoliberal.